La casa Sothebys, de Nueva York (Estados Unidos), subastó el cuadro Tristán e Isolda, una de las obras más significativas de la pintora peruana Tilsa Tsuchiya. Obra, que el Ministerio de Cultura no autorizó su salida y que la Cancillería tiene la facultad de pedir que la embajada solicite la detención de la subasta, según refiere el portal Ojo Público. Más allá de todos estos vaivenes Lima en Escena charló sobre su valioso legado con la artista María Luisa Dávila, estudiosa de las obras de la destacada pintora y autora de la tesis “Tilsa Tsuchiya: tres estados del ser”.
Tilsa Tsuchiya es una de las pintoras más importantes de Perú. Además de obtener el Premio Bienal de Pintura Teknoquímica, su trabajo pictórico marcó un antes y un después en la historia de la plástica peruana. Experimentó con diversas técnicas obteniendo una perfección pictórica y sutileza de la pincelada y las gamas cromáticas. Incursionó en el dibujo, grabado, escultura en bronce y el pintado en piedras naturales. Entre sus obras más significativas destacan Cementerio (1957), Paraíso (1971), Tristán e Isolda (1974), Mito del guerrero rojo (1976), Pelícano (1978) y Mujer y mono (1979), autorretrato que simboliza el tiempo, la enfermedad y la muerte.
– María Luisa, a nivel artístico local y global, qué significa hablar, poner en foco a Tilsa Tsuchiya…
-Después de vivir en el caos producido por la crisis sanitaria global, el encierro obligatorio, la pérdida de vidas, entre otros, la necesidad de valorar la naturaleza, la vida, y la búsqueda del equilibrio emocional debido al estrés generado por la pandemia, me parece natural que una artista de las dimensiones de Tilsa Tsuchiya salga a luz, pues su arte transmite justamente lo que la mayoría necesita decir de ese tan ansiado equilibrio. Más allá del tema comercial, que la casa de subastas Sothebys, de Nueva York, coloque en subasta uno de sus cuadros más importantes del legado que dejó es un logro y reconocimiento internacional para una artista peruana. Asimismo, es un excelente impulso para el arte y la cultura peruana.
-Tilsa nos dejó joven. Como investigadora de sus obras, qué implica todo este movimiento artístico comercial en torno a Tristán e Isolda.
-Hablar de Tilsa Tsuchiya es poner en la mira un arte comprometido, un arte ante todo universal donde una pintura latinoamericana alcanza validez global. Su arte transmite unidad, además es volver a los orígenes del ser humano y su entorno.
– Si bien la estética de sus obras está cargada de metáforas y simbolismos, ¿cuáles consideras fueron sus temáticas y personajes recurrentes, de interés?
-Tilsa Tsuchiya se afirmaba como realista, sin embargo, su obra es ante todo metafórica, simbólica y universal. El tratamiento formal de sus cuadros transmite sentimientos opuestos y una pasión que irradia ternura y fuerza, metáfora e imaginación, duda y esperanza. Sus personajes de supuesta mutilación física y de una sexualidad humanoide -antes que humana- de erotismo antropomórfico traen consigo un intento de descomposición del ser como pretexto de su reconstrucción.
El guerrero rojo
-Sus obras también proyectan su origen mestizo, ¿no?
-Sin duda. Sus obras constituyen un arte mestizo. Tilsa Tsuchiya Castillo nació en Supe, Lima, el 24 de setiembre de 1929. Fue hija de Juan Daniel Yoshigoro Tsuchiya (Chiba, Japón). Sus maestros fueron Carlos Quispe Asín y Ricardo Grau. Luego obtuvo una beca a París donde tuvo una aproximación con el Oriente mediante imágenes de paisajes de la dinastía China Sung. Este acercamiento aproximó a Tilsa -como lo detalla Luis Eduardo Wuffarden- a la pintura de paisajes de la dinastía Sung, imágenes influidas fuertemente por preocupaciones metafísicas en las que la contemplación de la naturaleza tiene un lugar central y la niebla encubre el mundo y vela la realidad. En la serie “mitos”, por ejemplo, Mito del árbol y Mito de la mujer y el vuelo, trabajadas en 1976, Tilsa destaca el volumen corporal de las figuras, de carnes sonrosadas y firmes, rodeadas de paisajes brumosos de colores suaves. Al final, trabaja personajes sublimados en una búsqueda personal de trascendencia. Un ejemplo también es La mujer y el mono.
-Su carrera artística duró alrededor de 20 años. Desde sus inicios hasta su partida, ¿qué nos puedes decir de su producción pictórica?
-En su primera etapa Tsuchiya elabora sus obras a partir de vivencias e imágenes de su entorno más inmediato. Pinta bodegones, representaciones de figuras humanas, animales que simplifica y esquematiza utilizando una gama de colores tierras, rojos y negros. Luego logra un estilo inconfundible por el que se le puede reconocer fácilmente y que va de un empaste unitario hacia finas veladuras reverberantes. Sus objetos y personajes son mas sutiles y esquemáticos sobre fondos nebulosos y vibrantes. Posteriormente, entre 1960 y 1966 vienen sus años de experiencia parisina. En ese periodo no observamos ningún cambio en su técnica solo la afirmación y depuración de los procedimientos que inició en Lima y que dan sus frutos en pinturas como Arpista en 1962. Su segunda etapa se caracteriza por la búsqueda de personajes y símbolos propios a partir del mundo precolombino y oriental. Crea un conjunto de personajes originales que conformarán su reino sobrenatural trabajando con un arquetipo de rostro de frente, de perfil, que se acerca a la máscara con ojos de incrustaciones de concha como se ve en los fardos funerarios de Chancay. Aparece la nariz aplastada de los felinos, las mujeres sin brazos y la presencia de una fauna de lobos marinos, peces y tortugas que habitan con los humanos.
– ¿Qué nos puedes decir de Tristán e Isolda, una de sus obras más significativas?
-Con Tristán e Isolda ingresa públicamente al ciclo de los “mitos”, pinturas de gran formato. Los mitos son llamados así a partir de los títulos que les puso el poeta Arturo Corcuera para darle unidad a la serie que venía trabajando. La representación de una pareja primordial había llegado a constituir una verdadera obsesión para la artista desde su regreso a Lima, en 1973. Su título inicial “Mito de los Orígenes” se cambió por el de “Tristán e Isolda” a sugerencia del poeta José Watanabe.
El mito de los sueños
Sobre María Luisa Dávila
Mi nombre es María Luisa Dávila. Soy artista plástica. Estudié en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Tengo 20 años de experiencia como pintora. Trabajé como docente en el Instituto Toulouse Lautrec por 18 años. Me encanta la vida al aire libre, hacer largas caminatas y meditar. Pinto en gran formato y me inspiro en la naturaleza, los sueños, y la vida cotidiana. Mi técnica es la simplificación de las formas, el color y la luz hasta llegar al concepto “puro”. Me interesé en el estudio de las obras pictóricas de Tilsa Tsuchiya porque encontré en ellas una sensación de paz, misterio y sensualidad que me llevaba a la búsqueda de un lenguaje plástico personal. Luego de estudiar e investigar sobre la obra de Tilsa Tsuchiya decidí hacer mi tesis de licenciatura en base al análisis de tres de sus obras siendo Tristán e Isolda una de ellas.