Poéticas de la ciudad

El título Poéticas de la ciudad, se ocupa de la otra poética de cuatro autores: Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui, Jorge Pimentel y Carmen Ollé. El autor Carlos Villacorta abre su estudio con una visión panorámica sobre cómo ha sido el proceso de cambio de la ciudad de Lima y desde cuándo podemos llamar a Lima una ciudad moderna

Por: Carmen Ollé

Es difícil lanzar en esta época en la que prevalece el deseo de entretenimiento, libros de autoayuda y lecturas de pasatiempo un ensayo sobre la poesía. Creo que el ensayo literario hoy en día no es una muestra de ostentación erudita ni está escrito con un lenguaje críptico, dirigido solo a especialistas, como para no concentrarse y seguir leyendo con interés sin tener que pensar en qué cocinaré hoy o si vendrá el cobrador de la renta. Al contrario, el ensayo ahora también experimenta un proceso de inflación, como la inflación cósmica, y pasa del análisis académico sobre la lingüística del texto, la sociocrítica o la deconstrucción, a otros temas que conectan rápidamente con los lectores. Pongo el caso del estudio sobre Rimbaud de Kristine Ross: El surgimiento del espacio social: Rimbaud y la Comuna de París, el movimiento insurrecto de 1871 donde la tendencia es extraer del significado de los versos del poeta maldito las pruebas de que era un militante de la comuna; aunque esa conclusión es política, es un modo diferente de acercarse al texto poético, obviamente desde una posición de izquierda. Carlos Villacorta evita tomar partido en este sentido, ya que los poetas seleccionados ponen en bandeja sus ideas políticas, y el autor del Poéticas de la ciudad: Lima en la poesía de los setenta las ilustra con un análisis sutil y perspicaz.

Poéticas de la ciudad se ocupa de la otra poética de cuatro autores: Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui, Jorge Pimentel y Carmen Ollé. Villacorta abre su estudio con una visión panorámica sobre cómo ha sido el proceso de cambio de la ciudad de Lima y desde cuándo podemos llamar a Lima una ciudad moderna. El crítico se refiere en el prólogo a un doble proceso de modernización: la urbana y la poética de la historia peruana, afirma que ese proceso empezó en el siglo XX, con la destrucción en el siglo XIX de las murallas que defendían la ciudad de Lima en la Colonia de los ataques del exterior empezó la voluntad de cambio, para dar paso a nuevas avenidas.

En 1970, anota el autor, a raíz de las migraciones de la sierra a la costa y debido a la pobreza la capital peruana se tugurizó. La modernización urbanística sí se dio, según el autor de este libro, no así la de las mentalidades, pues siguieron siendo coloniales y conservadoras. De otro lado, los migrantes se dieron cuenta de que la capital no los iba a admitir y la discriminación y la miseria se agudizaron.

Con los cambios sociales, surge en la época de Velasco Alvarado el movimiento Hora Zero movimiento vanguardista aparecido en los años setenta del siglo XX cuyos fundadores fueron Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel, al que luego se incorporaron otros poetas como Mario Luna, Jorge Nájar, Enrique Verástegui y que congregó a muchos seguidores. El ideal de esta nueva poesía era el poema integral, es decir, la creación de una poesía diferente, una nueva retórica en el buen sentido que incorporara las experiencias de los migrantes.

Un par de vueltas por la realidad es el libro que ha elegido Villacorta para analizar la poética de Ramírez Ruiz, quien murió de manera trágica como gran parte de los poetas del siglo XIX y algunos de la primera mitad del siglo XX. Villacorta considera que Ramírez Ruiz opta por una poesía ideológica donde esté presente la lucha de clases, ya que la poesía no debe evadir la realidad, sino formar gracias a ella a un nuevo hombre. Es claro que estamos en una época donde la utopía poética aún cobra fuerza entre los escritores, pues se piensa que quien lee cambia, se vuelve un ser humano diferente. La posición ideológica que reconoce como motor de la historia la lucha de clases en Ramírez Ruiz también irá atravesando un proceso inflacionario, pues su poesía posterior adopta experimentos lingüísticos y la estructura de sus poemas muta y abandona el diagrama convencional para adoptar un dibujo aritmético. Ramírez Ruiz empieza con una poesía monódica, el famoso canto solitario del bardo griego, de naturaleza subjetiva, para cambiar su mirada por la del trabajador peruano, sus deseos, sus vicisitudes. “No solo se trata de representar a los nuevos sujetos urbano-populares sino de crear lazos intersubjetivos a partir de la nueva poesía”. Afirma Villacorta. En este sentido el amor es el tema ideal, sobre todo en el texto titulado Irma Gutiérrez.

En su recorrido por la ciudad de Lima, JRR declara obsoletos los espacios coloniales para poner de relieve los nuevos espacios emergentes. De este modo se adelanta a creadores más jóvenes como Roxana Crisólogo y Domingo de Ramos por ejemplo.

En cuanto al estilo, la poesía de Hora Zero y la JRRR escogen el lenguaje conversacional, porque es el más acorde con sus opciones político-literarias, la poesía críptica y esencial que se impondrá en los noventa como reacción a la de Hora Zero de raigambre popular y estructuralista, no está tan ligada a los intereses de las masas. En Hora Zero, los mentores de su propuesta serían el poeta Ernesto Cardenal, Enrique Lihn o Antonio Cisneros. Curiosamente coincide con una época populista, la del General Velasco Alvarado.

Villacorta cita a Cornejo Polar en este tema, para quien el desarrollo de la poesía conversacional es muy complejo, Villacorta también cree que va más allá de la mera influencia de la poesía inglesa o beatnik. Sobre todo, porque en los setenta a diferencia de los sesenta en el lenguaje horazeriano abundan los vulgarismos según Oviedo, las jergas y dicciones varias, además de obscenidades, que se elevan al olimpo, como ese hermoso verso de Verástegui “y a la mierda la historia de la mierda”.

Se trata pues de un lenguaje en bruto, duro y sano, pero no por ello el poeta es un ingenuo ni un novato, eso lo demuestran las experimentaciones y las referencias a poetas clásicos y vanguardistas. Es distinto el caso de En los extramuros del mundo de Enrique Verástegui, su primer y celebrado poemario publicado en 1972, anota Villacorta, porque si para Pimentel y JRR la preocupación principal del poema integral era incorporar al subalterno, en este caso el sujeto migrante y a la ciudad, para Verástegui lo importante es el poema como construcción. No hay que olvidar la impronta del estructuralismo, tanto en este poemario como en los que le siguen, Verástegui hace hincapié en la composición del texto literario, se aprecia aún con más nitidez en el poema dedicado a San Juan de la Cruz y en grado sumo en su ejemplar Monte de Goce. De acuerdo con Villacorta, Verástegui no está tan interesado en mostrar la realidad sino en crear belleza. Y se pregunta si ello lo aleja de la propuesta original del grupo. La respuesta es que no, ya que Verástegui apunta a la destrucción de un lenguaje caduco, de una retórica pasatista. En sus textos, la ciudad de Lima se revela gracias al simultaneísmo al modo de Apollinaire, que el mismo poeta cañetano evoca. Aunque sus citas sobre el viejo Lezama -poeta barroco latinoamericano de origen cubano- vayan aparentemente por esa ruta, es luego considerado también obsoleto, “Sal un poco de tus páginas”, le dice Verástegui, ya que no es Lezama quien lo guiará por la ciudad sino el peruano al cubano. Para Verástegui el lenguaje barroco de Lezama es un fin en sí mismo, mientras En los extramuros del mundo, cuenta asimismo la economía y el consumismo del capitalismo como un factor aislante de los habitantes de la ciudad. Entonces, el poeta convertido en flâneur, en caminante, se pierde por los espacios marginales de Lima: Tacora, la avenida Abancay, Azángaro, etc.

¿Cuál es el nuevo lenguaje según Villacorta para abrir el encierro de una ciudad que significa opresión? La respuesta está en Allen Ginsberg, en su poemario Howl escrito en los años 50, una especie de guía que le permiten al poeta norteamericano y al peruano retratar la locura y la neurosis, por ello En los extramuros del mundo es un libro donde se deja claro que en la ciudad es imposible vivir, escribir, y tampoco se permite “la construcción del amor”.

Los libros Kenacort y Valium 10 y Ave Soul son los poemarios elegidos para ser analizados en Poéticas de la ciudad. Pimentel también plantea al igual que Ramírez Ruiz y Verástegui un nuevo lenguaje urbano y una estética diferente, respectivamente. Pimentel quiere transformar el mundo como Marx y cambiar la vida como Rimbaud, para él la figura emblemática no es tanto la del migrante o el subalterno sino la del guerrillero, como el Che Guevara: “Cuántos Chés hay deambulando por plazuelas y calles de la ciudad, se pregunta el poeta. Mientras Verástegui busca la belleza en el poema, Pimentel se interesa más por el acto poético, que afirma es siempre un acto político y social. Pero el recorrido por la ciudad de Pimentel no es solo la visión del flâneur, es un medio para encontrarse con el otro, el semejante, con el hombre de las masas, potencialmente poeta también. En la poética de Pimentel se vislumbra una utopía, la de la revolución, como un cambio esencial que la poesía también puede gestar con un lenguaje revolucionario, el de los pobres, el de la secretaria o el vendedor ambulante y su lenguaje de supervivencia, mientras que la mujer es la voz del silencio, que no tiene voz o no se escucha, está sola en el mundo y merece ser salvada. Sin embargo, no solo el subalterno o el marginal, también el lumpen, el ladrón es víctima y digno hijo de la urbe moderna y merecen ser salvados. De otro lado, Villacorta redescubre en la poesía de Pimentel la figura del caballo como un símbolo del poder, eso se aprecia bien en “Balada para un caballo”. Hay que huir de la urbe, hay que convertirse en un caballo salvaje. En el libro Ave Soul, por el contrario, la ciudad ya no es un espacio para recorrer y lograr el cambio estético social, sino que restringe la revolución, acá la relación sujeto-masa-urbe según Villacorta se termina de quebrar. La ciudad es el espacio de explotación capitalista. Y la única escapatoria es a través de la poesía, ella permite el cambio del sujeto en caballo y señala el camino de la libertad en la naturaleza. Este escape, según Villacorta es siempre literario. Pero la desesperanza del sujeto como individuo implica construir un nosotros, pero un nosotros nacional.

Sobre Noches de adrenalina, estamos según Villacorta ya no ante el flâneur sino la flâneuse, que mira la ciudad, pero cuyo cuerpo es el diagrama de la misma, donde lo sucio y lo limpio se contraponen porque se trata del cuerpo censurado, el cuerpo oculto entonces el crítico encuentra dos espacios: el de la urbe y el privado, dos lenguajes a la vez: el público y el de la mujer que permite el encuentro con el lenguaje de lo sucio. Es a través de los filósofos Gastón Bachelard y de Georges Bataille que vía la búsqueda de un espacio propio y de la identidad mediante la evocación mística de la infancia que se puede alcanzar los límites de lo erótico.

Prolífica escritora peruana. Marcó un antes y un después en la historia de la literatura local a propósito de la publicación de su primer libro Noches de Adrenalina. Tiene publicado más de 10 libros de narrativa. Actualmente conduce un Taller de Escritura Creativa.