La ciudad en que no estás de Margarita Saona

En La ciudad en que no estás. Cuentos Reunidos (Cocodrilo Ediciones, 2021), última entrega de Margarita Saona, integrada por relatos, viñetas y minicuentos o aforismos filosóficos, hay un cuento estupendo con el que quiero empezar esta breve nota: “Desequilibrios”. El texto tiene dos epígrafes alusivos, uno de Gustavo Cerati, el músico argentino, y otro del poeta peruano Mirko Lauer; los dos se refieren al espacio y a una posible caída o desprendimiento.

Escribe: Carmen Ollé

La historia se desarrolla en la ciudad de los rascacielos; y si bien sabemos de fanáticos de la escalada, actividad deportiva que consiste en ascender paredes o del funambulista francés  Philippe Petit, conocido por cruzar caminando sobre un cable la distancia entre las torres gemelas, en “Desequilibrios” la trama se envuelve de un halo de misterio, un toque fantástico, para llevarnos por una vía imaginaria pero deliciosa: la conversación entre la protagonista, una mujer en bicicleta y un equilibrista “suspendido entre dos rascacielos sobre una cuerda floja”.  Es una escena primaveral bella y tierna al mismo tiempo.

Las preguntas y respuestas que ambos se dirigen evocan la inocencia y la sabiduría de un clásico literario, El principito , la novela de Saint- Exupéry, en la que se muestra el extrañamiento de un niño, procedente de un asteroide, sobre la manera necia como ven la vida los adultos. En el cuento de Saona, como en casi todos los relatos reunidos en este volumen, se nos revela la conciencia de límite: realidad/fantasía. Arriba/abajo; la dialéctica de lo dentro y de lo de afuera, de la que habla Gaston Bachelard en La poética del espacio.

Los encuentros entre ambos se suceden diariamente durante un tiempo indefinido, en que ella -consciente de su naturaleza terrenal- insiste en pedirle que baje, la ciclista es muy demandante ante el hecho de la naturaleza celeste del equilibrista, a quien nadie ve, solo ella; la gente pasa indiferente por su lado.

   -Quiero que bajes.

   -Sabes que no puedo -me respondió con dureza.

   -¿Por qué? No entiendo por qué. Baja, aunque sea un ratito.

   -Dejaría de ser equilibrista.

Ella con su exigencia pretende traspasar el límite de lo imposible. Pero una visión, una quimera tienen sus propios bordes y el tratar de borrarlos tiene un alto precio. Ella lo descubrirá al intentar la escalada.

“Acuario” es otro cuento de gran factura. En él la conciencia del límite es mucho más táctil, ya que se trata de una pecera en un consultorio médico. Dentro, uno de los pececitos de colores toca el borde del vidrio del acuario: ¿intenta acaso escapar?, se pregunta una paciente, quien a su vez se identifica doblemente con el avatar de la pez, así en femenino: “Del otro lado, la pez tocaba el vidrio donde su dedo lo tocaba.”

La misma escritura es un “castillo de palabras”, en el que se puede vivir “quinientos años, presa en su laberinto”, escribe la autora. Pero es en “Ángeles caídos”, donde las fronteras se anulan respecto de la voz del narrador; tres personajes cuentan su historia o sus emociones de manera continuada, como en una película, y Margarita Saona logra que el “castillo de palabras” de la madre, la hija y el padre se escuchen de manera natural sin ambigüedad ni confusión para el lector.

En todos los relatos nos encontramos con el mundo animal: pájaros, ranas, peces, ardillas, elefantes, cocodrilos, zancudos, mariposas. Ellos son tal vez los actantes más relevantes en este cálido libro, ya que aportan -como la pez y la mariposa- el deseo de libertad para vivir un instante, aunque sea un solo instante feliz.

   

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Prolífica escritora peruana. Marcó un antes y un después en la historia de la literatura local a propósito de la publicación de su primer libro Noches de Adrenalina. Tiene publicado más de 10 libros de narrativa. Actualmente conduce un Taller de Escritura Creativa.