Es periodista, narradora, filósofa y activista. Fundó la Revista Viva, publicación feminista ahora emblemática, el Fondo Editorial del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán y el Concurso Literario Magda Portal. Es autora del libro Desde el exilio y otros cuentos. Asimismo, está considerada una de nuestras figuras del feminismo de los ochentas. Si bien Mariella Sala no es amiga de las entrevistas, Lima en Escena la invitó a dialogar sobre los nuevos colectivos feministas. Fruto de nuestra exquisita charla les ofrecemos la siguiente interviú.
-Mariella, asistí a una mesa de diálogo en donde se reflexionó sobre los nuevos colectivos feministas. Natalia Iguiñiz (Ni una menos Perú), Nani Pease (#LasRespondonas) y Victoria Guerrero Peirano (Comando Plath), participaron como ponentes y nos dieron una mirada de la actual praxis feminista. ¿Cómo ha cambiado el feminismo en el Perú?
-Gracias a internet y especialmente a Facebook, puedo ver las intervenciones que protagonizan las nuevas generaciones feministas. Me refiero a las jóvenes que salieron a defender a las víctimas de la esterilización forzada, el aborto legal, continuaron con más fuerza en la lucha por la violencia a la mujer, la violación como un instrumento de dominación patriarcal y específicamente por la penalización real de feminicidio.
Concretamente, sobre las organizaciones que mencionas en tu pregunta, considero que estas han sido fundamentales para instituir en nuevos términos y con mayor alcance a la ciudadanía en general estos temas en la sociedad peruana. Ni una menos, contra la violencia y el feminicidio; #LasRespondonas, contra la misoginia, la Iglesia Católica; por la defensa de un Estado laico y la libertad de las mujeres de decidir sobre su cuerpo; finalmente, el Comando Plath, para señalar la desigualdad de género contra la mujer en el campo de la cultura.
Foto: Lima en Escena
-Concretamente. ¿Qué aspecto destacas de estos nuevos feminismos?
-La cantidad y variedad de colectivos de mujeres que se agrupan libremente para comprometerse con un problema real y concreto que afecta a las mujeres. Son muchísimas más que en los años 80, por supuesto. Ellas salen a las calles espontáneamente, ponen la cara, ponen su nombre y con sus protestas y propuestas logran influenciar en la población que las acompaña espontáneamente en marchas y protestas. De esa manera logran influenciar, más allá de los medios de comunicación y de las políticas de género del Estado. Constituyen entonces grupos instituyentes que lograrán instituir una sociedad más justa para las mujeres. Muchas de estas jóvenes, provienen de las universidades y tienen bastante claridad en lo que quieren. Así pues, creo que “el feminismo” ha cambiado hacia “los feminismos” de grupos de militantes quienes hacen un activismo permanente de denuncia y educación ciudadana en derechos de las mujeres. Ellas mismas reivindican la diversidad de feminismos como una fuerza del movimiento.
-En retrospectiva háblanos un poco sobre las luchas feministas de tu generación.
-El feminismo de mi generación también pasó por una etapa instituyente, en las que pusimos sobre el tapete temas —ahora parecen tan elementales— como que la violación sexual tenía que ser penalizada, que no podía figurar como un delito contra “el honor y las buenas costumbres” como era en 1983; que la violencia contra las mujeres no era un problema cultural en el cual las mujeres “limeñas” no debíamos meternos (según nos dicen los intelectuales de izquierda y derecha), pues había que respetar la cultura andina del “más mi pegas más te quiero”, entre otras tantas demandas que planteábamos en esa época. Estos son solo botones de muestra para que se sepa en qué situación de atraso estábamos en esos años y el largo camino que se ha tenido que recorrer.
Antes de que surgieran las instituciones feministas financiadas por las agencias de cooperación para el desarrollo, existieron grupos como ALIMUPER, donde activistas como Ana María Portugal y Helen Orvig, escribían en diarios, se reunían regularmente en grupos de discusión e incluso hacían protestas como la de echar pintura amarilla en la cabeza a un “hombre de prensa” por machista.
-Y en términos de políticas del Estado, ¿cuál fue el papel o la contribución de las ONG feministas en ese período?
-Las ONG cumplieron el rol de institucionalizar los derechos de la mujer que hicieron posible que el Estado peruano asumiera los temas más urgentes por los que reclamaban. Se creó el Foro Mujer, se incentivó a las parlamentarias de ese momento a plantear propuestas legislativas para las mujeres, se luchó por un sistema de cuotas que equilibrara una democracia con poca representación de mujeres.
-En la coyuntura actual los colectivos locales se han focalizado en denunciar y luchar por las víctimas de feminicidio y violencia de género. ¿Cuál es tu percepción sobre esta labor?
-Los colectivos locales están en una etapa instituyente que es tremendamente importante para lograr resultados en las propuestas. Las redes y las mesas de diálogo son necesarias, pero yo las veo como un medio para lograr institucionalizar estrategias y medidas para que el Estado asuma esa responsabilidad tan grande que hoy la llevan sobre sus hombros las activistas. En ese sentido, creo que se requiere de una lucha más política, para lograr que al interior del Estado se reflejen las demandas y necesidades requeridas para un país con justicia y equidad de género. Esto no lo vemos ahora, a pesar del Ministerio Público, a pesar del Ministerio de la Mujer y tantos otros mecanismos del Estado diseñados para luchar contra la desigualdad y discriminación a las mujeres en el Perú. Falta mucho por hacer en cuanto a legislación y medidas estatales para alcanzar un equilibrio de género.
-Observas algún punto débil en estas luchas…
-La lucha por los derechos de las mujeres actualmente, deja un tanto de lado lo que yo entiendo como praxis política, que para mí significa persuadir, dialogar y actuar. Un movimiento instituyente siempre está creando nuevas formas de acción y es más espontáneo, pero sus intervenciones son siempre políticas. Una confrontación de carácter más personal con los adversarios no nos ayuda mucho, solo nos desgasta. Sé que es difícil lograr acuerdos con nuestros adversarios o convencerlos que se pongan de nuestro lado, pero se puede conseguir en un horizonte de diálogo. Ciertamente, esto es imposible con grupos que no quieren dialogar, como la Iglesia Católica y otros grupos conservadores, pero siempre se puede argumentar con otros sectores de la población. Me preocupa ver demasiados enfrentamientos interpersonales, aderezado con mucha violencia verbal de los antifeministas contra las feministas jóvenes; y creo que no soy la única en esta preocupación. No creo que sea una ganancia política entrar a un enfrentamiento de este tipo. Podría ser más bien un desgaste.
Es necesario seguir pensando en estrategias para dialogar y actuar. En el enfrentamiento no hay ganancia alguna, es algo demasiado volátil, solo debilita, porque no es político, porque no es enfrentarse con la razón sino con la violencia en sí misma. No se puede luchar contra la violencia machista si no nos ponemos por encima de esta, mediante argumentos, discusiones, diálogo, persuasión.
Mariella Sala muestra una de sus colecciones de la Revista VIVA, publicación feminista que fundó y dirigió con sabiduría.
-Qué nos puedes decir sobre la relación de las organizaciones feministas de los ochentas con el Estado o el Parlamento. De qué manera tejían diálogo y sobre qué problemáticas discutían.
-Desde mediados de los años 80, en Flora Tristán dialogábamos con todos los partidos políticos, organizábamos foros, conversatorios, conversábamos especialmente con las líderes. Mediante nuestra revista Viva! también las entrevistábamos sobre sus agendas, sobre qué importancia tenían para ellas los derechos de las mujeres.
Flora Tristán, Manuela Ramos y muchas otras organizaciones feministas, estábamos en diálogo permanente con las mujeres de todos los partidos. Recuerdo especialmente a Lourdes Flores y Beatriz Merino, en ese momento jóvenes congresistas que acogieron nuestras propuestas y presentaron los primeros proyectos de ley contra la violencia hacia la mujer. La mayoría de nosotras era de izquierda pero teníamos claro que la defensa de los derechos de la mujer, superaba los intereses partidarios. Esa fue una tarea muy bien desarrollada por Virginia Guzmán, quien vino de Chile con la idea de formar el Foro Mujer, y por las líderes más visibles en ese momento, Gina Vargas y Vicky Villanueva.
-Te lo pregunto porque observo un divorcio abismal entre los actuales colectivos y todos los poderes del Estado. Esto debido, creo, a toda la ola de corrupción e intolerancia.
-Mi parecer es que la política, en general, se ha desnaturalizado, ha dejado su esencia, está en una transformación que la convierte en mera negociación y lo peor es que se supedita a los intereses personales; esto para mí es la negación de la política. Es una política pragmática que justifica soterradamente los intereses particulares. En este contexto, se deja el feminicidio en manos del Poder Judicial y la Policía, cuando es un tema político que tiene que instituirse como tal en el Estado y la sociedad civil. Precisamente a eso me refiero cuando digo que nuestros feminismos tienen que regresar a la política.
-Para terminar. Existe una barrera entre los principales medios de comunicación y los colectivos feministas. El tratamiento de los contenidos sobre la violencia de género y el feminicidio es tendencioso y, en muchos casos, especulativo lo cual va en desmedro de los derechos humanos de las mujeres. ¿A qué atribuyes esta problemática?
-Los medios de comunicación tradicionalmente han sido machistas. Hasta hace unas pocas décadas el periódico o la radio/TV, eran lugares mayoritariamente de hombres. Actualmente, algunos medios insisten en nombrar a los y las periodistas como “los hombres de prensa”. En los años 80, esto la hacía rabiar a Ana María Portugal. Nosotras como periodistas nos sentíamos obligadas a adecuarnos a ese estilo, aunque muchas siempre estábamos batallando contra el machismo de los medios. Luego ya tuvimos nuestros medios alternativos, Fempress, era uno de ellos, la revista Viva!, era otro.
Recuerdo un artículo que escribí donde se comparaba cómo se cubrían los asesinatos por celos según el género. Los hombres, pobres, habían sido engañados y en un momento de desesperación o más bien de pasión, cegados por los celos, mataron a su pareja. Es decir, se justificaba el asesinato. Cuando era la mujer la que asesinaba, siempre resultaba que había calculado todo fríamente para desaparecer al hombre, había actuado con infinita crueldad y merecía el peor de los castigos.
Pues bien, creo que esa visión de ver siempre a la mujer como sospechosa de un crimen o incitando su propio crimen, sigue en el imaginario de los medios de comunicación. De esta manera, toda mujer abusada, violada o golpeada, cometió el “delito” de provocar al hombre. Aunque parezca mentira, esta mentalidad del siglo pasado sigue vigente entre los periodistas del Siglo XXI.
Sobre Mariella Sala
Es escritora, periodista, filósofa y activista feminista. Especializada en temas de género e interculturalidad. En 1984 publicó su primer libro de cuentos titulado Desde el exilio, el que fue reeditado en una versión aumentada en 1988 bajo el nombre Desde el exilio y otros cuentos. Sus relatos han aparecido en diversas revistas y en antologías en español, inglés, alemán y francés.
Como feminista fundó la Revista Viva y el Fondo Editorial del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Inició el Concurso Literario Magda Portal para incentivar la participación de escritoras peruanas que luego se extendió al ámbito latinoamericano. Asimismo, fundó con un grupo de escritoras de todos los continentes la organización Women’s World con sede en Nueva York y como parte de esta RELAT, Red de Escritoras Latinoamericanas que tuvo como propósito luchar contra la censura a escritoras en sistemas políticos represivos.
Actualmente se desempeña como redactora, editora de textos y corrección de estilo para diferentes instituciones, entre las que destacan: la Universidad Peruana Cayetano Heredia, el Ministerio de Educación en Perú y PRODEGE, como consultora de largo plazo de la ONG internacional FHI360 (antes AED) en el Programa de Desarrollo Educativo de Guinea Ecuatorial (PRODEGE), desempeñándose como editora de todas las publicaciones del programa.