Becky Urbina: “Las niñas y niños tienen un espíritu de subversión”

La autora del libro de poesía Camping en el país de las maravillas (2015), la novela infantil Algo Azul (FCE-2020), nos ofrece algunos alcances sobre su novísimo libro electrónico para niños A dónde se va el sol (Ediciones Norma Perú, 2020). Ilustraciones: Andrea Balbuena. Foto de portada: César Zamalloa. 

Letizia es una niña curiosa. Siempre le hace preguntas a su papá. Una tarde frente al mar le consulta: “¿A dónde se va el sol cuando se hace de noche?”. Este le explica que el sol no se va a ninguna parte y que es la Tierra la que gira alrededor de él. La pequeña no queda satisfecha con la respuesta e imagina muchas situaciones fantásticas que le pasan al sol cuando se hunde en el mar. Así empieza su relación con las estrellas de mar, cuenta chistes a los delfines, baila con los pulpos, compite con las ballenas.

Al respecto charlamos con la destacada poeta y gestora cultural Becky Urbina.

-Becky, además de ser curiosa, Letizia es una niña desenfadada, ingeniosa y con una capacidad creativa para conectarse con la naturaleza admirable. Claramente estamos ante una niña no convencional…

-El origen de Letizia es la actitud poética de inconformidad, que no se queda contenta con las razones convencionales y prefiere inventarse otras, que no necesariamente serán más ciertas, pero que sí se acercarán más a satisfacer su curiosidad. Si bien la trama de A dónde se va el sol surge de un poema mío de hace varios años, al momento de adaptarlo y de construir el personaje de Letizia, tomé algo de las curiosidades, preguntas y ocurrencias con las que me sorprende mi hijo Vicente cada día, y por otra parte la ironía, lo onírico, lo fabulado, que son aspectos literarios que siempre me han interesado. Elaboré una primera versión de este libro para el curso de Edición de libros infantiles de mi maestría, quería que el personaje fuera una niña y al preguntar opciones de nombres, nos quedamos con Letizia, como la hija de mi amigo Javier, uno de los compañeros de mi grupo.

-A través de Letizia das rienda suelta a tu creatividad contestaria, a esa necesidad de cuestionar, crear hechos y situaciones mágicas. Percibo un hilo conductor entre tu poesía irónica y lúdica y la historia de A dónde va el sol. ¿Lo percibes así…?

-Sí, también lo siento así, A dónde se va el sol surge de un poema mío que transita entre el sueño diurno y la fantasía, yo diría incluso que se acerca a las formas de los mitos y leyendas, que intentan explicar ciertos elementos o fuerzas de la naturaleza alejándose de lo científico y acercándose a la fabulación y la creación. Pienso que todo lo que vemos, todo lo que percibimos tiene principalmente dos formas de ser explicado: la forma racional y concreta, basada en fundamentos irrebatibles y, por otra parte, la forma poética, la forma artística, que cuestiona esos fundamentos y se lanza a imaginar otros, a intuirlos, a crearlos. Creo que también se acerca mucho a la naturaleza de los niños y las niñas, con cuestionamientos inagotables y con la capacidad de crear metáforas y mundos alternos de manera muy espontánea. A veces los adultos descalificamos estas capacidades al decirles: No, eso no es así, eso no puede ser, ciñéndonos a una mirada muy cerrada de las cosas, una mirada que imposibilita la creación y la libertad del pensamiento.

-Estamos ante una original historia que nos aproxima a la autora y su vínculo con el mar y sus estrellas, defines, pulpos, ballenas… ¿Hasta qué punto el mar es un elemento importante en tu proceso creativo?

-La verdad, era algo en lo que no había ahondado de forma racional, pero este año, al publicar A dónde se va el sol y Algo azul, me di cuenta de lo presente que está el mar en ambos libros, e incluso, yendo más atrás, también en algunos poemas de Camping en el país de las maravillas. Pienso que el mar es un motivo, un símbolo que me mueve mucho, implica todos los sentidos, me trae recuerdos muy poderosos tanto de la niñez como de la primera visita al mar con Vicente, y, además, ha sido el sonido de fondo que muchas veces ha acompañado mi escritura. Pienso también que el proceso de escritura es como meterse en el mar a buscar un tesoro oculto, dejar que fluya, que te lleve, que te revuelque, y salir empapada y revuelta, sabiendo que el tesoro sigue escondido, pero que será motivo para seguir entrando a buscarlo.

– ¿De qué manera ser mamá de Vicente estimuló tu creatividad poética, tu escritura…?

-Vicente me ha llevado a reencontrarme con la inocencia de la infancia, que de ingenuidad no tiene nada, pero sí de asombro constante, de ocurrencia, de curiosidad, de cuestionamientos, de picardía. Me ha refrescado la mirada y me ha llevado a conocer un poco más la real complejidad de los niños, en la que no reparamos con frecuencia. Creo que ese espíritu está presente en mi escritura. Y bueno, incluso en mi poesía, siento que la llegada de Vicente ha hecho que despierten temas como la maternidad, el habitar y el retorno a la infancia.

– Letizia rompe con los personajes cliché de la literatura infantil, ¿no?

-Como mencionaba en relación con Vicente, a veces tenemos una visión de la niñez bastante irreal, los niños y las niñas piensan, saben y entienden mucho más de lo que creemos. Hay en ellos incluso un espíritu de subversión, por eso, a mi parecer, no están para que les demos libros que les enseñen a portarse bien, sino que los despierten, los cuestionen, los muevan y conmuevan, los sorprendan, los lleven de ida y vuelta a esos mundos posibles que encontramos en la literatura. Escribir para ellos y ellas implica no subestimarlos, confiar en su capacidad de observación, que he comprobado que supera a la nuestra como adultos, en su capacidad de asombro, en su creatividad para interpretar, reflexionar y muchas veces completar las historias a su antojo, en su sentido crítico. Quería para Letizia algo de eso, que ponga nuestro pensamiento lógico-racional de cabeza, que sea capaz de darle la vuelta a la tuerca con sus ocurrencias, con su forma de ver el mundo.

– Los chicos de hoy son interactivos, creativos, cuestionadores. Ellos no creen que el lobo se comió a la caperuza. ¿Por qué es importante brindarles contenidos de reflexión y no historias cándidas, obsoletas?

-Pienso que los clásicos igual los siguen cautivando, porque tienen personajes arquetípicos que no tienen pierde. Sin embargo, como tú dices, no es que acepten todo de manera sumisa, sino que muchas veces lo cuestionan. Si no les gusta la historia, te la cambian y te dicen cómo quieren que sea. En la actualidad hay muchas versiones de los cuentos clásicos, sin embargo, no todas de la misma calidad. Pero por mencionar algunas que a Vicente y a mí nos gustan mucho, están: “Los tres lobitos y el cochino feroz” (Eugene Trivizas y Helen Oxenbury) y “Una caperucita roja” (Marjolaine Leray). Otro libro que a mí me fascina es “La durmiente”, de María Teresa Andruetto. Y fuera de los clásicos, sí pienso que es importante, como mencionaba antes, brindarles historias que los muevan, que generen algo en ellos. Para enseñarles a portarse bien estamos sus mamás y sus papás, no la literatura. Así como en una obra de arte que vemos en un museo, no buscamos una moraleja, creo que tampoco debemos de direccionar la literatura al simple hecho de transmitir mensajes aleccionadores. Los niños deben encontrar más que eso en los libros, deben encontrar más preguntas que respuestas, más espacios, más vacíos que ellos puedan llenar, porque los libros a los que se acerquen ahora, influirán en la forma en que vean a la literatura cuando sean mayores, y creo que debemos aspirar a formar lectores críticos, más que sumisos.