María José Caro
Lima, miércoles 25 de marzo de 2020
Dentro de algunas semanas nacerá mi hijo. J y yo lo esperamos desde el encierro con una habitación a medio terminar llena de artefactos para recién nacido comprados con la más completa ignorancia. Desde que me enteré de que me convertiría en madre, mi teléfono se ha vuelto un repositorio de aplicaciones sobre embarazo y recién nacidos. Supongo que de alguna forma me dan seguridad. Si su hijo patea cuatro veces en una hora, no tiene de qué preocuparse. Si siente desasosiego, es parte del desbarajuste hormonal. Me cuesta dormir de corrido. Despierto en la madrugada y doy vueltas entre las sábanas. Pienso en él. Me pregunto cómo serán su rostro y su llanto. Ninguna imagen es concluyente. Por el momento, sé que tiene fémures largos. Un niño basquetbolista, bromea el doctor. Al rato me levanto de la cama y deambulo por el departamento. A veces encuentro a mi gata enroscada dentro de la cuna. La acaricio sin alterarla. En mi afán de tener certezas, también he consultado artículos sobre recién nacidos y mascotas. Confirman lo que ya sabía. Los animales, vivos o de peluche, son los primeros amigos de los bebés. Hoy, sin poder salir de casa, también me preocupan cuestiones que nunca estuvieron en duda para mí. Los álbumes fotográficos de mi familia llevan el nombre del protagonista y se inician siempre con imágenes dentro de un hospital. Un bebé que pasa de brazo en brazo, acogido por su clan. Me pregunto si mi hijo nacerá y estaremos todos juntos. Si mi madre y mi abuela lo recibirán con un beso sin mediación tecnológica. Si mis brazos y los de J serán los únicos que lo sostendrán. Si del otro lado de la ventana del hospital veremos una avenida desierta y escucharemos las advertencias apocalípticas que lance un patrullero, o su anuncio del toque de queda. Hubo una época en la que valoraba por sobre todo mi tiempo en soledad. Leer, escribir. Ya no soy la misma persona. El peso de las cosas ha cambiado para mí. No sé muy bien desde cuándo ni por qué. Hoy me importa, por encima de todo, pasar tiempo junto a los que más quiero. Saber que cuando nazca mi hijo estará rodeado de amor. Que será recibido de la misma forma en que me recibieron a mí.