Asfixia

En una inédita sesión virtual transmitida por televisión y por redes sociales vía streaming, sin alfombra roja, ni nominad@s, ni periodistas, ni público en el lugar, el domingo 27 de octubre se celebró la ceremonia de los Arieles, el galardón que la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas entrega año con año a lo mejor del cine nacional…

Por: Gabriela Olivo de Alba

Las películas nominadas a dicha categoría fueron: ‘Asfixia’ de la realizadora Kenya Márquez, ‘Cómprame un revólver’ de Julio Hernández Cordón, ‘Esto no es Berlín’ realizada por Hari Sámano, ‘Polvo’ de José María Yázpik, y ‘Ya no estoy aquí’ dirigida por Fernando Frías de la Parra. Esta película narra la historia de una banda de jóvenes inmersos en el gusto por la música Kolombiana en Monterrey, liderada por Ulises de 17 años, que al ser testigo involuntario en un episodio de un crimen a una pandilla se ve obligado a migrar hacia los Estados Unidos, y es la cinta que obtuvo el galardón mayor y varios premios en otras categorías.

Me interesa resaltar en esta breve reseña, que la única realizadora nominada por Mejor película y dirección fue Kenya Márquez por ‘Asfixia’ su segundo largometraje que forma parte una trilogía. Alma, la protagonista del filme es una mujer albina que acaba de salir de la cárcel. La película refleja la crítica situación por la que atraviesa al intentar conseguir trabajo y recuperar a su hija. Esto se ve agudizado por la discriminación de la que es objeto por su condición de persona albina lo que la hace víctima de mofas, burlas y segregación extrema. La presencia casi irreal de Alma entra en choque con un contexto adverso que la excluye.  Encuentra en  Clemente, un hombre hipocondríaco de mediana edad, algo que se vislumbra como una posibilidad de afecto.

La propuesta cinematográfica de Márquez pone en marcha diversos recursos y estrategias perceptivas, en las que el elemento del agua  juega un papel importante.

Al centrarse en una mujer albina, Márquez -para tocar temas de violencia y discriminación- ha elegido un personaje excepcional y lo que crea alrededor de dicha figura es una atmósfera casi mística acentuada visualmente por una paleta de tonos grises y celestes. Por lo demás hay en la cinta un intencional tono de humor negro lo que la aleja de cualquier sobre carga dramática.

La posibilidad de la esperanza se abre para Alma quien, al recuperar a su hija, se aleja del ambiente adverso y en una imagen metafórica de libertad y renovación, madre e hija se sumergen en el agua.

En una entrevista ofrecida en octubre de 2019, Kenya Márquez rememora: “Todo surgió a partir de un recuerdo de la niñez. Me quedaba sola mucho tiempo en casa esperando a que mi mamá llegue del trabajo. A las seis de la tarde me daba miedo que no llegara y siempre pasaba una niña albina a la que observaba por la ventana. Sentía que era un ángel y eso me daba como un respiro. Pensaba que no pasaba nada, que mi mamá iba a llegar. Sentí que  eso tenía que tener Clemente, que tenía que ver a un ángel venir a su vida y tener ese respiro, esa luz chiquitita de volver a vivir”.

Miro en redes la programación de una serie de video charlas en que participarán cineastas peruanas que moderará Rossana Díaz Costa ¡lo que daría por ver en una misma mesa reunidas a realizadoras mexicanas y peruanas compartiendo el mirar de sus miradas! Cuánto me gustaría ver publicado en FCE o alguna otra editorial, el guion y story board de sus películas.

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