Salvar el fuego

Puede que «Salvar el fuego» (Alfaguara, 2020) de Guillermo Arriaga (México, 1958) sea una historia improbable, puede que haga uso de clichés y estereotipos. Sin embargo, su intensidad la convierte en una experiencia de lectura impactante. Este relato del amor entre dos personas en polos opuestos de la vida, que se encuentran en medio de una sociedad escindida por la desigualdad, el racismo y el clasismo, sometida a los trámites del narcotráfico, rodeada por una implacable violencia y atravesada por una corrupción omnipresente; envuelve y atrapa.

La venganza, los celos, el miedo, la sensualidad, el resentimiento, la culpa y la soledad, son todos llevados al extremo, no hay medias tintas en este abanico de emociones que nos presenta Arriaga. El uso del lenguaje coloquial, del México de la calle, la intervención alternada de los personajes en la evolución del relato y algunos saltos en el tiempo la hacen aún más ágil y fácil de leer.

Las siguientes líneas aluden a los temas centrales de la novela:

-«Qué inútil matazón, pensó. Galones de sangre derramada para que unos spring breakers en Wisconsin o en Nebraska se dieran pasones de cocaína y se pusieran turulatos con la mota. Risa y risa los pinches escuincles gringos y de este lado puro valle de lágrimas.»

-«Sin embargo, una parte nuestra es indómita y se rebela, y pese a contrariar a nuestra razón, nos precipitamos hacia lo desconocido, lo peligroso, lo letal. El sentido común nos pide que nos detengamos, imposible: por dentro nos late el pálpito de la adrenalina. No importa que podamos perderlo todo, no importa amenazar la vida propia y de quienes queremos, no importa rozar la muerte, proseguimos. La sangre pulsa a chorros, las vísceras se anudan, la vista se nubla. La vida afirmándose como vida, la vida retornando a su forma más primigenia y brutal. La vida por la vida.»

-«Y uno puede salir de la cárcel, pero la cárcel no se sale nunca de dentro de uno y lo peor es que tampoco se les sale a los demás, a los de afuera.»

Hay mucho de cuestionable en los hechos y en el comportamiento de los protagonistas. Hay temas morales, de confianza, de lealtad, de compromiso… hay exposición de la vida, violación de la ley, responsabilidades y consecuencias terribles… Y hay sobre todo conciencia de que todo esto es tan humano que el lector se descubrirá empatizando con algún personaje transgresor. La novela plantea un rol del arte que aplica perfectamente a la novela misma: Arriaga lo deja todo servido para crear la controversia, para generar el conflicto. Para eso se lee un libro, para cuestionarse, para sentir.

Me acerco a los libros con nada más que mi fascinación por las historias. Cada uno es para mí algo vivo y maleable, con lo que consigo la dosis de belleza, razón e inspiración que necesito en cualquier momento de la vida.