Actriz, gestora cultural, narradora oral, poeta y una de las artistas multidisciplinarias más importantes de la ciudad del Cusco, en una breve charla a propósito del mes de la mujer
En febrero último presentó el original espectáculo “Ay laviu”, disparatadas historias de amor para un público seguidor del más importante de los amores: “el amor propio”. Ayer, para un grupo trabajadoras de la administración pública, ofreció la cuentoconferencia “Mujeres libertarias”, espectáculo interactivo de cuentos que lo trabajó desde su experiencia con las artes escénicas, la literatura y narración oral, contrastado con las vidas de un puñado de mujeres peruanas de todos los tiempos con las autobiografías divergentes y contestarías. Por la noche, participó en el varieté «Si de mí se trata”, en el que presentó la historia de una mujer libertaria de origen afroperuano con canto, cajón, quijada, cajita y zapateo en vivo. Hoy, desde el Cusco, se dio unos minutos para concedernos una breve charla sobre su trabajo, del cual nos dice:
“Si de una vez por todas aceptamos que la educación, independientemente de la edad, es un proceso de desarrollo integral del ser humano, es preciso entender que el arte no es sólo un contenido, una materia a la que se le asigna oficialmente cuarenta y cinco minutos semanales en la currícula, sino un camino prodigioso y divergente que acompaña todo proceso evolutivo y una herramienta pedagógica de inigualable impacto. El arte implica aprender haciendo, desde la escucha atenta de todo lo que existe adentro y afuera de nosotros mismos. Implica el desarrollo de la sensibilidad, la disciplina y el compromiso con lo que está pendiente de cura. El arte nos compromete umbilicalmente con la vida y su defensa y nos sitúa en el aquí y el ahora. Es una experiencia que involucra tu cuerpo, tus sentidos, tus sentires, tus pensares y, fundamentalmente, tus haceres.
Cállate, lengua sin manos” (Del cantar de Mio Cid). Precisamente, tomo esta frase porque considero que el arte no busca la erudición ni la experiencia estética aislada del mundo que nos duele, sino que entrena tu creatividad de manera fluida permitiéndote pasar de la queja a la propuesta, de ser parte de la anomia del rebaño humano consumista a ser protagonistas del cambio, del cambio pequeño, del cotidiano, de la casa, el centro de trabajo, la calle; y, cómo no: Del cambio soñado: la utopía de la justicia y la libertad sin manipulaciones.
Está la idea equivocada de que el arte es una actividad de disfrute sin trabajo y que allí una manga de humanos nos juntamos a perder el tiempo cantando, tocando instrumentos, pintando, escribiendo, danzando, esculpiendo. Qué rico, qué fácil, se dice. Por el lado del disfrute, debo decir que sí, que, pese a la cantidad de horas de entrenamiento, de esfuerzo, de preparación del cuerpo y las investigaciones bibliográficas y las de campo “gozar del placer sin culpa”, es un sagrado derecho humano del que el arte te vuelve más consciente: “Diez por ciento de inspiración, noventa por ciento de transpiración”. El arte, como otras experiencias y oficios destinados a la siembra, nos dota de una identidad y de un sentido de comunidad. Nuestros idiomas artísticos populares nos dan cara propia en el concierto de las naciones”.
Sobre sus labores artísticas
Siempre he dicho que mi proceso comienza con una suerte de flechazo de amor, de epifanía, no es posible decirle que no. Salvando algunas odiosas resonancias religiosas: “parto de algún guiño certero de Dios sobre mi alma”. Puede ocurrir en un paisaje bellísimo o en medio de cualquier momento menos sacro, una nunca sabe. Una vez aceptado el primer guiño, toca planear, convocar a la familia artística que comparte tus humanas aspiraciones al proceso de co-creación. Porque hasta un monólogo implica la participación de una comunidad cómplice y co-gestionaria.
En el país, en general, no hemos avanzado mucho en la percepción de que el arte es un ingrediente indispensable hacia el desarrollo real de una sociedad y hacia la ansiada cultura de paz, así que además del tiempo que nos toma entrar en el bellísimo momento de gestar a la “criatura”, en la mayoría de los casos estamos obligados a dedicarnos a ser nuestros productores y financiar de nuestros propios pecunios el nacimiento de nuestras obras de arte.
Esto, en cuanto a la creación misma de la obra. Pero está el proceso permanente de empaparse de todo, de no privarse de leer, de escuchar, de irradiarse el alma de otras obras artísticas milenarias y contemporáneas. Esta alimentación permanente es mi principal disciplina. Eso y beber de la historia para evitar la repetición de lo que ha dolido y volver a caminar el camino de lo que ha sido pleno. Este alimento y las rutas de la naturaleza que son la fuente indispensable, siempre. Y el parar de consumir lo que nos distrae y nos ofende de la pseudo cultura del entretenimiento y las industrias mal llamadas culturales. Para empezar el concepto industrias culturales ya es, de por sí, un terrible oximorón. No es fácil, pero le toca al artista de este tiempo estar atento y descolonizando el lenguaje, el del hablar y el del arte, permanentemente.
Sobre Tania Castro
Artista escénica. Cuenta cuentos, poeta, educadora y gestora cultural cusqueña. Vinculada a las artes escénicas desde pequeña. Sus padres son artistas del teatro. Su madre fue educadora. Además de poesía, escribe dramaturgia. Durante más de tres décadas a estrenado espectáculos, lecturas y performances. Ha publicado títulos de poesía y forma parte de diversas antologías. Vive y escribe en el Cusco. Foto: Archivo personal de la artista.