Alina Gadea: “La ficción lo hace posible todo”

El sello Campo de Niebla Editorial de Argentina acaba de publicar el libro La casa, de la destacada autora peruana

La casa (Campo de Niebla Editorial, 2019), pequeña novela de la escritora Alina Gadea, estará disponible en el circuito librero de Argentina, en su nueva y atractiva edición. Desde el inicio, la nouvelle despliega ese hálito misterioso y enrarecido que acompañan las antiguas casonas limeñas, más aún cuando el tiempo y su arquitectura les han otorgado un alma, un espíritu, que habrá de influir en quienes pretendan apoderarse de ellas.

La historia nos presenta a Mariela Ramos, quien después de divorciarse vuelve a ejercer el oficio de arquitecta. La transformación neoliberal de Lima la hace sentir acorralada y desahuciada. Las construcciones coloniales están siendo derribadas para dar lugar a edificios modernos. Mariela vaga por las calles de los barrios de Barranco y Miraflores, y encuentra en aquellas casas llenas de nostalgia e historias, la posibilidad de una nueva vida.

-Alina, la editorial Argentina Campo de Niebla Editorial acaba de publicar La Casa, nouvelle que en su primera edición se llamó La casa muerta. ¿Cuáles son los cambios que esta nueva edición experimentó?

-Básicamente es la misma historia, sin embargo, el editor tuvo a bien conservar las descripciones sobre Lima que se habían suprimido en la primera edición. El criterio fue que aquí podrían contener aspectos usuales que allá resultan de un interés particular para conocer la transformación urbana de nuestra ciudad. Del mismo modo, rescató más detalles sobre el mundo interno de la protagonista, Mariela Ramos, por considerarlos inusuales en la forma de ser de la mujer argentina, algo más empoderada y objetiva frente a este personaje hipersensible, romántico y vulnerable.

– Recuerdo que esta historia fue inicialmente un cuento…

-Así es. El cuento La casa muerta, como tú sabes obtuvo el premio Copé Bronce en la XIV Bienal de cuento de Petroperú. Es una historia muy importante para mí pues fue la puerta de ingreso a este maravilloso oficio de escribir. Demoré más de un año en elaborarlo porque allí estaban contenidos muchos de mis demonios y por la misma razón necesitaba seguir exorcizándolos, y así convertí el cuento en novela. Creo que esta historia siempre vivió conmigo.

-En nuestros múltiples diálogos sobre tu escritura viene a mi memoria tu apreciación por las grandes casonas, las añejas, las señoriales. Las atmósferas que se entretejen en torno a ellas. ¿A qué le atribuyes este interés?

-Nací y viví en una de esas casas que hoy son parte de un recuerdo. Un modo de vida en extinción. Hay una nostalgia muy literaria en ello. Son paraísos perdidos. Pienso que Lima no ha sabido conservar su personalidad y que, al desaparecer las casonas en pro de las ventajas económicas de la construcción de edificios, la ciudad ha cambiado su fisonomía y con ello la estética, los espacios verdes, los árboles y hasta la luz, el aire y el silencio necesarios. Con la desaparición de las casas se fueron también las calles perfumadas por las enredaderas. Como bien lo predijo Chabuca “son unas calles cualquieras camino de cualquier parte”. O Julio Ramón, cuando alude al antiguo balneario de Miraflores como “una urbe vocinglera y sin alma”.

-La casa y todo lo que ella encierra es también un tema recurrente en la escritura de José Donoso.  ¿Consideras que tienes un vínculo con Donoso por esta apuesta por lo que encierran estas casas?

-Admiro profundamente a José Donoso y me atrae mucho justamente por la forma cómo describe la transformación social de Santiago, sus escenarios siempre en espacios interiores y otros temas como la decadencia, la decrepitud y la locura. El mundo interno de los personajes y su construcción psicológica. Me parece un mago y es una gran fuente.

– La novela, ¿es un claro grito en contra la expansión de la selva de cemento?

-Efectivamente, la literatura subvierte la realidad; el escritor es un observador de la vida que se rebela contra lo que perturba, recreándola en la ficción, hace eros del tánatos y pone en orden el caos interno.

-Desde pequeña has vivido en una de estas casas añejas. Con el paso de los años tu casa desapareció lo cual te generó una enorme tristeza. La casa, ¿es un tributo a tu fenecida casa?

-Sí, así es. Es un homenaje al mundo que contenía esa casa, como en la poesía Mi casa muerta de Javier Heraud a quien releo permanentemente. Pienso que el escritor, como bien dice la palabra “vate” es un adivinador que se anticipa al desenlace de las cosas y se abastece no solo de lo ocurrido sino de lo que está por acontecer, trasciende al espacio tiempo a través de la creatividad y del poder de la palabra. La ficción finalmente lo hace posible todo y hasta que una casa pueda resucitar.