Solidariamente, la autora del título La osita, el mono y el cóndor, donó las regalías de la venta del mismo a la Asociación de Voluntarias por los Niños con Cáncer, Magia. Justamente sobre este tema, información proporcionada por el Ministerio de Salud señala que en nuestro país se estima 1600 nuevos casos de cáncer infantil al año…
La osita, el mono y el cóndor (Planeta Junior, 2020), título para niños, jóvenes y adultos de la destacada escritora peruana, ganadora del Premio Nacional de Literatura 2017, categoría Cuento, Susanne Noltenius, nos permite acceder a temas de suma valía. Desde la diversidad de nuestra naturaleza, reflexiona sobre la protección del medio ambiente y los animales vulnerables en peligro de extinción. Desde el núcleo familiar, más allá de los conflictos cotidianos entre padres e hijos, fomenta el diálogo y la empatía entre sus miembros ante determinadas situaciones de crisis. Finalmente, nos abre a la equidad de género a través de la madre de la osita Takiy, una osa bióloga que labora protegiendo las plantas de la selva. Al respecto charlamos con la autora.
-Susanne, en cada uno de los relatos de La osita, el mono y el cóndor , la figura de la madre está presente. ¿Tu rol de madre influyó en estos relatos, en tu escritura?
-Sí. Sin duda la maternidad es un tema que influye muchísimo en mi escritura. Este tema figura en toda mi producción literaria. Dentro de los diversos roles que ejerzo en mi vida: en el trabajo, en el núcleo familiar, en el amical, el rol de madre es el gran protagonista. Todas las experiencias adquiridas en este rol, la relación con mis hijos, con la familia, las amistades moldearon la persona que soy. Miro el mundo desde mi papel de madre. La maternidad marca un antes y un después en mi vida. Más de la mitad de mi vida me dedico a ser mamá. Observo las cosas desde mi experiencia de madre y el rol que ejercemos los padres al criar a sus hijos.
– Actualmente las mujeres ya no nos quedamos en casa. Todas tenemos una especialidad y la ejercemos en nuestras labores cotidianas. La Osa mamá, en tu relato, es una bióloga que cuida su familia y al medio ambiente…
-Soy administradora de empresas. Trabajé en finanzas y en estos últimos años mi labor se centra en tareas administrativas. Dirijo equipos en el back office de una organización. Me gustó la idea que la madre osa tenga una profesión poco convencional porque siento que el cuento se torna más interesante y además armoniza con el escenario: un bosque húmedo cargado de neblina en donde vive Takiy, la osita. Hay un cuestionamiento -en general- sobre los nuevos roles de la mujer en los últimos años. Si bien ser madre es el centro, el rol más importante, debemos de reconocer que no es el único. Las mujeres podemos asumir de manera paralela diversas tareas. Es más desgastante física y emocionalmente, sin embargo, debemos seguir nuestras metas, objetivos. Que el hecho de ser madre no nos frene. El ser madre probablemente nos potencia, nos hace más fuertes, mejor organizadas para perseguir otros roles, otros sueños. Todas estas metas que las mujeres perseguimos pueden ser ejemplos para nuestros hijos. Podemos soñar, ser flexible, exploramos en otros intereses que nos llaman la atención. Es lo que deseamos dejar a nuestros hijos: que se encuentren a sí mismos, que busquen lo que les apasiona. La familia te ancla, pero no te frena. La historia de la osita Takiy me permitió explorar estos puntos.
-Las historias nos invitan a pasear por nuestra Amazonía…
– Tengo una particular fascinación por la naturaleza. Me agrada más el campo que la ciudad. En las tres historias elegí animales que están en peligro de extinción. Debemos observar y cuidar a los animales, evitar su amenaza constante. El rol de bióloga de la madre de Takiy encajaba con esa sensación que deseaba trasmitir.
– Patapi, el cóndor de tu segundo relato tiene un ala atrofiada. Se le presentan obstáculos que debe asumir. Aquí se pone en valor el tema de la solidaridad, la empatía…Sus padres lo ayudan, sus amigos también. Tomando en cuenta que los niños también tienen su lado oscuro, perverso. ¿Qué implica poner en foco la solidaridad, el humanismo, la empatía?
– La historia de Patapi, el cóndor, me conmueve cada vez que leo la historia pese a ser la autora. Todas y todos alguna vez nos hemos sentido como Patapi. Todos alguna vez nos hemos sentido que estamos en desventaja frente a los otros. No somos conscientes que poseemos alguna cualidad. No entendemos la cualidad como una virtud sino como una limitación que nos impide ser como el resto, que nos impide alzar vuelo y destacar, llegar a la meta. Esa sensación, que los lectores experimentan al leer este cuento, es la que personifico en Patapi y su ala atrofiada. Me agrada que toques el tema de la solidaridad, de la empatía, porque cuando hago una retrospectiva de mi vida, encuentro personas que han sido luces, me han iluminado, han sido mi soporte y han hecho mi vida más llevadera. Estas personas me permitieron curar heridas, remontar lo que pensé eran limitaciones y alzar vuelo. Nina, la puma de la historia, representa a todas esas personas queridas que me ayudaron cuando las necesité. Cuando una persona recibe ayuda, amor, tiene que extenderlo a otros.
Justamente, el libro cumple un rol solidario. Ofrecí mis regalías para Magia, la Asociación de Voluntarias por los Niños con Cáncer. Es una forma de agradecer a todas las personas que me apoyaron cuando pasé por esta experiencia. Recibí ayuda, atención y pude controlar mi dolencia. Este libro lo escribí con amor y gratitud.
– Susanne, sin ánimo de spoilear, quiénes son Arianna, Ivana y Rossana?
-El libro está dedicado a tres mujeres admirables y valientes a quienes quiero con todo mi corazón. A Arianna y a mí nos detectaron cáncer en la misma semana de navidad hace cuatro años. Vi cómo Arianna, Ivana, su madre y Rossana, su abuela, enfrentaron este proceso con mucha valentía al mismo tiempo que yo manejaba el mío. Rossana, es una amiga que estuvo a mi lado en los momentos más difíciles durante este proceso. Es algo así como la Nina para Patapi. El libro es un homenaje al amor y a la gratitud. Es lo que siento por estas mujeres admirables.
-Finalmente. Los nombres de los personajes de tus relatos son palabras en quechua… Cuéntanos sobre esta iniciativa.
-Hace seis años intenté aprender quechua, un idioma precioso, musical, pero me resultó difícil, lamentablemente no pude avanzar. Escogí estos nombres en quechua para mis personajes porque le daba un toque lúdico, musical, además de identificarnos con la cultura peruana. Takiy, el nombre de la osita significa canción en quechua. Qellu, el monito, significa amarillo. Todos los personajes de esta historia tienen nombre de colores. Tunki, es el gallito de las rocas color rojo, Qomir, es la iguana verde, Yuraq, que es el perezoso blanco. Patapi, significa en lo alto. Es el juego del cóndor que no puede ir a lo alto. Qué no puede volar, sin embargo, se trata del proceso de llegar a lo alto. Los nombres son elegidos en base a alguna característica del personaje. Y, Nina la puma significa fuego, que es fuerza y luz. El quechua es un idioma musical y precisamente cantar es propio de los niños.
Nota importante:
Información del Ministerio de Salud señala que el cáncer infantil es una enfermedad que se cura si se detecta a tiempo. Hoy representa un problema de salud pública importante, ya que las estadísticas demuestran que viene incrementando su incidencia a nivel mundial. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, se presenta entre 50 a 100 casos por cada millón de habitantes. En nuestro país, se estima 1600 nuevos casos de cáncer infantil al año, de estos casos el 40 % corresponden a Leucemia, 18% a tumores del Sistema Nervioso Central, 14 % a linfomas y el restante a enfermedades como retinoblastoma, tumor de Wilms y sarcomas entre los más importantes.