El año del viento

 “Todas las vacas tenían nombre, Blancaflor era la favorita de Bárbara. Cuando la ordeñaba cantaba huaynos alegres y canciones de protesta en castellano…Es rebelde y bilingüe, como yo”. Con estas palabras, Karina Pacheco recrea a Bárbara, el personaje enigmático y protagónico desde su adolescencia en Umara, una comarca de Andahuaylas en los años previos al cruento enfrentamiento entre Sendero Luminoso y el Estado peruano

Escribe: Carmen Ollé

El año del viento es una magnífica novela que plasma el periodo más sangriento de nuestra historia (1980-1992) con casi 70 mil muertes según la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Sin embargo, en esa época, la prensa no fue objetiva, ya que las noticias distorsionaban la realidad, percibida desde otros ángulos en las regiones. Precisamente, la autora, Karina Pacheco nos cuenta cómo se vivió desde el Cusco la agitación política estudiantil y los avances del terrorismo, un término que también resulta ambiguo y producto de la manipulación fujimorista.  Esta parte del relato encierra una severa crítica al centralismo, vigente en nuestros días.

El tema central de El año del viento es la búsqueda, cuarenta años después, del rastro de su prima Bárbara, que desapareció luego de abandonar sus estudios universitarios, para destinarse como profesora de una precaria escuelita en las alturas de Umara.

Bárbara, a quien en los primeros capítulos podemos ver en su plenitud adolescente, junto a su prima Nina, aún niña, se diferencia de esta -la narradora de la novela- en que aquella está más preocupada por la historia y la política del Perú.  Bárbara Varas revalora el pasado indígena al considerarse descendiente de Mama Huaco, mientras que Nina-niña -como su prima y amiga la llama- es fresca y alegre. Un par de objetos la caracterizan como regla: los patines, con los que la “nínfula” vuela por el parque del Trébol en el Cusco, sus magníficas maniobras se fijan para siempre en nuestra memoria cuando realiza el paso del ángel: “el tronco inclinado, los brazos abiertos, una pierna extendida”, una patinadora en absoluta posesión de su inocencia infantil, absorta en sus evoluciones y no en la desgracia social y política que se avecina.  Bárbara, en cambio, como personaje protagónico, tiene esa marca de las mujeres indóciles, dramáticas, que recuerdan a la Alejandra de Sobre héroes y tumbas de Sábato o a la inquietante Javiera en La invitada de Simone de Beauvoir.

Como experta narradora, Pacheco va sembrando detalles sobre la personalidad de Bárbara gracias a la mirada infantil de Nina-niña: Las cartas misteriosas de alguien con las iniciales A.A.S. y que Nina piensa provienen de un admirador; probablemente hay en el contenido de las mismas algo más que palabras de amor, piensa el lector y, a tenor de los tiempos álgidos, deben tener otras implicancias en el corazón y la mente de una muchacha campesina de 16 o 17 años como Bárbara. Otro indicador es la incursión de esta en los mítines universitarios en la ciudad del Cusco, bastante movida políticamente.

Karina Pacheco/Foto:AdrianaPeralta

La novela, planteada en dos tiempos, tiene la virtud de atraparnos desde el comienzo. Nina, la narradora, llega a Madrid al empezar 2020, dos meses antes de que se declare la pandemia por el Covid-19 en todo el planeta. A su arribo conoce a una mujer que es el clon de Bárbara, quien al abordarla niega ser ella y exclama con incomodidad que Bárbara está muerta. Este encuentro en un mercado de Madrid es el disparador de El año del viento, pues Nina regresará al Perú para conocer de primera mano cuál fue el destino de su añorada prima: dónde murió, quién fue A.A.S. Todas esas expectativas serán resueltas a través de la trama.

Por el recorrido que realiza Nina en Abancay, se extiende ante nosotros la vista panorámica de dos espacios contrapuestos: las regiones andinas en la década del ochenta: el campo, los niños jugando a su aire en las calles o en las pistas de tierra, algo que irá cambiando durante la guerra interna y el terrorismo: Caseríos quemados, hombres, mujeres y niños desaparecidos. Pero cuando Nina vuelve en el 2020 a Umara para investigar sobre la desaparición de Bárbara, todo es irreconocible: carreteras anchas, asfaltadas en reemplazo de las viejas trochas donde circulan ruidosos autos, camiones, buses; edificios y cabinas de Internet y ruido, mucho ruido. Es en ese momento en que Karina Pacheco logra contagiarnos su nostalgia -teñida de desgracia y sangre- por la infancia y la entrañable adolescencia, época de sueños, y de ilusiones.

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Prolífica escritora peruana. Marcó un antes y un después en la historia de la literatura local a propósito de la publicación de su primer libro Noches de Adrenalina. Tiene publicado más de 10 libros de narrativa. Actualmente conduce un Taller de Escritura Creativa.