A propósito del Dia del Niño y la Niña, Jéssica Rodríguez, Daniela Alcalde, Katherine Cabanillas e Irina Burgos, especialistas en el tema nos ofrecen su particular mirada sobre el tema. Fotos: Archivo personal de las invitadas.
La crisis sanitaria global producida por el Covid19 en sus diversas olas y variantes golpeó radicalmente todos los sectores productivos de los países. El editorial y todo lo que este segmento representa no escapó a esta problemática que aún la vivimos. Grupos editoriales grandes y sellos independientes pequeños decidieron parar con sus nuevos proyectos de publicación y los espacios de juego, de lectura dirigidos a la comunidad infantil y las librerías cerraron. Progresivamente se pasó al trabajo remoto, a las publicaciones en línea y a las ventas delivery.
Si bien ya pasó más de un año de todos estos cambios producidos por la pandemia global, los hogares se mantienen acatando las disposiciones sanitarias y aún siguen encerrados. Miles de niños y niñas estudian de manera remota desde casa. Sin embargo, la lectura o el hábito de leer en este período experimentaron algunos cambios. Familias enteras optaron por leer con sus hijos, por adquirir libros electrónicos y físicos. En estos momentos y progresivamente, librerías y espacios públicos abrieron sus puertas a las familias respetando todos los protocolos sanitarios. Sin embargo, muchos nos preguntamos ¿qué pasó con la literatura infantil y juvenil durante la pandemia?. En las siguientes líneas cuatro expertas nos lo explican.
Jéssica Rodríguez
Ha sido y es todavía un periodo muy complicado para el sector. Por un lado, las ventas por los circuitos tradicionales disminuyeron mucho el año pasado, lo que impulsó el desarrollo de canales virtuales para la venta online o través de delivery, no solo en Lima, sino en otras regiones. Por otro lado, las restricciones para la atención directa al público en librerías y salas de lectura llevaron a editoriales, bibliotecas e instituciones vinculadas a la lectura a usar más intensamente las redes sociales. Hoy, prácticamente todos los espacios de promoción de los libros para niños son virtuales. Esto último tiene un lado positivo, porque hace que las instituciones conozcan mejor a sus lectores, pues se ha retomado el trato directo. Algunos libreros de Lima afirman que durante la pandemia los pedidos de provincias aumentaron, aunque en general las ventas siguen por debajo de las que se alcanzaron hasta el 2019.
En cuanto a la producción de libros de literatura infantil y juvenil, ha habido un fuerte repliegue. Durante el primer año de la pandemia, varias editoriales optaron por suspender su plan de nuevas publicaciones. Se privilegió la reimpresión de libros según la demanda, que en este rubro viene básicamente de los pedidos de Plan Lector de los colegios, que también disminuyó. En algunos casos se publicaron libros digitales y también se apostó por la importación de títulos que podrían ser atractivos para la venta por librerías, como los libros álbum, sagas juveniles y colecciones que tienen un público cautivo.
Antes de la pandemia, se estaban abriendo librerías y salas de lectura especializadas en distintas ciudades del país, gracias a iniciativas particulares y al apoyo del Fondo de Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura. Varias de esas iniciativas han tenido que reinventarse y adaptarse al formato virtual.
Al disminuir la producción y la venta de libros, muchas editoriales optaron por liberar a sus editores especializados en LIJ y quedarse básicamente con agentes comerciales y de mercadeo con conocimiento de redes sociales y de plataformas digitales. Algunos editores —de manera independiente— han pasado a diseñar proyectos más personales. Algunos de estos han estado ligados al Bicentenario, pero también a responder a necesidades puntuales que han detectado a partir de su conocimiento del rubro. Algo de esto hemos podido ver en las pocas ferias de libros que se han reactivado.
Hoy, las editoriales infantiles tratan de mantener el vínculo con los colegios organizando encuentros de lectores con autores, narraciones orales y capacitaciones virtuales. Algunas de estas estrategias han sido exitosas, pues antes se recurría básicamente al escritor o especialista que estaba «a la mano» y que podía asistir a un colegio. En el último año, estos contactos son más frecuentes y se hacen con invitados de distintos lugares del mundo. Creo que hay más conciencia de que la tecnología es un aliado y nos ayuda a conectarnos. Entiendo que, en los últimos meses, las librerías han aumentado significativamente sus ventas a través de estos canales virtuales.
Finalmente, los creadores, por nuestra parte, seguimos trabajando. A algunos les cuesta más, pues la pandemia nos ha sacado de la rutina creativa y cuesta adaptarse a la nueva situación que, por desgracia, parece que seguirá prolongándose.
Daniela Alcalde
En general, todo el sector cultural se ha visto muy afectado. Esto incluye al sector editorial y al rubro de publicaciones dirigidas para niños y jóvenes. En este caso en particular, percibo que la producción editorial ha disminuido de manera considerable porque muchas de las editoriales que publican plan lector pusieron en pausa sus planes editoriales y también hubo proyectos que se cancelaron. Considerando el impacto económico de la pandemia en las editoriales, programas estatales como los estímulos de cultura resultan de ayuda para dinamizar la producción del sector.
Por otro lado, pese a este contexto adverso, es destacable el crecimiento de la oferta de librerías independientes especializadas en el sector. De igual manera, la pandemia permitió visibilizar el trabajo incansable de los mediadores de lectura en todo el país, quienes siguen sumando esfuerzos para acercar el libro y la lectura principalmente a los niños y jóvenes. En este sentido, resulta destacable la constitución de la Red Peruana de Mediadoras y Mediadores de Lectura.
Debo mencionar que, en líneas generales, los autores de literatura infantil han librado su propia batalla al ver considerablemente reducidas sus posibilidades de publicación. No obstante, no han dejado de crear y se han mantenido cerca de sus lectores a través de diferentes actividades de fomento.
Katherine Cabanillas Villegas
Desde que se inició la pandemia hasta nuestros días el sector del libro ha incrementado sus ventas exponencialmente en todo el mundo, como resultado del proceso de «amazonización» de nuestro tiempo, pero en nuestro país la sorpresa ha sido mayor ya que las ventas de los libros infantiles y juveniles ha representado en algunas empresas hasta el 20% cuando sus cifras en años anteriores variaban en torno al 3%.
Durante el primer año de pandemia, las librerías especializadas en libros infantiles tanto físicas como online crecieron en número y en este 2021 han buscado consolidarse. Algunas lo han conseguido y han abierto una tienda física, pero otras han afinado sus estrategias de venta intentando integrar otros bienes y servicios. Otros emprendedores han buscado unir juguete y libro para tener mayor alcance.
Asimismo, los autores, mediadores de lectura en todos sus niveles, libreros y editores buscan consolidar ese despegue que se generó en el primer año de la pandemia. Todos intentan conservar el interés de los padres y maestros en el libro infantil como entretenimiento, recordemos que los niños llevan año y medio con educación en casa.
Irina Burgos
En este escenario tan convulso, perturbador y doloroso, la literatura infantil y la infancia han ganado posiciones en la política pública, en las iniciativas independientes de promoción de lectura literaria y en el imaginario colectivo. Por supuesto, sin estar exento de pérdidas y distorsiones, que son necesarias plantear, examinar y discutir.
Hay proyectos que, si bien existían antes de la pandemia, ahora son más visibles y se han fortalecido gracias, también, a la cobertura y acceso que posibilitan las redes sociales. Librerías independientes como La Casita del Sapo y C&E Librería Infantil han mantenido un exquisito catálogo junto con una oferta cultural, vía online, de calidad dirigida a los niños y a las familias, enfocada en la lectura literaria. Asimismo, brindan una atención personalizada, un esmerado servicio de venta por delivery y la orientación a las familias para la selección de libros. Incluso, La Casita del Sapo nos sorprendió gratamente con la inauguración de su nueva filial. Estos espacios brindan un escape a la normatividad escolar y a la convencionalidad del libro de plan lector. También, Polifonía ha conservado la refinada propuesta de su catálogo y ha facilitado la adquisición por delivery. No puedo dejar de mencionar a Malcontenta librería que nos trae bellísimos libros objeto, libros de filosofía visual y los extraordinarios libros de Ediciones Modernas El embudo. Del mismo modo, el Fondo de Cultura Económica ha descentralizado su venta y eso permite una cobertura que se extiende más allá de Lima.
En la misma línea de una propuesta literaria y cultural cuidada, tenemos a las bibliotecas de iniciativa comunal y personal. Gracias, en parte, al financiamiento del Ministerio de Cultura, tenemos a la Biblioteca El Manzano, en el Rímac, Fitekantropus en Comas, La Biblioteca Infantil y Juvenil El Rincón de Malala en el AA. HH. «Nueva Estrella» y ¨Las Brisas¨ distrito de Santa Rosa, y en Lomas del Zapallal en Puente Piedra, y La Asociación Cultural Chisco de Trujillo cuya continuidad se ha realizado de manera remota. Varias de estas organizaciones han implementado el préstamo de libros vía delivery que constituye toda una novedad en un país como el nuestro en el que los libros, generalmente, permanecían en espacios sacralizados casi como piezas de museo. Incluso, bibliotecas como El Rincón de Malala han realizado campañas para el sostén de las ollas comunes y para agenciarse de balones de oxígeno para las familias usuarias.
Las instituciones públicas también respondieron rápidamente ante este escenario. Entidades como la Biblioteca Nacional del Perú y la Gran Biblioteca Pública de Lima, y la Casa de la Literatura Peruana viraron hacia la virtualidad para continuar con una solvente y nutrida agenda cultural para el público infantil. La BNP con la Biblioteca Pública Digital puso a disposición de las familias un nutrido y selecto catálogo de obras de literatura infantil en todos sus géneros. Asimismo, hay que destacar la implementación del club de lectura virtual para los niños, la continuidad de los encuentros con escritores e ilustradores de literatura infantil, la formación de mediadores de lectura, el delivery de libros, el Bibliomóvil, la reforma de infraestructura de la Estaciones de Biblioteca Publica en la que los niños pueden disfrutar de ambientes cálidos, amables y fundamentalmente, bellos. Cabe destacar la extraordinaria apuesta con la colección de libros informativos, Mira lo que sé cuyos dos primeros títulos se presentan y se pondrán a disposición del público en este mes. La Casa de la Literatura Peruana ha continuado con el Club de lectura y conversación para niños, los encuentros con familias, el programa de Bebetecas y el Congreso de Literatura Infantil y Juvenil cuya calidad no ha mellado en absoluto. Ahora también cuenta con el servicio de préstamo de libros vía delivery. El retorno a los servicios presenciales se está realizando de forma gradual. En ese sentido, nos vendría bien que se mantengan las actividades virtuales para garantizar el acceso de quienes no viven en Lima.
Las pérdidas, lamentablemente, no se han hecho esperar en el ámbito editorial de cara al mercado escolar. El impacto de esta crisis sanitaria ha sido letal y a tal punto que editoriales como SM, Norma y Panamericana cerraron sus áreas de edición LIJ justo en el momento en que estaban arriesgando por publicaciones con formatos, diseños y aperturas temáticas y estéticas sumamente interesantes y diferenciadas a los que nos tenían acostumbrados. Ojalá esto no sea definitivo.
Ahora, también tenemos la cara menos agradable de estas dinámicas. Las redes también han develado prácticas que hay que cuestionar. Es profundamente desagradable que por tratarse de niños y literatura infantil se asuma que todo cabe y que todo es pertinente. En eventos, incluso convocados por instituciones públicas, se ha manifestado una despampanante mediocridad con discursos que se regodean en lugares comunes, mesas de diálogo que se atoran en el tópico de la “importancia de la lectura” con las frases hechas y de eslogan, charlas que colocan a la obra literaria a la misma altura que el libro de autoayuda, confusiones entre cuentacuentos con lectura en voz alta, “animación” a la lectura a modo de “show infantil en la que el libro es un pretexto para el espectáculo. Actividades que rezuman demagogia, populismo y menosprecio en las que la infancia es solo una categoría de consumo argumental.
Considerando todo esto, estamos frente a los destellos de una noción de infancia cada vez más sólida que empieza a conquistar intensivamente los espacios culturales, cuya atención amerita la especialización y profesionalización del sector. Estamos comprendiendo que el lugar de la cultura literaria en la vida de los niños no se reduce ni a la compra de un libro ni al espectáculo de la venta, sino que exige un tratamiento particular que rebase el lugar común y que posibilite el ejercicio del niño como un hermeneuta que poco a poco conquista y saborea el placer en el espacio no utilitario de la palabra que, a su vez, lo dignifica y le permite recuperar la certidumbre de la belleza en contraposición a la incertidumbre del caos. Si hay algo que tendríamos que perpetuar en nuestro imaginario es la metáfora del alimento. El paisaje, de alguna manera, se ha trastocado porque ahora delivery ya no está vinculado solo a la comida que el cuerpo necesita para conservar su homeostasis, sino que está vinculado, también, a un tipo de alimento delicioso, delicado, sutil y sensual que puede ser compartido página a página en el centro de nuestro hogar.
Finalmente, los logros están ahí como también las tareas pendientes. Tenemos que exigirle al estado esta cobertura para aquellos niños que aún no tienen posibilidades de acceder a estos servicios y productos culturales. No podemos continuar alimentando la crueldad que significa la impotencia de ser niño.
Sobre nuestras invitadas
Jéssica Rodríguez López. Nació en Lima y se dedica a la docencia universitaria, la investigación y a la escritura y edición de libros para niños y jóvenes. Estudió Educación en el Pedagógico Nacional y Maestría y Doctorado en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado varios estudios de crítica literaria y libros de ficción. En el 2015, obtuvo el Premio El Barco de Vapor – Perú por su novela La zona invisible, escrita en coautoría con Carlos Garayar. Este año ha publicado el cuento «La cacica», incluido en la antología 21. Relatos sobre mujeres que lucharon por la Independencia del Perú (Petroperú) y el libro de historia Dioses del antiguo Perú (BNP).
Daniela Alcalde. Magíster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil por la Universidad Autónoma de Barcelona y Licenciada en Educación, con especialización en Lengua y Literatura, por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Con experiencia en docencia escolar, la coordinación editorial de publicaciones y la formación de mediadores de lectura. Ha brindado capacitaciones para instituciones como el Fondo de Cultura Económica, el Ministerio de Cultura y la Casa de la Literatura. También ha realizado monitoreo pedagógico para el programa de Núcleos de Lectura Imagina (Minedu) y la Cátedra de Lectura, Escritura y Bibliotecas. Además, fue impulsora del blog Libros LIJeros, espacio especializado en literatura infantil y juvenil.
Katherine Cabanillas Villegas. Licenciada en Educación por la Universidad Enrique Guzmán y Valle – La Cantuta. Se desempeña fundamentalmente como asistente de edición e investigadora de proyectos. Durante ocho años formó parte del equipo de correctores del diario La República. También intervino en diversos proyectos en el Ministerio de Educación de Perú, tanto en corrección como en elaboración de material. Desde el 2015, reside en España, donde viene especializándose en literatura infantil y juvenil. Ha colaborado con la revista La Leche y ha trabajado de forma independiente para algunas editoriales dirigidas al público infantil. También trabaja en mediación de lectura y creación de proyectos con familias de Talara – Piura y tiene un blog divulgativo sobre LIJ llamado Miniletras.
Irina Burgos. Educadora, especialista y crítico de Literatura Infantil y Juvenil. Actualmente, trabaja con la Gran Biblioteca Pública de Lima de la Biblioteca Nacional del Perú en proyectos de mediación de lectura literaria dirigidos al público infantil y a la formación de mediadores de lectura literaria. Es miembro del jurado del Premio Nacional de Literatura- 2021 de la categoría Literatura Infantil y Juvenil organizado por el Ministerio de Cultura del Perú. Asimismo, este año forma parte de la Delegación Oficial Peruana en la 35ª Internacional del Libro de Guadalajara.