Perú: un pueblo históricamente místico

Somos herederos de culturas que han dejado huellas visibles y palpables hasta el día de hoy: templos, danzas, cerámica, tejidos, escritos, tradiciones orales y más…

Por: Romina Paredes

Siempre me pregunté y me preguntó qué encierra el significado de lo místico o de vivir una experiencia mística. A propósito de una serie de vivencias que observo a mi alrededor considero que lo místico va más allá de las ceremonias lideradas por chamanes, curanderos o videntes cuya sabiduría se argumenta en nuestra vasta tradición cultural.

Vivo en un país en donde las experiencias místicas son ofrecidas a los turistas cuando planean qué hacer cuando visitan el Perú o las llamadas tierras incas. En nuestra cultura es ancestral la presencia de brujos, videntes, profetas, y su rol ha sido relevante en las culturas que por siglos identifican a nuestro país. Somos un pueblo históricamente místico.

En nuestra sociedad, el misticismo está presente en nosotros de manera cotidiana y el vínculo se registra día a día. Somos herederos de culturas que han dejado huellas visibles y palpables hasta el día de hoy: templos, danzas, cerámica, tejidos, escritos, tradiciones orales y más.

Perú es uno de los países en donde los lugares para vivir experiencias místicas son el principal atractivo turístico: Marcahuasi, el río Amazonas, Machu Picchu. Los lugares son infinitos y diversos. Nuestro despertar va de la mano de la sacralidad y el sentido comunitario de la vida: naturaleza/animales/plantas, que aún podemos ver, palpar y sentir. Tal vez piensen que exagero, pero a las pruebas me remito: el oráculo de Pachacamac -considerado un centro magnético- la ciudad sagrada de Caral; las Líneas de Nazca; la ruta Moche; la Fortaleza de Sacsayhuamán y Urubamba, el Valle Sagrado de los Incas, entre otros.

Toda esta cultura mística también la podemos observar a nivel cultural. Este año la cartelera teatral ofreció Camasca, de Rafael Dumett. La obra narra -desde una perspectiva actual- un hecho histórico importante: la guerra entre Huáscar y Atahualpa previa a la conquista española. Personalmente me fascinó la representación del oráculo del cerro Catequil y su viejo sacerdote, un vidente que respetaba la fuerza y los vaticinios provenientes del cosmos y las montañas.

Asimismo, la artista visual Rosamar Corcuera, ceramista destacada de la escena artística contemporánea, en su reciente exposición “Canto y gemido de la tierra”, rindió un homenaje al poder creativo de la madre tierra. Así como estos ejemplos podemos citar otros que revelan las experiencias místicas que día a día se funden en nuestro quehacer diario.

Todo esto me lo recuerdan amigos y colegas de fuera, pues a partir de una reunión de planeamiento que pude organizar hace año y medio en Urubamba, la impresión de lo bello y místico de nuestro país quedó para siempre en su memoria. Muchos de ellos visitaban la ciudad del Cusco por primera vez, otros ya lo conocían, pero hasta el día de hoy me siento bien cuando en medio de la rutina laboral me dicen: “oye Romi, tengo que decirte algo: no sabes cómo me acuerdo de esa semana. Qué impresión tan grande me dejó tu país, su cultura, su misticismo”.

Concluí que seguiré acumulando experiencias ligadas al misticismo y abriendo mi mente para tomar lo que el mundo y la energía ofrecen porque en este país -a pesar de sus problemas- queda mucho por disfrutar.

Romina Paredes es experta en Marketing y Estrategia de Negocios con 25 años de experiencia. Sus últimos 18 años ha desarrollado su carrera en la industria de TI donde ha desempeñado diversos roles a nivel de América Latina. Actualmente es directora del portal de arte y cultura digital LIMA EN ESCENA. Es una apasionada del arte, las expresiones culturales y la historia. Ama escribir y viajar. Twitter: @rominaparedes Linkdin: www.linkedin.com/in/rominaparedes