Por: Carmen Ollé
Rocío Silva Santisteban publicó en 1994 cuando era aún muy joven su primer libro de poemas Asuntos circunstanciales. Su poesía, dice el poeta argentino Ramiro Vicente, “atraviesa las cuestiones de género a través de una nueva sensibilidad y de una nueva sociabilidad”. Sus temas -señala Vicente en la revista digital ParaleloSur- tienen que ver con “su universo íntimo, tan ahogado por las variables históricas agotadas y violentas de los años posteriores a la vuelta de la democracia, surcado por la soledad, el recogimiento y el drama, culturizado por el rock y la urbanidad de la década del ochenta”. A ello hay que agregar que, en la poética de Silva Santisteban, tienen un sitial los asuntos de género relacionados con la violencia política y las relaciones interpersonales. Y es que la misoginia niega en las mujeres algo que es consubstancial al sapiens, la hybris, el desborde, su sapiencia y su demencia. La locura creativa en la mujer ha sido siempre perseguida desde antiguo. La inquisición y los doctores de la Ley castigaban a las mujeres inteligentes, a las artistas, a las curanderas porque desplegaban sus capacidades intelectivas y artísticas y expresaban su subjetividad.
No podemos olvidar tampoco su posición antiminera en el interesante informe que preparó: Mujeres y conflictos ecoterritoriales (Impactos, estrategias, resistencias), contra el modelo extractivista, “perjudicial para el equilibrio ecológico del planeta”, que Rocío defendió como parlamentaria durante los años 2020 y 2021.
Este interés por la marginalidad, lo doméstico disfuncional, la misoginia y el feminicidio contra las mujeres se plasma con gran logro literario en El Quemadero, Cuentos reunidos, publicado en 2023 por la editorial Cocodrilo.
El Quemadero tiene tres partes: Me perturbas, Reina del manicomio y Cuentos inéditos, además de un interesante prólogo del escritor y profesor universitario Alejandro Susti. Sobre la obra de Silva Santisteban, anota Susti algo que me parece necesario tener en cuenta cuando el lector ingrese a este universo íntimo en el libro de Rocío: “La mutilación, el desamparo o la orfandad de los personajes -nunca presentados desde una perspectiva compasiva o solidaria- también se hacen presentes en uno de los mejores relatos de este volumen, ‘El limpiador’.”
Cuando Me perturbas apareció como libro en 2001, recuerdo cómo me remeció entonces emocionalmente “Aura” por el trepidante latido de la muerte en un ave doméstica que emborrachan para un festín. Escrito con gran destreza, la narradora recurre a la elipsis y a la intriga para mantenernos en vilo durante la lectura. Y es “Aura”, precisamente, el relato que abre El Quemadero.
Rocío Silva Santisteban, autora de El Quemadero.
El remake es otro recurso que Rocío usa con gran éxito en sus cuentos. A través de esta técnica narrativa se adapta un texto original para crear una nueva versión. Es el caso de “El limpiador”, remake de “El campeón de la muerte” de Enrique López Albújar. Tanto en “El limpiador” como en “Dulce amor mío” predomina la violencia de género; en “Dulce amor mío” podemos rastrear atmósferas minimalistas, estilo Hemingway o Carver. Destaca la dosificación del suspenso y la habilidad para ir absolviendo las expectativas del lector. Un cuadro perverso del deseo, en el que los flujos de los cuerpos y los golpes masoquistas forman parte del ritual erótico. A propósito del tema, recuerdo un breve episodio en una mesa sobre literatura peruana donde asistimos Rocío y yo. En esa oportunidad, al referirme a la trama de una novela, dije que yo no podía matar a mis personajes. Rocío, que estaba sentada a mi lado, agregó: “yo sí tengo que matar”. En ese instante me acordé de otra amiga escritora, Pilar Dughi, para quien el homicidio no se podía obviar tampoco en sus cuentos. Como escritora, ella también tenía que “matar”.
Rocío Silva ha incorporado en este volumen siete formidables cuentos, donde el abanico temático se amplía e intensifica: la ansiedad ante la enfermedad terminal de su progenitor; o la imagen histórica de la rabona entre la soldadesca, durante la Guerra con Chile. También se percibe en “Madre soltera” un tono confesional y autobiográfico. Un encuentro en “Tinto de verano” con un cura de perfil multifacético en Madrid con el fin de conseguir financiamiento para proyectos sociales hace el deleite cosmopolita.
Y, por supuesto, en “El Quemadero” -que da título a este imprescindible libro- aparece su irrenunciable inclinación por el medio ambiente, la trata, la prostitución y el vil asesinato en los lavaderos de oro de Puerto Maldonado.
Creo que “Reina del manicomio” podría ser un texto emblemático en la narrativa de Silva Santisteban. Porque todos los temas -o casi todos- se concentran en este relato por la gran energía que emite -como un quásar-: el abuso de poder, el acoso sexual, la mugre corporal, la pobreza y la orfandad de las mujeres más vulnerables.