Una pequeña fiesta llamada eternidad

Pocos autores apuestan por una poesía satírica con tendencia no solo a la irreverencia, sino a un lenguaje coloquial rico en jerga social de Internet o profesional, que expresa la visión del mundo de una mujer inquisitiva y rebelde

 Por: Carmen Ollé

Es el caso del poemario de Gabriela Wiener Una pequeña fiesta llamada eternidad (Intermezzotropical, 2023) cuya poesía narrativa tiene la impronta de la escritora y periodista peruana, residente en Madrid, a quien se le conoce por su ya famoso Huaco retrato, traducido a varios idiomas, muy celebrado por la revisión histórica de su pariente lejano, el aventurero Karl Wiener. Este supuesto “arqueólogo” era solo un traficante de tesoros patrimoniales, incluidos seres humanos de culturas indígenas. Pero, sobre todo, por ser un alegato contra el racismo en todas sus facetas: superioridad racial, discriminación étnico-cultural, racismo biológico, entre otros.

En Una pequeña fiesta llamada eternidad, los versos narrativos emplean la metáfora erótica de modo muy eficaz e irónico. Wiener no vacila en burlarse del sexo, se ríe de sí misma, lanza las carcajadas típicas del cínico en buen sentido, el más arcaico por supuesto, no el de ahora: “Soy la payasa sin sueldo/de mi tribu de negras pobres”. Entre tanta sorna, cuestionamientos, tomaduras de pelo a los otros y a sí misma, hay un rumor subcutáneo, el de la decepción frente a su entorno, al pasado ladino o artero de la realidad peruana sofocada por los bombazos del conflicto interno en los años ochenta; la peste del Covid -19 en 2020, la corrupción o la precariedad de siempre: “Quiero escribir sobre ser pobre en un país rico, /sobre ser rico en un país pobre.”

La búsqueda del amor es quizá el más decepcionante de los hallazgos. No así el placer erótico, el impulso sexual que está en todas las criaturas terrestres, hasta en las aparentemente imposibles como la reproducción asexual de un organismo a partir de una célula o varias de estas. Y la más curiosa, la de los caballitos de mar, donde los roles hembra/macho se invierten.

Gabriela Wiener

En Wiener la imaginación erótica es la mejor réplica de esa pequeña fiesta llamada eternidad: “Quiero tener sexo explícito/como un huaco erótico mochica, / así con las caras serias/ y mirándonos a los ojos de pez. / Porque los huacos eróticos tienen sexo para siempre, …”.

Pero la autoironía y la causticidad se imponen cuando seguimos leyendo: “… y yo moría de miedo de que alguien dijera/que una de esas putas mochicas se parecía a mí/por puta y por marrón, …”.

“Embarazadas” es un poema que contiene in situ la poética de Gabriela Wiener, estar embarazada es lo más lejos de ese rosa-femenino-delicado-antojadizo. Por el contrario, estar embarazada abre las compuertas del deseo, pero uno exorbitante, por el cual la mujer deseante quiere “follar” a otra mujer embarazada, a sí misma, a una diosa de la religión hinduista; aunque también protestar contra el abuso laboral y los despidos. Todo ello da pie para reírse del mundo occidental, donde los “idiotas en wild wild country” practican el sexo libre al tiempo que planean ataques terroristas.

No hay fingimiento cuando Gabriela Wiener se refiere al poliamor, relación amorosa no monogámica, que en la autora es parte de una temática con la que reivindica las costumbres de los pueblos indígenas. La escritora cubana Dayana Catá sostiene que “Nativos de Guinea-Conakry en el continente africano, la tribu amazónica Huaorani, en Ecuador, o la tribu del pueblo Mosuo, en el Himalaya, han practicado la polifidelidad, las relaciones jerárquicas, las relaciones y matrimonios grupales, los clanes o tribus, las relaciones mono-poliamorosas, entre otras, desde la ancestralidad”.[i]

Pero Wiener no solo reflexiona sobre temas non sanctos en Una pequeña fiesta llamada eternidad; ella observa con sabiduría que la soledad ocasionada por la tecnología no solo afecta a las personas en su rutina diaria, sino la manera como es percibida la realidad.  Esta solo cobra vida y sentido a través de una pantalla, ya sea del televisor, de la computadora o del celular; por lo tanto, nadie existe cuando no es visto y escuchado gracias a estos objetos. Son ellos los que nos separan de los seres queridos, de la naturaleza, hasta del tiempo, pues se vive en un presente estándar, cuando la vida es un continuo aprendizaje. Por eso los dos últimos versos de Wiener son significativos y nos interpelan: “No estamos solos, les digo. /No se los digo, claro, porque no están.”

[1] En “Poliamor y negritud”, disponible en Afroféminas <https://afrofeminas.com › 2021/07/27 › poliamor-y-ne…>

Prolífica escritora peruana. Marcó un antes y un después en la historia de la literatura local a propósito de la publicación de su primer libro Noches de Adrenalina. Tiene publicado más de 10 libros de narrativa. Actualmente conduce un Taller de Escritura Creativa.