Mariemma Mannarelli
Lima, miércoles 25 de marzo de 2020
Hija y madre, frente a frente y a la distancia de una sábana, que cada una sostiene en sus extremos, la doblan en acercamientos y distanciamientos sucesivos. Cordinan sus movimientos y hacen de esa sábana un simétrico objeto a ser puesto en un cajón. Mientras, tres gatas inquietas —una en celo— las miran. Hija y madre se han preguntado si las gatas saben que todas están encerradas hace ya varios días, más de una semana. Ignoran ellas cuánto más. ¿Cuánto tiempo estuvo Ana Frank?, pregunta alguien. Cada vez hay más espacio en la refrigeradora y en las alacenas; la verdad es que nunca habían estado tan libres. ¿Estaré viva para ver la escasez?, se pregunta una.
Madre abre el ojo cada mañana y repasa la historia. Se dice qué fue lo que pasó hasta ayer y cómo se acostumbrará a vivir los horrores del hoy, del mañana. La vida ahora da poco tiempo para hacerse a la idea de los muertos, del fin, de lo provisionales que éramos. Ella ha soñado que hacía el amor con un antiguo amigo; hija extraña los brazos de su hombre, sus ojos. Se comprende, tan universal y tan fugaz.
Barre con esmero y curiosidad. Piensa en abuela —muerta— baldeando la vereda. Absorta en los zócalos, descubre que uno está flojo. ¿Desde cuándo? Pensar que se inventaron para que seamos más limpios, para evitar epidemias y pandemias. Esas marcas, los zócalos, que delinean formas de habitar las casas, de ocupar las aulas, de transitar hospitales. También dicen quiénes somos y el lugar que ocupamos en un cosmos mayor; líneas imperceptibles, olvidadas, que ordenan y clasifican.
Mientras, extraña el mar, y todas las veces que pudo ir a verlo. Se ilusiona con la idea de contemplarlo de cerca otra vez, ¿o debe resignarse a los recuerdos? ¿Alcanzará la memoria, que, dice el padre de hija, es distinta al recuerdo?
¿Dónde quedarán las preguntas antiguas? Incluso las más recientes, las de hace una semana ya son hoy antiguas; las que empezaron a plantearse, las que se respondieron a medias, las que nunca se hicieron. Se pregunta si tendrán que ser ahora todas nuevas. ¿Cuáles seguirán teniendo sentido? Mira sus libros y se ven diferentes a como eran ayer, pero los mundos siguen ahí. Se alivia.