Qué significó escribir en pandemia

Lisette Balabarca, Rommy Balabarca, Violeta Barrientos, Sophie Canal, Tania Castro, Alina Gadea, Christiane Félip Vidal, Ulla Holmquist Pachas, Fietta Jarque, Myra Jara Toledo y Cecilia Zero, nos ofrecen sus testimonios sobre esta intensa experiencia que ahora forma parte del libro Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena

Durante el inicio de la crisis sanitaria producida por el Covid-19, las editoras Anahí Barrionuevo, Ana María Vidal y Victoria Guerrero Peirano, invitaron a 53 escritoras peruanas ubicadas en distintas ciudades del Perú y del mundo a escribir sobre su experiencia en torno al encierro global. En suma: un registro de los primeros días de la pandemia a través de la memoria de 53 mujeres. Así, se reunieron sus relatos, poemas, crónicas o cuentos que finalmente vieron la luz en el título Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena recientemente publicado por la editorial independiente Cocodrilo Ediciones.

¿Qué implicó para una parte de ellas escribir durante la pandemia global? Lisette Balabarca, Rommy Balabarca, Violeta Barrientos, Sophie Canal, Tania Castro, Alina Gadea, Christiane Félip Vidal, Ulla Holmquist Pachas, Fietta Jarque, Myra Jara Toledo y Cecilia Zero, nos cuentan sobre esta experiencia.

Lisette Balabarca/Foto: Archivo de la autora

En retrospectiva la pandemia como la que vivimos hace más de año y medio es algo completamente diferente a como andamos ahora. Cuando nos pidieron los textos en marzo de 2020, lo que estaba pasando, para mí personalmente, era como estar en una nebulosa donde, además, todo iba demasiado rápido. Era difícil expresar lo que estaba ocurriendo. Creo que un poco de eso está en lo que escribí: la intensidad, la rapidez, la diversidad de hechos, acciones, reacciones que se estaban dando y, sobre todo, en mi caso, la diferencia tan grande entre cómo se vivía en Nueva York, donde vivo, a como era en Lima y, en general, en el Perú.

Hoy a veces me parece que todo eso fue un sueño, un sueño feo que, sin embargo, no ha terminado, pero que ha cambiado muchísimo. Lo loco de todo esto es que, cuando escribimos los textos, a inicios de la pandemia, no imaginábamos que esto se daría de la manera en la que ahora se está dando. Hoy hay una sensación como de que estamos casi al final de esta pesadilla (unos países más cerca que otros, obviamente) por la cuestión de las vacunas y porque conocemos mejor al virus. Sin embargo, la incertidumbre continúa y hay nuevas preguntas para las cuales no tenemos respuestas o, si las hay, son vagas, nada concretas: ¿cuánto tiempo durará el efecto protector de la vacuna? ¿aparecerán otras variantes más contagiosas, peligrosas y difíciles de atacar? ¿lograremos la inmunización de rebaño o la de la mayoría de las personas en el mundo? y, sobre todo en el caso peruano, ¿lograremos salir de la crisis económica y social en la que la pandemia nos ha dejado? No es que esta crisis no existiera antes, claro, pero estaba quizás camuflada en una falsa sensación de bonanza.

Estamos peor que hace un año y medio, ¿esto cambiará? ¿mejorará esta situación en alguna medida o hemos caído en un pozo del que nos será difícil salir? La pandemia nos ha enfrentado, de la manera más cruel, a la precariedad de nuestros sistemas de salud, de educación y laboral. Finalmente, creo que, si algo sacamos de esta experiencia es que hay gente solidaria pero también gente a la que el otro no le importa nada. No soy muy optimista con el futuro, aunque espero la situación mejore o que, por lo menos, no sea peor de lo que está.

Rommy Balabarca/Foto: Archivo de la autora

El ejercicio de la escritura obedece a un intento de poner cierto orden en los acontecimientos que nos circundan. En momentos de crisis, situaciones límite, la escritura se hace urgente y actoras/actores buscan renombrar cosas, hechos, pues el lenguaje se quiebra, así como el territorio y sus habitantes, la sociedad, y se hace tan inestable que precisamos un punto de referencia. Creo que eso fue lo que Anahí, Ana María y Victoria, las editoras de Durará este encierro, tan lúcidamente advirtieron: la necesidad de decir, de contar, de volcar la letra a un recuadro que nos permitiera dar sentido a un fenómeno cuya magnitud, para mediados de marzo de 2020, aún no comprendíamos bien y cuya inminencia era lo único seguro.

Violeta Barrientos/Foto: RLC

En medio de la paralización y la sorpresa escribir para una antología como Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena sobre una experiencia tan fuera de lo común fue soltar un mensaje en una botella a lo desconocido dejando testimonio de lo que estaba ocurriendo. Luego hubo mucho más que contar, historias personales e historias colectivas de muerte y de sobrevivencia. Nadie imaginó que todo esto duraría tanto tiempo y que todo pendiera de un hilo.

Sophie Canal/Foto: Archivo de la autora 

Escribí el texto un día con euforia y luego lo olvidé. En mi caso, el primer periodo de cuarentena coincidió curiosamente con una avalancha de pedidos a nivel editorial. Me encontraba en el paraíso. Había empezado a gozar del poco tiempo que me quedaba una vez librada de mis rutinas de funcionaria mecanizada: por fin un dios viral me otorgaba tiempo para escribir. Es más, ¡me obligaba a escribir! A la hora de releer el cuento para la publicación del libro en internet, sentí mucha vergüenza: un año después de su redacción, me parecía indecente hablar de mi propia felicidad en un Perú que se iba hundiendo más y más en un duelo sin fin. Al final el libro Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena, es una versión del cielo: luces de mujeres distintas pero auténticas, perteneciendo a galaxias ajenas, pero que tuvieron cada una el valor de reinventarse desde su posición en el mundo. Para que, entre almuerzos, gritos, meriendas, fugas de agua, bebés por nacer, cenas, amantes, golpes, maridos y tareas del colegio en la suciedad de la mesa familiar, el extremo cansancio logre prender una luz suficiente para juntarse con las de la sororidad.

Tania Castro/Foto: RLC

Decir es mi forma de resistencia. Lo ha sido siempre. La noticia de la pandemia nos trajo consigo una joya a la que agradezco de alma: la pausa. Forzada o no, indispensable para mirarnos. Eso me dejó entrar en el cosmos profundo de mis preguntas más íntimas que se deben parecer anchamente a las de todas y todos. Asimismo, me hizo caer en vulnerabilidad. La vulnerabilidad nos pone humildes y la humildad es belleza. Nos devuelve al lado cierto del camino. En este contexto también disfruté, no voy a negarlo, de redescubrir a los míos a fondo y redescubrirme en ellos, de gozar viendo un cielo limpio y las calles del centro de mi ciudad en un silencio que permitía leer más nítidamente las capas de memoria que hay en esa plaza aplastadas por la bulla de siempre. El vacío es un buen nido para organizar la palabra propia en forma de pájaro. Ojalá y vuele libre hacia alguna mujer, hacia algún ser humano que se pueda encontrar un poquito en ella.

Alina Gadea/Foto:RLC

Escribir el cuento Agnes Darnell para Durará este encierro significó una sublimación de las sensaciones de aislamiento y soledad. Dentro del pecho o de la cabeza los escritores tenemos una especie de máquina que convierte las emociones en palabras y de esa manera exorcizamos lo que nos impacta, atormenta o rebela. También sentí solidaridad hacia la soledad que va más allá de las cuarentenas; la soledad de mujer. Con este cuento subvierto esa realidad y la convierto en plenitud dentro de cuatro paredes. Porque la verdadera libertad está en el corazón de cada cual y la verdadera aventura de la vida muchas veces se da dentro de la conciencia. El encierro tiene mil caras y tanto a nivel narrativo como en la vida real es una fuente de historias. Además, es un reto contar una historia en dos carillas. Un ejercicio de precisión muy interesante que exige un lenguaje y estructura especiales.

Christiane Félip Vidal/Foto: Archivo de la autora

Nací en Francia, junto al mar mediterráneo, pero luego el azar hizo que viviera en Estrasburgo en Alsacia, Clermont-Ferrand en el Macizo Central, Rastatt en el Bade-Wurtemberg alemán, Bilbao en el país vasco español, las cuatro ciudades cercanas a bosques que se prestaban a horas de caminatas en contacto estrecho con la naturaleza. Un contacto que perdí por completo al llegar al Perú que es para mí, descartando la selva, un país demasiado mineral para mis gustos pues no encuentro en él mis referentes ni vegetales ni animales. Por ello cuando, en los primeros meses de la pandemia, buscando por internet reportajes sobre la evolución del Covid-19 y sus consecuencias, me topé con un documental que daba cuenta de cómo los animales iban deambulando con tranquilidad en espacios urbanos desiertos, me llené de alegría. Soy amante de los animales y ver a jabalíes, patos, elefantes, zorros, venados, todos paseando en familia con sus crías, me dio la impresión, pese al virus, de un retorno al paraíso perdido.

Daba una impresión de libertad, y lo vi como una posibilidad de reconquista de espacios de parte de los animales y de espacio social de parte de los eternos excluidos de la sociedad, entre ellos las mujeres. Las ciudades eran nuestras y las íbamos a disfrutar. Fue una visión hermosa, emocionante, pero un sueño demasiado breve. En efecto, estaba trabajando sobre dictaduras del siglo XX y el aspecto repetitivo de las represiones e injusticias de aquellos gobiernos durante décadas rompió mi idílica visión de un posible retorno a la pureza de un mundo nuevo. La lucidez se impuso “porque las utopías que nacen en tiempos de crisis no duran. Porque el ser humano no aprende y la Historia se repite”. Y si bien la crisis puso en evidencia la maldad de varios, pero también la generosidad y entrega de muchos, aun así, persiste mi pesimismo respecto al mundo por venir. Pero el sueño valió la pena.

Ulla Holmquist Pachas/Foto: Archivo de la autora

Escribir durante la pandemia significó proponerme recuperar la presencia de mi madre y meses después fue posible brindarle un espacio adecuado y seguro en mi casa en la tierra que la vio nacer, Chincha. ¡Y la NK95 ya no está entre nosotros gracias al avance de la vacunación!

Fietta Jarque/Foto: Archivo de la autora

Creo que la pandemia ofreció, a quienes escribimos, un contexto excepcional. El cuento que escribí para Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena, surgió como una curiosa revelación, un atar cabos entre la situación global e imprevisible que vivimos y una sensación de ciencia ficción. Lo que cuento tiene mucho de real, solo que contarlo lo convierte en ficción.

Myra Jara Toledo/Foto: Archivo de la autora

Escribir durante la pandemia tiene un sentido profundísimo. Es expresarse en medio de una tragedia privada y pública. La poesía no ayuda a nada, según yo, pero el acto de escribir sí. A causa de la pandemia mi esposo perdió la vida. Todos vivimos bajo el peso de la historia. Escribir no me parece un acto valiente, pero sí me provoca curiosidad tratar de entender por qué sucede. La pandemia ha cambiado mi vida y mi escritura. El dolor perfila la vida. La escritura es una mezcla de dolor y lucidez.

Cecilia Zero/Foto: Archivo de la autora

Escribir mi texto para Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena implicó conectarme con una ansiedad y un dolor muy grande que me está costando superar, pero también ha sido una oportunidad para el autoconocimiento y el aprendizaje. Fue importante ser parte de este libro porque al leerlo no puedo creer todo lo que he vivido desde el inicio de la pandemia cuando inocentemente pensé que el encierro duraría 15 días. Parece que todo lo que viví le sucedió a un personaje de ficción. ¡Increíble! Después de esto voy a ser una persona más fuerte. Estoy muy agradecida con las editoras por haberme invitado participar de este libro que es un registro histórico de una época tan difícil.