Leydy Loayza
Ica, martes 24 de marzo de 2020
Qué pasaría si no despertáramos mañana, si nuestras manos hubieran aniquilado nuestro cuerpo, para acabar con la barbarie en la que nos habíamos convertido.
No salgas de casa, no salgas de casa, no salgas de casa… En otras palabras: no atraigas a los muertos.
Una turba doblaba la esquina por la calle San Blas. Desde un camino adyacente había llegado un hombre infectado, cubriéndose con los brazos lo que le quedaba de boca. Tenía los dientes expuestos y la mandíbula se le desprendía a pedazos. Al verlo, la gente comenzó apedrearlo hasta que cayó. El sujeto ya tendido no mostraba signos de vida, pero la turba quería asegurarse de que estuviera muerto.
Nadie debió salir de casa, pero la comida se había acabado y los centros de abastos abrían solo los jueves. Hoy era jueves.
Lo golpearon con palos rítmicamente, trillaban sus huesos. La piel deshecha comenzó a expandir un hedor irrefrenable. Lo dejaron, pero todos quedaron cubiertos por esa sustancia melosa. Sus ojos se tornaron vidriosos, la piel de sus dedos comenzó a desprenderse y la comezón producto del Virus XZ se hizo parte de sus cuerpos. Jamás nada volvió a ser lo mismo para una ciudad que parecía haber vencido el brote tras la cuarentena impuesta por el Gobierno.
Había países en decadencia, pero el Perú milagrosamente estaba resistiendo. Tras el cierre de las fronteras, la capital del turismo —Cusco— había quedado exenta de casos. Esta vez la matemática fallaba y había nuevos infectados en la ciudad, dispuestos a todo.
Se fueron desplazando zigzagueantes en direcciones opuestas. Algunos enrumbaron hacia la Plaza Mayor, el escenario solitario de las calles no les presentaba un panorama amistoso, un enfermo de Virus XZ no es nada amistoso. Primero, en fase 1, larvaria, es asintomático, pero eso apenas dura unos segundos tras el momento justo en que contrajeron el virus tras la paliza al infectado. En la fase 2, desarrollo, el infectado sufre desprendimiento de la piel en los lados de mayor fricción, generalmente las manos, picazón en el rostro y enrojecimiento de los ojos rojos. En la fase 3, la más peligrosa, que aparece a los dos días del contagio, el infectado busca alimento, la piel de otros humanos, como una reacción antropogénica opuesta a la razonabilidad del ser humano avanzado que supuestamente somos, un instinto animal que sobreviene con el avance de las cepas en el organismo, una consecuencia natural de haberse quedado sin piel, y el solo hecho de verlos andando con los músculos expuestos causa estupor y desvanecimiento en quienes todavía quedamos vivos.
Nadie deduce los orígenes de esta pandemia. Tampoco su letalidad. Después del coronavirus no había habido otra en diez años, y esta resulta casi improbable que la venzamos pese a los ocho meses que lleva consumiendo al mundo. Ninguna cuarentena ha funcionado, porque aunque algo aprendimos, la avaricia ha podido más que la vida que ahora nuevamente está en juego.