Autora del interesante título “Lucía tiene calle”, charla con Lima en Escena, y a propósito del Año del Bicentenario, reflexiona: “El Bicentenario nos invita a pensar cómo entendemos la libertad y cuánto hemos avanzado realmente en un proyecto descolonizador que quizá empezó hace doscientos años…”
A través de su libro “Lucía tiene calle” (Pesopluma, 2021), la pequeña Lucía, alter ego de la artista visual y autora Eliana Otta, nos ofrece una interesante y colorida cartografía de Lima que explora sus distritos, sus calles, sus recovecos, sus objetos, sus espacios públicos, sus desaparecidos cines, en suma: una mirada poética desde la evocación y los cambios que nuestra capital experimentó a lo largo de estas últimas décadas. Al respeto Lima en Escena charla con la autora y artista visual. Fotos: archivo personal de la autora.
-Querida Eliana, tu ópera prima Lucía tiene calle, es una cartografía de la ciudad de Lima, sus distritos, sus calles, sus recovecos, objetos, en fin. ¿Cómo cambió nuestra ciudad desde los ojos de una niña que paseaba en bicicleta por diversos puntos de su ciudad, visitaba a sus abuelos, recalaba entre Chorrillos y La Punta, hasta hoy?
-En las últimas décadas se consolidó un proceso de privatización del espacio público que se relaciona a una comprensible sensación de inseguridad generada por el conflicto armado interno, pero apuntalada por el programa integral privatizador del gobierno de Fujimori, obedeciendo a los mandatos neoliberales globales de los noventas. Los parques se enrejaron o se volvieron escenarios para ver y no tocar, las playas se sacrificaron, transformándose en restaurantes, clubes y casas particulares, pequeños negocios fueron cerrando, cediendo paso a grandes centros comerciales y las calles se llenaron cada vez más de publicidad, vendiendo blanquitud y modelos de vida heteronormativos y patriarcales. Al mismo tiempo, el espacio público se mantiene como una zona de disputa entre las formas autorizadas de comercio, especulación y aquellas móbiles, cambiantes, adaptables, las llamadas informales, que son el sustento de las mayorías, como comprueba una pandemia donde quedarse en casa significa no tener qué comer. Esas dinámicas de sobrevivencia de las comunidades migrantes que hicieron suya Lima, cada vez vinculan más la defensa de su derecho de existir con el expresar su vitalidad intercultural. Canalizar esas fuerzas hacia modos más justos y amigables de convivencia es un desafío colectivo pendiente.
-Tus recuerdos nos remiten a nombres de las calles de diferentes puntos de Lima: Micaela Bastidas o Teresa Gonzáles de Fanning. Mujeres que actualmente están en foco procurando ser visibilizadas con justicia. ¿Por qué estás mujeres se tornan vitales en tu libro en pleno año del Bicentenario?
-En el libro aparecen Micaela Bastidas y Teresa Gonzáles de Fanning, vinculadas a las preguntas: ¿por qué hay tan pocas calles con nombre de mujeres en nuestra ciudad? ¿de qué manera las calles expresan los valores e ideales imperantes?… En años recientes hemos visto ejemplos en el mundo de monumentos derribados, como parte de luchas antiracistas y anticoloniales. Nuestras ciudades han sido construidas por los colonizadores, los nombres de las calles puestos por las élites del poder que nunca han representado a las mayorías. El Bicentenario nos invita a pensar cómo entendemos la libertad y cuánto hemos avanzado realmente en un proyecto decolonizador que quizá empezó hace doscientos años, pero sin duda sigue en curso. ¿Cómo podemos comprometernos cotidianamente con un proyecto decolonizador amplio y convocante? Evocar a figuras como Micaela nos inspira a buscar esa fuerza transformadora en las mujeres, que con su trabajo sostienen la parte más ancha de la pirámide de dominación que es el Perú.
-Si bien Lucía tiene calle nos ofrece una serie de hechos anecdóticos producto de sus paseos por la capital, nos conecta también con un Eguren, Arguedas, Heraud. Nos aproximas, desde la evocación a la literatura peruana, a sus autores, a su poética, su narrativa, ¿no?
-Creo que me interesa expandir conversaciones creando puentes entre mundos distintos, el de los adultos con el de la niñez, el del pasado con el del presente y el futuro, el del arte con la literatura, el de la narrativa con la poesía. Incluir sus rostros puede despertar curiosidad y ese es uno de los objetivos de Lucía tiene calle, contagiar la capacidad de preguntar a quienes lo lean, por ejemplo, que niñas y niños pregunten a sus familiares quiénes fueron esos personajes. Quizá alguna madre o padre se sienta motivado a leerles algún fragmento de sus obras como respuesta, o a conversar sobre cómo Lima puede ser también una fuente de ejemplos y héroes o heroínas para cada unx de nosotrxs.
-Aludir desde la memoria emocional a las huacas, es potente, más aún en un momento que se las invade, se la descuida, se las abandona. Solo figuran las más importantes, las protegidas digamos. La arqueóloga Ruth Shady denunció que un congresista apoya a invasores de Caral. Desean destruir nuestra historia. ¿Qué implica hablar de las huacas?
-Implica reconocer que vivimos en un territorio poblado hace miles de años. Que mucha gente antes de nosotrxs supo hacer fértiles sus tierras, vincularse respetuosamente con sus ríos y mares, así como con los territorios aledaños. Que descendemos de culturas que veneraban al sol, al agua, a los animales, y que en esas mismas huacas los adoraban, reunían alimentos, reproducían rituales. Que las huacas simbolizan conocimiento, continuidad y herencia, y que para muchxs son aún lugares sagrados, por lo que nos interpelan a convivir con un pasado que se manifiesta en el presente aunque sea de modo sutil. ¿Cómo podemos dar forma a una ciudad donde distintas épocas, creencias y culturas puedan coexistir sin imponerse ni destruirse unas a otras? Mientras se construyen edificios cada vez más altos, las huacas nos invitan a mirar abajo, a la tierra, a lo que hay debajo de ella, donde restos arqueológicos aún sin encontrar se esconden entre raíces y seres ajenos a la urbanización.
– Finalmente. Las salas de cine, como Ídolo, Odeón, Porvenir desaparecieron y fueron reemplazados por Iglesias. Con esta segunda ola del Covid19 parece que los multicines seguirán ese camino. El cine como disciplina artística está vital ahora de la mano del Streaming. ¿Qué nos puedes decir sobre esta transformación?
-No sé qué tan realista sea esto, pero quisiera pensar que esto es una pausa y no el declive total del cine como espacio para compartir un momento de atención exclusiva a una forma de arte. No me molestaría que desaparezcan los consorcios que mueven exclusivamente películas de Hollywood, y el internet posibilita acceso a películas de otros circuitos, por lo que quizá la gente esté expandiendo sus horizontes en este período. Pero sí me gustaría que cuando sea posible volver a reunirnos, recuperemos y renovemos el hábito de ver películas colectivamente. Que surjan nuevos cine clubs, proyecciones en las calles o casas, pequeñas salas quizá con menos presupuesto pero más convencidas de la capacidad del cine para mostrar otros mundos posibles, creando un espacio de fascinación y concentración colectiva al que no podemos acceder mirando películas en casa.