Durante nuestra charla con la autora de Huella de Tigre (Mediática, 2021), ella nos comenta: “estoy convencida de que la única manera de erradicar la minería ilegal es creando puestos de trabajo en grandes proyectos en la selva, dando estímulos a los inversionistas” …
Huella de Tigre, la ópera prima de la arquitecta y escritora Maica Guerrero, es una atractiva novela que, a través de Cristina, la protagonista, quien viaja a Puerto Maldonado para conocer el recién inaugurado puente Billinghurst, el más largo del Perú, nos acerca a nuestro país y a sus más graves problemáticas sociales como la minería ilegal, la trata, la prostitución, la corrupción y sus fracasos como nación. “El Perú postergado está retratado, sin duda, en la historia del puente más largo del país, el Billinghurst o Continental, como también se le conoce. Un puente que era la obsesión de la protagonista, llevaba treinta años embalado por la desidia de los gobernantes. Un magnífico y oprobioso ejemplo de lo que somos, de la indiferencia, de cómo le damos la espalda al Perú profundo”, explica la autora en la presente entrevista.
-Maica, más allá de la historia de Cristina durante su visita a Puerto Maldonado, Huella de Tigre, es un título que reflexiona sobre uno de los problemas medioambientales/trata/corrupción, más graves que afronta el Perú: la minería ilegal. ¿Por qué este tema absolutamente político coyuntural fue motivo de reflexión de tu primera novela?
-Debo reconocer que es un tema que me sensibiliza mucho. La depredación de la selva con toda la barbarie que lleva consigo; trata de mujeres, asesinatos en quemaderos a mineros humildes para no pagarles, corrupción, entre otros, no se detiene. Cuando inicié la novela en el 2011 había 30,000 hectáreas de selva devastadas, ahora ya bordean las 170,000. Es un flagelo del que, como país, no tomamos conciencia. Los políticos, de todas las tendencias, miran de costado. Más importante es satanizar la minería formal porque trae consigo réditos políticos. Y el estado, por conveniencia y temor, no lo pone en agenda. Los mineros ilegales siempre han aportado mucho en las campañas electorales. Recuerdo haberme impresionado cuando -por el año 2011- vi en las estadísticas que el departamento con mayor per cápita era Madre de Dios -minería informal- y el de menor per cápita era Cajamarca -minería formal-.
Y lo comprobé estando en Puerto Maldonado donde no había quien limpiara un auto, algo tan usual en Lima, o las peluquerías costaban más que una de clase media limeña. Esto lo narro en la novela. De ahí desprendo muchas reflexiones ¿Qué es el progreso? ¡Cuán fariseos pueden ser algunos ambientalistas que no hacen nada al respecto! O, cómo es posible que el mayor comprador de oro de origen ilegal haya sido -no se si aún lo es- ese impoluto país llamado Suiza.
Otro tema controversial es la carretera Interoceánica. Cómo una carretera tan bella puede haber impulsado a que la minería informal se multiplicara. Ahora sabemos que la construcción de la Interoceánica fue prácticamente un botín para Odebrecht, pero ahí está y no se plantea una política de estímulo a la inversión para que se pueda aprovechar. Estoy convencida que la única manera de erradicar la minería ilegal es creando puestos de trabajo en grandes proyectos en la selva, dando estímulos a los inversionistas. A ningún ser humano puede gustarle trabajar bajo un sol implacable, con lodo hasta el cuello y exponiéndose al maltrato y hasta a la muerte. Se ven obligados a ser la mano de obra barata de los dueños de las minas auríferas aluviales, muchos de ellos extranjeros coreanos, chinos, por no conseguir un trabajo digno. El Estado está ausente, y no vemos ninguna luz al final del camino.
-A lo largo de la historia se entretejen una serie de personajes que, si bien son producto de esta trama de realismo fantástico, estos forman parte de nuestra realidad. Háblanos de la Baronesa del Oro, de su poder. ¿Cómo surgió?
-No se puede hablar de la minería ilegal en Madre de Dios sin hablar de Gregoria Casas, la “Baronesa del Oro”. Una mujer que llega a Huepetuhe a los 23 años, con su marido, por la hambruna luego de la Reforma Agraria y de a pocos hace una gran fortuna y prácticamente funda un pequeño país con sus propias reglas, gobierno y ejército. Si bien es un personaje secundario, su presencia es neurálgica para comprender la historia y las cosas que pasan en ese pueblo y alrededores. A medida que investigaba sobre ella iba viendo las diferentes facetas de esta señora, una mujer empoderada. Ella y su familia controlan todo, incluido el municipio, y lo más irónico, organizan seminarios sobre el medio ambiente. Es un personaje muy peculiar, pues al margen de su toxicidad y de ser la principal depredadora de la selva, era muy apreciada y respetada en Madre de Dios.
Ella ha muerto hace pocos meses, en circunstancias misteriosas. A su velorio y entierro fueron miles de personas, la “tía Goya” era muy querida por los pobladores de la zona. Ahí vemos la enorme brecha entre esos dos países que hacen un Perú. Estamos desconectados. Comprender esto de una manera tan directa, hizo que juzgara menos y procurara comprender más, ver el lado humano de la situación, lo que llamo el síndrome del “Bebé de Rosemary”: empezar a amar tu país desde la fealdad, lo grotesco, la putrefacción absoluta.
Maica Guerrero, durante la firma de su libro
-Personajes como Leoncio existen en todos los segmentos: minería, producción de coca, narcotráfico. Seres que lucen un Rolex o llevan consigo las pepitas de oro. Simbólicamente, estamos ante uno de esos coloridos seres que validan la corrupción.
-Leoncio es un personaje controversial. Por un lado, un patán que necesita exteriorizar su riqueza y cree que todo lo puede comprar, y por otro, vemos que tiene ciertos valores rescatables como hacer minería legal y cumplir con la formalidad. Una excepción en ese mundo precario. Y por eso mismo es un ser solitario que se ha construido a costa de continuas frustraciones, pero no lucha contra el sistema corrupto, se amolda a él, decepcionado, sin ninguna expectativa o ilusión de que las cosas puedan cambiar.
Todo lo opuesto a Tati, quien es informal y vive de los mineros depredadores, pero quiere cambiar el sistema. Esa contradicción, que retrata al ser humano, la vemos presente en la realidad, no solo peruana, sino también universal. He intentado crear personajes ambivalentes, situaciones ambivalentes también, porque considero que mientras no abramos nuestra mente y corazón a esa realidad que duele tanto, no podremos siquiera aproximarnos a vislumbrar alternativas de solución. Cuántos Huepetuhes hay frente a nuestras narices y no lo vemos. Cuántos puentes aún embalados. Los limeños necesitamos una gran dosis de ubicaína, abrir los ojos, informarnos. Despertar.
-El recorrido o tránsito de Cristina en la “Huella de tigre” cartográficamente nos ofrece dos universos: el urbano y el rural. La ciudad y la Región. ¿Es una aproximación al Perú olvidado, postergado: al Perú y sus regiones absolutamente precarios?
-Para que la novela fluya con naturalidad opté por escribirla, en gran parte, desde la mirada y experiencia de una mujer burguesa. Cristina, a lo largo de este viaje físico y emocional, va tomando conciencia de lo ignorante que es respecto al mundo que está conociendo, lo aislada que está Lima de las regiones, y de cómo no es tan fácil juzgar lo que no conocemos, sobre todo con nuestro criterio y prejuicios basados solo en nuestra experiencia.
A pesar de ser una ingeniera que había viajado al interior a supervisar la construcción de puentes, nunca había vivido una situación tan extrema, pero su cable a tierra, que es la pasión por su oficio, le da esa holgura emocional para abrirse y conectarse con el contexto sin que la sobrepase. Es otro el motivo que la lleva al límite, tiene más que ver con la complejidad en sus sentimientos y prejuicios. El Perú postergado está retratado, sin duda, en la historia del puente más largo del país, el Billinghurst o Continental, como también se le conoce. Un puente que era la obsesión de la protagonista, llevaba treinta años embalado por la desidia de los gobernantes. Un magnífico y oprobioso ejemplo de lo que somos, de la indiferencia, de cómo le damos la espalda al Perú profundo.
-Finalmente, una pregunta cliché. ¿Cristina es tu alter ego?
-Como todo escritor, uno alimenta a sus personajes ficticios con experiencias extraídas de nuestra cantera y, efectivamente, hay muchas cosas de mí en Cristina, el hecho que yo sea arquitecta y ella ingeniera civil, influye. Sin embargo, también a otros personajes los he tejido con un poco de mi propia fibra. Cristina es una mujer independiente, trabajadora, pero bastante contenida en el aspecto sentimental y sexual. Arrastra complejos y frustraciones que contrastan nítidamente con la solvencia en su oficio, por ese motivo la certeza de la matemática le da un aplomo que, en algunos aspectos, la afirma. No la considero mi alter ego, pero sí tenemos esa conexión emocional. Creo que eso pasa con todos los personajes que uno considera entrañables.