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El arte y la ciencia como formas de ver el mundo y la vida se enfrentan en esta novela del autor chileno Carlos Franz. El primero personificado por el pintor alemán Johann Moritz Rugendas y la segunda por el naturalista inglés Charles Darwin, cada uno con fascinantes argumentos y alentados por una apasionada mujer, serán las perspectivas a través de las cuales ella describirá el amor, la memoria y el temor.
La historia de amor de los protagonistas nos propone algo sencillo. Lo que nos diferencia de los demás es nuestra percepción y cómo construimos a través de ella la realidad, de modo que ponernos en el lugar del otro, “ver con otros ojos”, nos sensibiliza, nos ayuda a acercarnos, nos enseña, enriquece y hace que nos entendamos.
Mis líneas favoritas de este trabajo:
– “…la creación es un acto de amor. Sólo crea quien ama.”
– “El amor era sólo una máscara del instinto de la especie que nos induce a reproducirnos. El sexo procreador era la verdad, y el amor romántico una ornamentada mentira. Y, puesto que era así resultaba preferible elegir una pareja guiados por la razón antes que por la pasión.”
– “No te impresionaba lo que mirabas sino cómo lo veías.”
La obra es también un ensayo sobre la naturaleza del amor. Sobre si es una ilusión con la que se disfraza la selección natural para perpetuar la especie, un engaño de los sentidos que nos hace alterar la realidad, una virtud que nos hace ver lo mejor de otra persona… ¿El amor nace con sentencia de muerte? ¿La única manera de mantenerlo vivo es poniéndole fin? La experiencia de cada uno nos hará meditarlo.
El relato muestra también que compartir puntos de vista diferentes nos salva del aislamiento, al fin y al cabo, ¿qué es más real? ¿Los objetos? ¿Los sentimientos? ¿La memoria? ¿Acaso el pasado no deja de ser realidad mientras más lo evocamos? Me quedo con la búsqueda del equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo para interpretar nuestras vivencias y por supuesto, siempre disfrutar escuchando un punto de vista diferente.