Rocío Silva Santisteban: “Siempre escribí poesía social”

La publicación del libro Una herida menor. Antología poética 1983-2022 (Animal de Invierno, 2023) es un pretexto para charlar con una de las poetas, activistas y académicas más importantes de su generación. Foto de portada: Rosana López Cubas

La escritora peruana Rocío Silva Santisteban, conocida por su activismo en derechos humanos y su labor intelectual y política, nos ofrece un panorama de su trayectoria poética en el título Una herida menor. Antología poética 1983-2022, trabajo de selección del sello Animal de invierno. Aunque publicó su último poemario en el 2007, la destacada escritora no ha dejado de escribir, por lo que esta, su primera antología, se hace necesaria para suplir la ausencia de su producción poética. En este título destaca una voz cuajada desde sus inicios. Observamos sus inquietudes sobre el ser mujer en el Perú, la exploración del cuerpo, el grito frente a las injusticias, la familia, entre otros.

Para Lima en Escena, es un honor charlar con la abogada, periodista, escritora, poeta, profesora y política peruana.

-Rocío, te formaste en un colegio de monjas y vienes de un núcleo familiar católico, conservador. ¿Cómo exorcizas esta visión de lo sagrado para emparentarte con el diablo y hablar del cuerpo, de la sexualidad en tu poesía?

-Estudié en un colegio de monjas alemanas. Ellas eran progresistas. Ellas labraban la tierra. Tenían huertos de hortalizas. Una de las monjas enseñó a estudiantes de otras promociones a cultivar la tierra. Todo esto me pareció interesante. Por su parte, mi mamá fue y es una persona conservadora, católica. Si -en ese momento- deseaba irme de mi casa lo tenía que hacer vestida de blanco.

– ¿Fue tu caso?

-No, para nada. Salí de mi casa a los 21 años vestida con un blue jeans. La formación abierta que recibí de las monjas me permitió ser libre, decidir sobre mí. Mi papá, además, fue una persona librepensadora. Podíamos leer a José Carlos Mariátegui. En esa época leía historia de manera recurrente. Historia del partido socialista, del partido comunista. Estaba fascinada con la historia del APRA y todo ese activismo político de los años 20. Me sentí identificada con las ideas de izquierda, aunque desde una posición cristiana. En esa época la represión hacía las mujeres era increíble. Las chicas de la clase media y popular no podían salir de su casa. Había una represión sexual severa. De esta etapa de colegio, en los setentas, leí Cinturón de castidad, de Maruja Barrig. ¡Qué libro! ¡Un librazo sinceramente! Me marcó. Para mí este libro fue importante.

-Más allá del tema del cuerpo, lo sensual, la pareja, la maternidad, en esta antología, en este paneo de tu obra poética se siente, se percibe el tema del desamor, del desencanto…

-Sí, claro, desde una mirada crítica. Me marcó la separación de mis padres. Mi papá se fue cuando era niña. Él formó otra familia. Mi mamá se quedó sola. Nos quedamos solos. Atravesamos dificultades económicas fuertes. Quizá todo esto forma parte del aprendizaje emocional. Me marcó mucho también la poesía. Leía mucho cuando estaba en el colegio.

-¿Qué autores te llevaron por el devaneo del desencanto?

-Lo erótico se desprende del amor, de las relaciones de pareja, pero también del dolor, del desamor, del desencanto, de las dificultades, de los encuentros y desencuentros. Todo eso está marcado también por la literatura que leía. Eguren, Westphalen, Vallejo. Después descubrí a las mujeres. Empecé a leerlas cuando ingresé a la universidad. Recuerdo un taller de poesía que llevé con Carlos López Degregori y Antonio Cisneros. Justamente, en esa época me sugirieron leer a Blanca Varela o Carmen Ollé. Nunca había leído a Blanca Varela.

-Ya estabas en la UNMSM…

-No, en ese momento estudiaba Derecho en la Universidad de Lima. Ahí conocí a Mario Bellatin y nos hicimos amigos. Mario -recuerdo- empezó a ir a la UNMSM. En ese entonces, José Castro, mi pareja, estudiaba Derecho en la Universidad de Lima y Literatura en la UNMSM. Él ahora es profesor en Estados Unidos. Con ellos empecé a ir a San Marcos y decidí postular. Ingresé a la facultad de Literatura.

– ¿Cómo cambió tu poética a partir de tu experiencia con la maternidad?

– La maternidad fue una experiencia fuerte, dolorosa. Me separé del papá de mi hija a los pocos meses de embarazada. Estaba en Viena, recuerdo. Luego viajé a España en donde me quedé ocho meses. Allí trabajé de todo. Lavé platos en restaurantes, hacía encuestas y vendía en las calles. De pronto decidí regresar a Lima. Fue difícil, pero viví la maternidad con alegría porque deseaba tener a mi hija. Cuando nació fue toda una experiencia. Ella nació con una personalidad propia. Los niños y niñas son diferentes. Dicen y hacen lo que sienten, desean. No son como nosotras. Conforme crecen es más difícil. En ese período no deseaba que mi hija tenga muñecas Barbie. Imposible, decía, sin embargo, la cultura de la alienación, es fuerte, nos gana. La esposa de mi papá le obsequió una Barbie y ella feliz. En mi papel de madre trataba de darle otro tipo de crianza, le regalaba otros juguetes. Compraba otras muñequitas. Una muñeca afroperuana, por ejemplo. No le hizo caso. Ella prefirió jugar con su Barbie.

-Tus primeros libros se centran en el tema del cuerpo, las relaciones de pareja, la maternidad, sin embargo, en un momento tu lírica cambia para hablar más de lo social, lo político, el tema de los derechos humanos…

-Si bien, en los primeros libros escribí todos estos temas referidos al cuerpo, en ese período ya contaba con algunos poemas sobre este tema. Jamás los publiqué. Cuando escribí Ese oficio no me gusta, contaba con algunos poemas vinculados a lo social, pero no son publicados porque tenía temor de caer en lo panfletario. El tema del panfleto para mi generación fue fuerte y potente porque crecimos en pleno conflicto armado interno. Sin embargo, mi vida cambió con el paso de los años y todo se centró en el activismo.

-Un activismo que viene también de tu experiencia universitaria…

– ¡Claro! Durante mi etapa universitaria apoyé de manera periférica a la Izquierda Unida (IU), incluso mi tesis de Derecho fue sobre las rondas campesinas. Viví alrededor de un año con las rondas campesinas de Cajamarca. Durante mi estadía por allá escribí un sin número de textos sobre Cajamarca.

– ¿Qué pasó con esos textos sobre tu experiencia en Cajamarca?

-Justamente, los estoy ordenando. Los publicaré en un libro que se llamará Caxamarca. Son poemas de esa época. Estos poemas tienen más de 30 años. En estos hablo de la naturaleza, de lo social, de las campesinas y los campesinos, de los ronderos. Todos estos temas forman parte de mi vida. De mi experiencia de vida. Me dedico a estos temas desde la literatura y desde lo laboral también.

– ¿Cómo se da este proceso de escribir y publicar sobre lo político, lo social?

-El informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) nos abre las puertas para poder escribir sobre estos temas sin caer en lo panfletario. Justamente, después de la publicación del informe final de la CVR se comienzan a publicar libros de narrativa, cuentos, poesía sobre el tema de los derechos humanos, el conflicto armado. En este momento sucede un fenómeno singular. Militares y senderistas publican libros sobre sus experiencias. Por mi parte escribí Las hijas del terror.

 -Este libro es desgarrador, por decir lo menos…

-Este libro es sobre los años del terror vividos durante 1980. Período cuando se desató la guerra interna en el Perú. Años en los que las mujeres fueron violadas y violentadas tanto por efectivos militares como por los miembros de las agrupaciones terroristas Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Las historias de vida del conflicto armado y la experiencia sobre cómo se organizan las víctimas a partir del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Las había escuchado, había leído sus testimonios. Poco a poco las fui conociendo. Me quedé impactada por la cantidad de mujeres que conocí, pero sobre todo por sus testimonios.

-Finalmente, BavioLada es uno de los poemas de la antología más potente, más doloroso, digamos…

-Ese poema está inspirado en el caso de la señora Georgina Gamboa. Uno de los primeros casos que estudié para mi tesis doctoral. Georgina es una mujer valerosa. Su hija también. Este caso, es complejo para nuestro país y debemos de asumirlo. El caso de Georgina Gamboa tiene 40 años de impunidad. Impunidad total. Está en la Comisión Interamericana. Pedí, le solicité a la abogada Julissa Mantilla Falcón, ex Comisionada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que por favor vea ese tema, un caso de evidente vulneración de Derechos Humanos… En fin.

 

Periodista y fotógrafa. Siguió la carrera de Comunicación Social y Periodismo Económico. Laboró en los diarios La Voz, Síntesis, Gestión y en la revistas Oiga. El 2000 fundó el portal digital MIAMI EN ESCENA (Florida, Estados Unidos) en donde radicó 10 años. A su retorno al Perú crea el magazine online LIMA EN ESCENA.