Manuel Cuipa: “Mi vínculo con César Vallejo surgió a los 15 años”

“La traducción es una forma de tejer vasos comunicantes entre diferentes culturas. Un modo de revitalizar y reivindicar nuestras lenguas originarias”, señala nuestro entrevistado Manuel Cuipa, traductor de Los heraldos negros al quechua, iniciativa del sello independiente Heraldos Editores

El centenario del poemario Trilce es motivo de celebración a lo largo de este 2022. Los homenajes al poeta peruano César Vallejo Mendoza por su enorme legado a la literatura peruana y universal son innumerables. En su ciudad natal Santiago de Chuco (Trujillo), en  Lima y diversas Regiones del Perú, así como en la ciudad de París (Francia). Justamente,  con este tributo coincide la publicación de la edición bilingüe quechua – español de Los heraldos negros – Yana chaskikuna (Heraldos Editores, 2022) a cargo del traductor Manuel Cuipa Chancahuaña.

“Lo más interesante en el poemario son las palabras textuales de origen quechua o lenguas originarias que utiliza en Los heraldos negros. Palabras como corequenque, huaca, Manco Cápac, llama, coca, tahuashando, paca-paca, tayanga, capulí, yaraví, huayno, entre otras. El poemario, a mi modo de ver, no es la exposición del dolor humano para la indiferencia o la resignación, sino es una interpelación a la vigencia de la reciprocidad andina e identificación de similitudes con la perspectiva solidaria de los ayllus y las comunidades. Allí conectan Vallejo y la cultura andina. Allí radica su vigencia y semejanzas”, señala Manuel Cuipa Chancahuaña, quien nos concedió una entrevista para charlar sobre su trabajo de traducción del aludido poemario. 

Traductor Manuel Cuipa

-Pregunta obligada, ¿cómo surgió la idea de traducir Los heraldos negros al quechua?  

-Bueno, es gracias a mi amigo, el filósofo Joel Rojas, director de Heraldos Editores, que desde el inicio de nuestra amistad me incentivó a estudiar, a profundizar mis investigaciones de mi lengua materna. Justamente, el me invitó ser parte de la editorial. Es así que participamos y ganamos el concurso de Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura del Perú para traducir «Los heraldos negros» al quechua. Producto o suma de todas estas circunstancias, es el texto Yana chaskikuna.

¿Qué nos puedes decir de la iniciativa de la editorial Heraldos Ediciones y su apuesta por las lenguas originarias en sus publicaciones?

-La iniciativa de apostar por la lengua quechua u otras lenguas originarias es valioso e inmenso. En este caso, la traducción en quechua es la mejor forma de reivindicar y revalorar lo nuestro. Asimismo, el nombre de la editorial es absolutamente vallejiano y su fundación coincide en el centenario de Los heraldos negros. Es una editorial joven con temática crítica e interdisciplinaria. La traducción al quechua está dentro de la crítica decolonial. Así que felicito y agradezco mucho a Heraldos Editores.

-Manuel, permítenos charlar sobre tu labor de traductor particularmente de Los Heraldos Negros. ¿En qué momento surgió tu vínculo con César Vallejo? ¿Cómo llegas a él? ¿Qué edad tenías cuando lo empezaste a leer?

-Mi vínculo con César Vallejo surge o aparece por primera vez en el colegio a los 15 años en un paisaje de una comunidad campesina y siendo un alumno que tiene el quechua como primera lengua. Recuerdo haber leído su pequeña biografía y alguna poesía seleccionada. Me impactó su origen humilde de Santiago de Chuco y luego llegar hasta Francia y otros países de Europa. A cualquier adolescente de determinada Región la vida de Vallejo causaba una especie de asombro y un horizonte de motivación interna: «yo también llegaré lejos», tanto el haber encontrado el amor de su vida en Francia, a Georgette, la hermosa mujer de «ojos glaucos» y compañera de vida, fiel a los ideales de su amado. Eso inspiraba a responderse a uno: «el amor no tiene fronteras, es hermosa complicidad y coherente siempre». Es decir, leer la biografía de Vallejo martillaba mi consciencia adolescente. Asimismo, durante ese período leí un poema especial y revelador para mí, “Magnética y telúrica”: ¡Auquénidos llorosos, almas mías! ¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!… Aquí, al mencionar a los auquénidos, a los que conocía desde mi uso de razón ya que en todas mis vacaciones escolares pastaba en las cordilleras me familiarizó con su poética. Igualmente conocía el cóndor, la vicuña, el cuy, el molle, alfalfares, la papa y otros elementos andinos que menciona en el poema, entonces, eso me identificó a primera con Vallejo: el amor al terruño andino y orgullo por el Perú. Vallejo como suscitador de peruanidad fue mi primera lectura.

Luego o después leí Los heraldos negros, en versión de nostalgia humana y crítica social, gracias a dos jóvenes vallejistas de mi tierra que en ese entonces escribían, recitaban y citaban a César Vallejo. Me refiero a James Oscco Anamaría (antabambino) y Wilber Ancco Cayllahua (aymarino). Esto fue otra experiencia inicial en modo existencial y cuestionamiento social. Hasta que retomamos a mediados del 2020 y finales del 2021 con la traducción y publicación de Yana chaskikuna (Los heraldos negros). El título es la composición de Yana que significa negro y Chaskikuna, es el plural del chaski, ese mensajero incaico. Con este trabajo volví a entender algo más sobre el vate santiaguino y desde luego a mi lengua materna.

-Como persona bilingüe y desde tu lectura de sus poemas, sus obras, ¿trabajaste las traducciones desde tu interpretación de quechua hablante…?

-Como quechua hablante me interesa que los grandes autores peruanos deban ser traducidos y estar en la malla curricular de los estudiantes, en la educación intercultural bilingüe porque es la única forma de acabar con la exclusión social y cultural en nuestro país para dar su lugar de reconocimiento a las lenguas originarias y a sus depositarios. Como quechua hablante me interesa que mi lengua materna no se limite al espacio oral o el canto, sino también se registre en bibliografía escrita. En este caso, la traducción al quechua del poemario de César Vallejo o cualquier otro trabajo similar parte del previo aporte y estudios realizados por gente comprometido con la cultura y la lengua quechua como Alfredo Torero, Gary Parker, Gerald Taylor, Rodolfo Cerrón Palomino, Serafín Coronel-Molina, César Itier, el mismo José María Arguedas, Jaime Guardia Mayorga, Rodrigo Montoya, Pablo Landeo, Gavina Córdova, Julio Noriega, Gloria Cáceres, Niel Palomino, Dante Córdova y muchos otros. Es decir, no partimos la traducción desde una “generación espontánea” o ex nihilo sino desde los avances previos, diálogos y antecedente colectivos. En esta traducción valoro a muchos autores y trato de poner mi granito de arena a través de Vallejo: introducir el runasimi del ayllu, de las comunidades campesinas y esos sallqarunas (monolingües y fuera del circuito urbano). Y finalmente, en lo más posible, recoger la riqueza expresiva del quechua sureño, las dos versiones, Ayacucho-Chanca y Cusco-Collao en clave inclusiva y sincretismo.

– César Vallejo es rico en exploraciones temáticas. Más allá de la nostalgia nos habla de su infancia, de su familia, de gente, de la tierra, la muerte, la religión, el hombre. Cuéntanos sobre tu trabajo de traducción del poema que da nombre al libro.

Los heraldos negros expresan esa nostalgia universal del hombre sin importar lengua, raza, religión, clase u origen; sin embargo, este mismo sujeto universal tiene posibilidad de vencer con la fraternidad y solidaridad. Por supuesto también hay una temática variada, por ejemplo, la relación del Dios cristiano con el hombre desde una posición heterodoxa. Vallejo tiene piedad del mismo Dios, incluso cuestiona desde el respeto. Y lo más interesante en el poemario son las palabras textuales de origen quechua o lenguas originarias que utiliza en Los heraldos negros: corequenque, huaca, Manco Cápac, llama, coca, tahuashando, paca-paca, tayanga, capulí, yaraví, huayno, entre otros. En resumen, Los heraldos negros, a mi modo de ver, no es exposición del dolor humano para la indiferencia o la resignación sino, incluso es una interpelación a la vigencia de la reciprocidad andina e identificación de similitudes con la perspectiva solidaria de los ayllus y las comunidades. Allí conectan Vallejo y la cultura andina. Allí radica su vigencia y semejanzas.

-La escritura, particularmente la poética de César Vallejo es rica en imágenes, metáforas. ¿Cómo fue el proceso de traducción de los poemas en su totalidad de Los heraldos negros?

-Ha sido un trabajo de idas y vueltas. Revisiones constantes. Comparación con otras bibliografías de traducción, por ejemplo, el de Porfirio Meneses y otros autores. Asimismo, en permanente diálogo con los quechuas monolingües de las comunidades y los adultos mayores migrantes en Lima, donde su visión y uso del runasimi es muy diferente al profesor lingüista de la universidad o al joven bilingüe rural, estos matices se tenían que tomar en cuenta. Si bien la traducción se realiza desde la enunciación quechua sureño, este no excluye a otras variedades, no es chauvinista ni cerrada. Ha sido importante la utilización de diversos diccionarios de la familia lingüística quechua. ¿Para qué? Para no caer en un facilismo uso de neologismos en el proceso de la traducción, excepto como opción ultima. Me interesa que un trabajo de traducción sea tan amplio en el uso de los diccionarios, desde el quechua sureño, central, los registros del quechua boliviano, ecuatoriano y argentino. Porque estamos conscientes que, con un solo diccionario en cualquier variedad, nos limitamos solo a castellanizar el quechua, y también, no poder traducir cualquier texto u obra compleja. Y Vallejo es complejo y con un lenguaje, imágenes y metáforas universales. Es decir, en la medida que no encuentro la traducción a un término o una palabra específica, dentro del universo de una sola variedad, debo recurrir crítica y creativamente a otras variedades quechuas. Y desde luego, utilizar la lingüística en su versión normativa (gramática) y descriptiva para que los escritos en runasimi tengan claridad y sean legibles para todos.

-Finalmente. ¿Cómo resolviste los desafíos de traducción?

-El desafío radica en conocer el universo Vallejo referido a su poética y al mismo tiempo entender el universo quechua desde la lengua. En lo primero, debo resaltar los estudios y abordajes sobre la vida y obra de Vallejo que me han servido para este trabajo, los de Ricardo González Vigil desde la crítica y valoración literaria y Miguel Pachas Almeyda desde la biografía sistémica. Entonces, el reto de la traducción consistió en realizar una especie de síntesis y unión de dos universos: la lengua quechua y poesía vallejiana. Esperamos se haya logrado ese cometido. Si lo leemos esta traducción a los hablantes monolingües del runasimi, pues, van a entender esa hondura expresiva de Vallejo en quechua, de la misma forma este texto puede ser útil para quienes están iniciando el aprendizaje del quechua. Finalmente, el desafío más importante, mi acicate como quechua hablante y peruano, fue plantearme a responder a algunas preguntas: ¿Cómo construimos una patria de todas las sangres?, ¿Cómo aportamos a forjar una sociedad más justa y democrática?, ¿Cómo traducimos esos problemas estructurales en soluciones más viables e inclusivas? … Sin duda Vallejo sabía esos desafíos y los quechuas también, por lo cual, la traducción es una forma de tejer vasos comunicantes entre diferentes culturas, un modo de revitalizar y reivindicar nuestras lenguas originarias. Aunque siento que hay muchísimo por hacer desde el Estado, la academia y desde los mismos quechuas.