“Hoy en día este cine está representando como ningún arte ni literatura las grandes transformaciones de nuestra sociedad, sus mayores heridas, sus abismos y búsquedas, y lo hace con tal precisión, que termina siendo revolvente, envolvente, rotundo”, señala la laureada escritora cusqueña Karina Pacheco Medrano, quien además formó parte del jurado en la categoría de Ficción Latinoamericana, del reciente 28 Festival de Cine de Lima y nos ofreció una entrevista al respecto
El cine peruano, particularmente el producido en ciudades fuera de Lima, no es un tema nuevo, por el contrario, son varias décadas que regiones como Arequipa, Ayacucho, Cusco, Puno, Junín, Trujillo, entre otras, producen películas de temáticas diversas, de alta factura y de reconocimiento internacional. Justamente, en la reciente versión del Festival de Cine de Lima, las producciones cinematográficas de ciudades como el Cusco destacaron en diversas categorías. “Me he sentido muy feliz porque tres películas de directores del Cusco hayan obtenido importantísimos premios: Kinra, de Marco Panatonic, se ha llevado seis grandes premios, incluido el de mejor Opera Prima y el exquisito premio del jurado de la Crítica Internacional; Raíz, de Franco García, obtuvo el premio del jurado latinoamericano a la mejor dirección; y Karuara, la gente del río, de Miguel Aráoz y Stephanie Boyd ganó el premio a la mejor película peruana y el premio del público. Algo a destacar en ellas, además, es que las dos primeras están contadas en quechua y Karuara, como el río Marañón, discurre entre el castellano y voces kukama. ¡Cómo no celebrar!, señala la reconocida escritora cusqueña Karina Pacheco Medrano, quien en su rol de jurado del reciente 28 Festival de Cine de Lima, nos ofrece una interesante mirada de lo que fue esta fiesta del cine latinoamericano.
-Karina, apelando a tu gusto por el cine en sus diversos géneros y en tu papel de cinéfila, ¿qué significó este 28 Festival de Cine de Lima, donde formaste parte del jurado de la competencia latinoamericana?
-Cada año el Festival de Cine de Lima es la oportunidad para que los espectadores disfrutemos de muchas de las mejores películas de América Latina, del propio Perú, y de ineludibles muestras del cine de autor de otros continentes. Estas, salvo si obtienen varias nominaciones o premios Oscar, raramente aterrizan en los cines peruanos, y en mi ciudad, el Cusco, es más raro aún; por tanto, este festival es una gran ventana para ampliar mi mirada no solo sobre el arte cinematográfico, sino sobre los mundos que el cine te permite conocer a través de un documental o una buena película.
-Cuéntanos sobre tu labor como jurado.
-En este 28 Festival de Cine de Lima me invitaron a participar como jurado en la categoría de Ficción Latinoamericana. Esto supuso evaluar dieciséis películas, de ellas, tres eran peruanas: Kinra, Reinas y Raíz. Todas las películas en competición tienen como mínimo una calidad notable porque han pasado por un proceso de selección bastante peliagudo. Recién he sabido que para participar en este festival postularon cerca de doscientas películas de ficción; nosotros, como jurado vimos “nada más” las dieciséis que pasaron a competencia. Por tanto, sólo el hecho de ser seleccionada para un festival internacional supone un reconocimiento importante para cualquier película.
Además de lo nutritivo que resultó ver intensivamente esas películas, algunas de ellas inmensas en su arte y su propuesta, en los debates y evaluaciones que compartimos alrededor de cada película, fue muy rico ampliar el horizonte con las miradas y perspectivas de las y los expertos en el oficio, cada cual procedente de varios sectores: la dirección, la producción, la actuación y la apreciación crítica. Aunque soy cinéfila, yo era la única mirada “outsider”, pues vengo de la literatura y las ciencias sociales.
Fotos: Dante Villafuerte.
De izq. a derecha: Daniela Vega, actriz chilena; escritora peruana Karina Pacheco; Lila Avilés, directora mexicana; Juan Antonio Vigar, director del Festival de Cine de Málaga.
Directores de las tres películas cusqueñas premiadas en el Festival con parte de su elenco
– El 28 Festival de Cine de Lima apostó por llevar su evento a otras ciudades del Perú. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
-Creo que las grandes artes enriquecen nuestra educación, nos iluminan la mirada. Me alegró mucho que este año el festival se extendiera a ciudades como Arequipa y Chiclayo, donde no sólo llevaron una selección de buenas películas, sino además clases maestras y conversatorios abiertos al público, gratuitos, que son la otra parte del Festival de Cine de Lima. Esta política por descentralizar el arte en sus diversas manifestaciones se debe a celebrar también.
En uno de esos eventos, me encontré con un grupo de chicos del Cusco, todos ellos jóvenes actores y aspirantes a directores, que visitaron Lima para aprender de las películas y aprovechar las clases maestras. Me alegró muchísimo y me confirmó la importancia de que festivales como este tengan componentes de formación gratuita. En nuestro país existen tantos talentos, pero muchas veces no encuentran los canales formativos o no acceden a ellos por motivos económicos.
-Karina, centrándonos en tu rol de espectadora. ¿Qué te parecieron las estéticas, las temáticas referidas al cine internacional?
-En el festival, como espectadora vi tres películas europeas muy potentes, entre ellas O corno, de la directora Jaione Camborda, que el año pasado ganó la Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián. Creo que su temática, vinculada a la maternidad, el parto y el aborto, con un tratamiento de las relaciones humanas exquisito, ofrece ricos diálogos con nuestra realidad. Pero, claro, estuve más centrada en el cine latinoamericano, la piedra angular del festival. Sin lugar a dudas, este cine, en lo que va del siglo, está atravesando uno de sus mejores momentos, con múltiples exploraciones en temas, contenidos, personajes y estéticas que, partiendo en su mayoría de entornos locales, a veces minimalistas, están narrando cuestiones universales capaces de interpelar a cualquier espectador promedio.
También ha sido interesante ver muestras de cine experimental, que puede ser incómodo por su estética o su propuesta, pero por lo mismo te extrae de los ángulos de visión más comunes. Puede que te guste más o menos un cine experimental según el caso, pero esa invitación a la osadía, a adentrarte en maneras insólitas de narración visual te abre la cabeza, no te deja impávida, no te deja indiferente.
El surgimiento de numerosas escuelas de cine y el crecimiento de las ayudas y concursos públicos para financiar documentales y películas han dado su fruto: se expresan en los guiones, las actuaciones, las direcciones, la fotografía, en la emergencia de historias marginales, rurales y otras narradas en múltiples idiomas originarios del continente, con el rico mundo que cada uno de ellos trae consigo. Por ello es indispensable mantener esas ayudas sin ningún tipo de censura basada en la ignorancia o la caverna política. Mira, el alcance que el cine latinoamericano está teniendo por el mundo hoy está bastante relacionado a las ayudas que reciben de sus Estados (ahí está el cine de Chile, Argentina, México, o la misma República Dominicana). En el Perú parecemos solamente ocupados en usar nuestra comida como bandera, cuando hoy mismo, el cine regional y el cine peruano más original, con toda su cadena de actores y directores podría traspasar más fácilmente cualquier frontera.
– El segmento del cine nacional está en medio de una coyuntura difícil en donde surgieron remedos de leyes que quieren censurar la producción cinematográfica peruana. ¿Cómo observas este hecho?
-El cine es uno de los sectores más contestatarios que hay en nuestro país en este tiempo de corrupción y crisis abismal. Me parece que la potencia de lo visual, la facilidad para en una hora y media o dos lanzar preguntas y verdades que pretenden ser negadas o silenciadas por la misma sociedad y las clases políticas es tan fuerte que, ese intento de censurar cortando fondos de manera ruin, tiene que ver precisamente con la constatación de la potencia del cine. Porque cuando es original y está bien construido, bien narrado, el arte se convierte en un arma de interpelación al poder, a la hipocresía, a la corrupción, al abuso de poder.
Es paradójico que, en este momento de profunda crisis social, política y de valores democráticos en nuestro país, el arte este emergiendo de una manera osada y potente, expresando, especialmente a través del cine, rebeldías, resistencias y maneras de relatar la historia con una fuerza y una originalidad de largo plazo que jamás los corruptos y los negacionistas van a alcanzar. Esa fineza y esa contundencia sólo reside en el mejor arte.
– Nora de Izcue y Mary Jiménez fueron reconocidas con justicia. ¿Qué percepción tienes sobre estas dos grandes cineastas peruanas tributadas en esta edición?
-El homenaje a ambas me parece un acto de justicia, pero además nos permite acercarnos a unas obras contundentes y originalísimas. Las dos tienen una larga trayectoria en la dirección y composición de películas y documentales. En un país donde los reconocimientos hechos a mujeres, cuando se dan, son vistos por muchos como una cuota de género, basta exhibir sus películas para dar cuenta de la gran calidad y de la audacia que hay en ellas, como mujeres y como directoras, para abordar tramas que ilustran retratos más amplios o relegados del Perú, desde ángulos muy singulares, con diferentes estilos y abarcando diferentes tiempos.
El homenaje que se le da a Nora de Izcue con la exposición de su vida y sus trabajos, con entrevistas que se le han hecho, dan cuenta de una obra de profundos contenidos e inmenso valor artístico. Es una obra desafiante, ¿no? Es alarmante que obras suyas, como Runan Caycu, sean continuamente exhibidas en filmotecas de medio mundo y que en el Perú haya muchos que todavía la desconocen.
Con respecto a Mary Jiménez, yo nunca había tenido la oportunidad de ver sus películas. En esta edición del Festival de Cine de Lima vi En el nombre de Tania y Fuga, obras donde situaciones sumamente trágicas, crudas, se narran con una finura y un temple que te deja pensando, que te sigue resonando días después. El gran cine, la gran literatura, la gran pintura o el buen teatro logran eso. Son el más fino bisturí para abrirte el corazón y la mente.
Fotos: PUCP
– ¿Qué representa para NUNA, el gremio que agrupa a las directoras cineastas mujeres?
-Me parece una iniciativa ejemplar de cómo se pueden hacer grandes cosas para promover el cine nacional y el cine de mujeres. NUNA interpela a un poder que pretende estereotipar o mandar a un rincón al cine de las diversidades y al hecho por mujeres. Expone ese cine, pero además se implica en política para luchar por el cine peruano en general y por el de directoras mujeres en particular. Esto es admirable. También me parece potente que en este festival NUNA haya dado un premio a la mejor directora, lo cual es un gran estímulo.nOjalá existieran más colectivos como este en el Perú, porque solo sumando fuerzas se podrá responder bien, e incluso con gracia, a la arremetida de los sectores más conservadores contra el cine de autor, de regiones, de diversidades y de mujeres, que, a fin de cuentas, es una arremetida contra la cultura y contra nuestros valores democráticos.
– ¿Cuál es tu visión sobre lo que se viene produciendo en las diversas regiones?
-Es un buffet exquisito y barroco, en proceso de continua renovación. Así como han emergido numerosas mujeres en la dirección, en los guiones, en la construcción de las películas que más están nutriendo, sacudiendo y elevando el cine peruano, el otro sector que en los últimos años le ha dado más aires de renovación, de originalidad y potencia al cine nacional es el que viene de las regiones. Se había conocido mucho el trabajo, por ejemplo, del director ayacuchano Palito Ortega, fallecido de manera muy prematura, cuyas películas, con su sello distintivo de terror andino, culminó con el terror de verdad de la violencia política, retratado en La casa rosada. En los últimos diez años hemos visto la obra de otros numerosos directores de casi todas las regiones, con voces y propuestas muy innovadoras, con películas que año tras años son seleccionadas en festivales del Perú y el mundo. Es el caso de los Catacora y Henry Vallejo en Puno, que han producido algunas de las más contundentes películas peruanas de la última década; o la obra de Omar Forero de Trujillo, a quien sigo desde su primera película, Chicama y que con su Historias de shipibos está explorando con igual finura ámbitos amazónicos; o está la cantera del cine del cine arequipeño, literalmente expresada en La cantera de Miguel Barreda.
El cine cusqueño, disculpa si me expando aquí por motivos obvios, tiene una larga y riquísima tradición. Contó con la Escuela de Cine Cusqueño, brillante en los años 50 con expositores como Manuel Chambi (de quien se está haciendo ahora una retrospectiva), Eulogio Nishiyama y Luis Figueroa; una línea estelar que se prolongó con directores ineludibles como Federico García y Jorge Vignati, cineastas con los que, por cierto, Nora de Izcue mantuvo estrechos diálogos y colaboraciones.
Por largas décadas, no aparecieron nuevos expositores con obras de largo plazo, hasta que, de repente, en los últimos quince años, a través de los talleres a los que algunos acudían en Lima y el extranjero, y en particular en los talleres de formación que se daban en el propio Cusco, como los del Centro Guamán Poma de Ayala, o los que luego vinieron con fondos de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco, muchísimos jóvenes pudieron acceder a primeras o segundas formaciones gratuitas, otros buscaron becas o ayudas en el extranjero, y los estímulos que se fueron ampliando desde el Ministerio de Cultura fueron trascendentales para permitir el desarrollo, preliminar, parcial o final de sus obras. Esto para autores del Cusco, Lima y otras regiones.
En años recientes ha sido hermoso descubrir la obra de César Galindo, y hoy, al término de la edición 28 del Festival de Cine de Lima, me he sentido muy feliz porque tres películas de directores del Cusco hayan obtenido importantísimos premios: Kimra, de Marco Panatonic, se ha llevado seis grandes premios, incluido el de mejor Opera Prima y el exquisito premio del jurado de la Crítica Internacional; Raíz, de Franco García, obtuvo el premio del jurado latinoamericano a la mejor dirección; y Karuara, la gente del río, de Miguel Aráoz y Stephanie Boyd ganó el premio a la mejor película peruana y el premio del público. Algo a destacar en ellas, además, es que las dos primeras están contadas en quechua y Karuara, como el río Marañón, discurre entre el castellano y voces kukama. ¡Cómo no celebrar!
– Después de la celebración, ¿qué retos ves para el cine independiente y para las películas regionales peruanas?
–En un primer lance, diría que lo urgente sigue siendo confrontar la ley que pretende censurar y reducir a mínimos las ayudas a ese cine, esos estímulos que son precisamente los que están permitiendo que los cineastas independientes peruanos puedan hacer estas estupendas películas y que los peruanos podamos educarnos mejor y nutrir nuestra imaginación y nuestros cerebros a través de ese medio. Pretender coactarlo, censurarlo o apagarlo es un suicidio.
Otro reto pendiente es que las cadenas de cine en el Perú abran sus salas, y en buenos horarios, a estas películas, como también al mejor cine que se produce fuera de nuestras fronteras. El cine comercial que llega con las grandes distribuidoras lo copa casi todo, y la posibilidad de acceder a una diversidad más amplia está reducida a mínimos. ¿Cómo es posible que, cada vez que salen buenas películas peruanas, haya que armar campañas por redes para que los propios cines peruanos nos las ofrezcan?
Y volviendo al principio, hay algo claro: Los promotores de las leyes contra el cine independiente peruano y regional no quieren ver algo irrebatible. Hoy en día este cine está representando como ningún arte ni literatura las grandes transformaciones de nuestra sociedad, sus mayores heridas, sus abismos y búsquedas, y lo hace con tal precisión, que termina siendo revolvente, envolvente, rotundo. Imagino que censurando el cine más original que siempre ha sido rebelde y contestatario, pretenden parar esas transformaciones, pero el Perú ya es otro, hace mucho.