El niño del metro desde la mirada de Nataly Villena y Gabriela Quispe

Traductora e ilustradora de El niño del metro, una joya de la literatura francesa, nos hablan sobre la relevancia de este rescate del sello Maquinaciones Narrativa

El clásico de la literatura infantil francesa L’Enfant du Métro, de la francoperuana Madeleine Truel, se reeditó en el Perú y en español como El niño del metro, después de 80 años. La autora Nataly Villena y la artista Gabriela Quispe se encargaron de traducir e ilustrar respectivamente esta joya que ganó los Estímulos Económicos para la Cultura 2021 del Ministerio de Cultura.

Nataly Villena (Escritora/Traductora)

Sobre la traducción

El niño del metro es una historia curiosa porque escapa a la estructura habitual de la mayoría de los cuentos para niños. De inmediato una se da cuenta de que hay un subtexto que se puede entender a partir de un contexto geográfico y temporal. Lo geográfico está íntimamente ligado al metro de París. Lo temporal es el momento que le tocó vivir a la autora. Ambos representaban una dificultad para la traducción destinada al público peruano. Uno y otro nos resultan lejanos. Quien no ha hecho uso regular del metro parisino, o del subterráneo en general, entenderá difícilmente ese contraste entre el encierro, la sensación laberíntica de moverse y jamás poder emerger y lo que está arriba, la ciudad. Ello, evidentemente, tiene un correlato con el periodo de la ocupación, que tampoco es conocido para el lector peruano promedio de manera detallada, salvo para quienes se han interesado en el tema. Ese periodo implica otro tipo de encierro, el de una ciudad controlada por los invasores, físico, psicológico, moral.

La traducción debía dar cuenta de ello y a la vez restituir la libertad con la que este niño recorre la ciudad en busca de personajes imaginarios, una libertad que se percibe a través del lenguaje. Para la traducción elegí entonces guardar primero una fidelidad a la musicalidad y al ritmo del texto original. Luego elegir las palabras que mejor correspondiera a ese viaje imaginario del niño en el que proyectaba su aspiración de otra vida, libre, rodeado de amigos. Fue un hermoso desafío, al que había que enfrentarse con humildad y con brío.

Importante rescate

Su rescate es importante hoy, en el Perú, porque estamos viviendo en un contexto social, económico y político negativo, propicio al surgimiento o fortalecimiento de corrientes fascistas. Y Madeleine Truel fue una compatriota que, en el momento más duro de la historia francesa, se unió a la resistencia, lo que significaba poner en peligro la propia vida para defender, de manera clandestina, el país que el nazismo quería convertir en territorio de una dictadura genocida. Conocer a Madeleine Truel nos recuerda también que aún en las circunstancias más oscuras hay espacio para actos heroicos. Y que la literatura puede permitirnos soñar y escapar de situaciones duras, permitir seguir viviendo a pesar de ellas.

Un metro nos acerca a una multiplicidad de experiencias

El tránsito en el metro es una de las experiencias más extrañas cuando uno llega a ciudades grandes en las que ese medio de transporte permite existir una vida subterránea. Con el uso continuo, se tiene la sensación de recorrer las entrañas de una ciudad y acceder a sus secretos. La proximidad con ese prójimo al que puede observarse de cerca, mientras dura un trayecto, hace posible imaginar una infinidad de otras vidas. El metro alberga también una población particular, no solo está la gente de paso, también hay, como el niño de esta historia, pobladores del metro. En ese tejido bajo tierra, encuentra cobijo gente sin domicilio. En periodos de frío extremo, se abren estaciones del metro para evitar que la gente sin recursos muera de frío. Es altamente simbólico que Madeleine Truel haya elegido ese espacio para situar su historia en un momento tan terrible. Durante la Ocupación, ese entramado de túneles oscuros y en apariencia sin vida, podría ser, en el plano literario, también una metáfora del espacio interior que nos recorre y en el que, gracias a la imaginación (como este niño) podemos alcanzar una evasión radical. Y no solo eso, también un espacio donde la solidaridad es posible, como le sucede a este niño.

El metro, por su carácter democrático —porque en los corredores de una estación o en un vagón no existen privilegios—, nos acerca a una multiplicidad de experiencias, a una multiplicidad de orígenes y a confrontar también una multiplicidad de necesidades. El metro está lleno de inmigrantes, de desplazados, de gente buscándose el pan de cada día. Truel, mujer sensible, lo supo plasmar en la ternura, en la desazón y también en la chispa de este niño que va de estación a estación, siguiendo pistas, enfrentándose a situaciones inesperadas, desanimándose, pero también encontrando ayuda en algunos de los personajes que encuentra en su camino.

Gabriela Quispe (Ilustradora)

Ilustrar El niño del metro fue un desafío enorme

Ilustrar El niño del metro, fue un reto, sobre todo porque la consigna era reinterpretar las ilustraciones, hacer una versión respetando los originales del libro. No era un encargo usual. La misión para mí era transmitir a mi estilo lo que la ilustradora y la autora del cuento habían plasmado originalmente en la versión de 1943. Además, sabíamos que se imprimiría en blanco y negro y no a colores, y en un formato mucho más pequeño y con una proporción diferente, entonces era un reto aún mayor. Opté por la ilustración analógica, con acuarelas y lápices de color porque me pareció la vía correcta, una forma más íntima y personal de recorrer el camino que seguiríamos junto al niño.

No era una historia convencional

Lo leí y percibí desde el primer momento que no era una historia convencional, ni se narró de una forma convencional, era una historia osada, con códigos propios, con mucha luz, pero también con personajes y situaciones intensas, con recursos tan simples como una canica en las manos un niño como fuente de esperanza y de aventura, como parte de la solución, del ansiado escape. Intenté vincularme desde la misma simpleza, recreando el mismo recorrido, una ruta que me hablaba de aventura, esperanza y también de misterio, a través de cada estación y de cada instancia de la historia.

Una joya casi desconocida

Tenemos un libro muy significativo en nuestras manos, por la autora y su contexto, por la historia y su simbolismo. El niño del metro es una joya casi desconocida que forma parte de nuestra literatura y que merece un lugar en ella. Un libro que narra un mundo fantástico en paralelo a la guerra, la esperanza del escape, en este momento histórico, que también lo recibe en un contexto de guerra. Tal vez sea el punto de partida para otros futuros rescates, el reconocimiento a sus autoras, porque, aunque, por derechos de autor, no se hayan podido rescatar también las ilustraciones originales, es, además, cómo no, un testimonio del trabajo de Lucha Truel, la ilustradora de la versión original en francés, y por tanto también un referente y un documento de la obra de una artista nuestra, una ilustradora peruana en 1943, y eso me parece maravilloso.