Memorias de una transgresora, es un interesante libro que nos ofrece un sugerente itinerario por todo lo relacionado con los vínculos familiares, las relaciones amorosas, las actividades laborales diversas y los viajes. En suma, los lectores accedemos a una serie de hechos por donde además transitan políticos peruanos emblemáticos, algunos embajadores, y un par de presidentes que dibujan nuestra historia reciente.
Para hablar al respecto, Lima en Escena charló con la periodista y escritora Maki Miró Quesada, autora de su nuevo libro Memorias de una transgresora. Fotos: Lima en Escena
-Maki, en Memorias de una transgresora los lectores accedemos a una historia rica en hechos históricos, políticos y sociales. Momentos en donde nos hablas del grupo El Comercio, corporación de la que formaste parte.
-Sí… Todo lo que escribí a lo largo del libro ha sido fruto del desconocimiento del peligro. Escribí sobre mi familia desde mi punto de vista. No escogí escribir sobre una familia poderosa de medios. En absoluto. Soy una periodista y escritora que los conoce circunstancialmente. Esta es mi vida, es mi historia. La familia Miró Quesada es mi familia y forma parte de mi historia también. Soy dueña de esa verdad y de esa experiencia. Al escribir Memorias de una transgresora no sentí que me apropiaba de algo o que invadía un territorio ajeno a mi persona. “Después de la publicación de tu libro tus primos no te invitarán más a almorzar”, me dijo mi editor cuando le entregué el libro terminado. “No pierdo mucho ya que mis primos no me invitan a almorzar”, le comenté.
– Después de algunos meses de la publicación oficial de tu nuevo título. ¿Cuál ha sido la reacción de tus familiares?
-Algunos de mis primos ya leyeron el libro y me llamaron para felicitarme.
-Durante la etapa que formaste parte del directorio del Grupo eras de las pocas, tal vez la única, en apostar por la modernización del diario. Proponías cambiar de papel a digital.
-Creo que se tardaron mucho en integrarse a la era digital. En marzo del 2014 participé en mi primer directorio en el cual anuncié el fallecimiento del impreso. Desde el 2005 me había documentado sobre este tema. Ese año leí que los impresos de Europa Occidental y de los Estados Unidos atravesaban por un momento de crisis y que éstos a su vez le daban 10 años de vida a los medios impresos de los países emergentes porque la herramienta online era cara y contar con el servicio digital era de costos elevados. Todos cerraron filas en mi contra. Me dijeron que estaba totalmente equivocada. El Comercio tiene para salir en impreso quince años más, sentenciaron.
-¿Qué sucedió después?
-Quince meses después las cosas empezaron a verse mal. Entramos en una etapa de crisis. A pesar de haber perdido algo de tiempo El Comercio empezó su transformación y apertura a la era digital. Le siguieron algunos diarios locales. Ellos pensaron ser eternos con el sistema impreso. Nada es eterno. Operar en digital con pie de plomo, con disgusto, desconocer que la historia te llevará de encuentro, es absurdo. Si bien eres un grupo grande nadie te salvará de los cambios que experimenta el rubro de las comunicaciones. Todo esto pasa también con la televisión. La televisión por cable ya se acabó. No hay más televisión por cable.
– Actualmente, ¿formas parte del directorio?
-No. Sin embargo, espero que en el sector de las comunicaciones mis primos observen todo lo que está quedando en desuso. De los rubros de la telefonía, la aviación, las comunicaciones, dos han perdido su soporte: la telefonía y las comunicaciones. En este último el impreso prácticamente se terminó. El papel impreso se acabó. El nicho de las comunicaciones perdió su centro. Esto lo vi clarísimo y me dio pena la demora de la salida al sistema digital del diario El Comercio…
-Desde hace algunos años el Comercio digital está operativo.
-Lo sé, tiene productos que están funcionando, sin embargo, no van a compensar jamás la ganancia que se tenía con el papel. Tienen que buscar otros negocios en paralelo para poder mantener un equilibro económico.
-En tu libro nos ofreces un interesante paneo sobre la familia Miró Quesada. Desde el asesinato de tus abuelos. ¿Qué queda de esa tradicional familia?
-El perfil de los Miró Quesada cambió enormemente. Hasta la generación de mis padres contábamos con pensadores, filósofos, científicos, como el caso de mi tío Francisco Miró Quesada. También figuraron algunos científicos como Óscar Miró Quesada (Racso). Una generación amante del arte y la cultura. Soy la última periodista de la familia Miró Quesada en tener una columna fija. Nadie me reemplazó. En toda la historia de la familia soy la única que escribe ficción. Algunos de mis primos escriben de manera eventual en la página editorial. Cada vez menos. De mi generación no existen pensadores, intelectuales. No se impulsaron los estudios vinculados a las artes en las generaciones posteriores. Si antes teníamos miembros de la familia dedicados a la filosofía, la ciencia o las artes, los de ahora están lejos de seguir esta vocación, estas disciplinas. Me atrevo a pensar que algunos no leen. Durante el tiempo que fui columnista no observé interés de parte de mis primos por las humanidades o por la literatura…
-La lectura es uno de los ejes básicos de la educación. ¿No te parece?
-Particularmente soy una amante de la lectura. Todos los días leo. Tuve la enorme suerte de criarme y educarme fuera. Tuve una profesora francesa valiosísima que nos inculcaba la lectura. Ella defendía a capa y espada su lengua materna. Ella destacaba la integridad de la lengua francesa. Mi vocación de lectora y amante de la literatura no se hubiese desarrollado con esa vehemencia y tenacidad que me acompaña hasta el momento sin la ayuda de mi maestra.
-Maki, personalidades como Javier Pérez de Cuellar, Manuel Ulloa, Pedro Pablo Kuczynski, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Nadine Heredia, forman parte de algunos momentos de tu historia.
-Toda mi vida estuvo marcada por la política local e internacional. Cuando era pequeña pensaba que todo el mundo era político. Cuando llegué a los 14 años me di cuenta de que otra era la realidad. Descubrí familias apolíticas y no lo podía creer porque en casa se hablaba de política todo el día. Esto me permitió tener un acercamiento con los políticos. De joven conocí a un muchacho. El era dirigente universitario progresista y de izquierda con quien me casé. Nos hicimos amigos de Enrique Zileri y un grupo de personas progresistas. Para mí fue interesante conocer un círculo de personas que no formaban parte del establishment político local o mi círculo familiar. Luego, conocer a Manuel Ulloa marca un hito importantísimo en mi vida. En lo afectivo y en todo lo relacionado a lo que él me enseñó. Aún me sorprende el amor de este hombre por el Perú. Un amor casi sensual a la tierra, a los colores… Su regreso del exilio me sorprendió. Le pregunté por qué retorno y me miró perplejo por mi pregunta. Amo mi país. No puedo vivir en otro lugar, me comentó. Lo comprobé cuando lo acompañé a Huancayo a donde viajamos en un auto destartalado y nos hospedamos en un hotel de mala muerte. Estaba feliz de ofrecer una charla en esa ciudad. Él se sentía profundamente identificado con el Perú. El me trasmitió ese amor por el país.
-Justo en un pasaje del libro además de referirte a Manuel Ulloa haces alusión a su interés por reactivar el partido Acción Popular. Qué coincidencia con el tema de la reactivación justo en un momento que un candidato de Acción Popular gana la alcaldía de Lima recientemente.
-Lo que descubrimos, lo que nos ha pasado en estos últimos 10 años con el tema de la corrupción, del lavado de dinero, del enriquecimiento ilícito, es tan apabullante, tan triste, que de pronto los electores al ver toda esta crisis deciden apostar por un candidato de Acción Popular, que además gana la alcaldía de Lima. La gente fue en busca de un partido, de una ideología política, de una agrupación desprovista de corrupción Sí analizamos este hecho nos daremos cuenta de que la gente apuesta por el legado de Fernando Belaunde, pienso, es mi particular mirada.
– Maki otro tema que nos llamó la atención es tu experiencia como alumna del colegio Villa María. ¿Había mucha severidad en ese momento?
-Ya pasó esa época en donde veíamos a las monjas vestidas de negro como si fueran unos cuervos. Por referencias de algunas amistades sé que las niñas que actualmente estudian en el Villa María son más felices. Llegué a este colegio con apenas cinco años y observar a una monja enorme hablando en otro idioma y con la severidad de su trato a cualquiera lo asusta. En esa época nos producía miedo las personas con demasiada autoridad. Afortunadamente mi madre que venía de un mundo sajón era moderna. Ella confiaba en mí y en mi hermana. Una vez mi hermanita le dijo que nunca más iría al colegio porque le habían jalado la trenza. Mi madre fue a hablar con la Madre Superiora y solicitó que no la traten mal o la sacaba del colegio. Por lo visto no la tocaron más. A mí no me maltrataron. De chica era chancona, obediente … La educación lo es todo para mí. Espero que en el Perú se fomente una Educación de apertura. Una educación que a los chicos les haga gatillar la chispa de lo que son capaces de hacer. Eso no tiene precio.
-Charlemos sobre tus viajes, tus residencias. Países como Argentina, Francia, Suiza, destacan en tu experiencia de vida y en tu libro, sin embargo, percibo que con Panamá tienes un vínculo especial.
-Absolutamente. Viví, literalmente, en una maravillosa y gran casa modesta, hecha con cartones de madera y techo de calamina. Pensaba que era un palacio que estaba a la sombra de un gran árbol de almendro, con una abuela extraordinaria que vivió 94 años. Éramos 26 primos hermanos. Casi todos vivíamos en esa casa. Éramos 16 primas mujeres que teníamos casi la misma edad. Un mundo de fantasía realmente.
– ¿Un Panamá idealizado?
-Sí, justamente mis primos me dicen que ese Panamá ya no existe. Me quedé congelada en el tiempo, sin embargo, debo de destacar que es un país, un lugar, un espacio que nunca me dio un disgusto o una pena. Todos vivimos una vida feliz allá.
-Incluso algunos miembros de tu familia formaron parte de la política panameña.
-Claro. Esta la veta panameña política que la inicia mi abuelo. El formó un partido político. Murió a los 58 años cuando justo era candidato a la presidencia. Sus seguidores le hicieron una romería porque lo consideraban un caballero de la política. Siempre estuve orgullosa de los logros de este pequeño país en donde la gente es trabajadora, estudiosa. Me desilusiona toda esta problemática de los Panamá Papers, pero sé que saldrá de todos estos negativos episodios. Con respecto al libro, Mario Vargas Llosa me comentó que cuando hablo de Perú mi prosa se entristece y cuando me refiero a Panamá lo describo como un lugar mítico, luminoso.
– Maki, para terminar. ¿Qué representó escribir este libro?
-Escribir una historia tan íntima ha sido una catarsis para mí. Se disiparon algunos fantasmas que quedaron en el armario. Estoy contenta con la publicación de este libro porque salió mejor de lo que pensaba. De todas las reacciones, la que más me preocupó fue la de mi único hijo. Cuando lo llamé y le expliqué lo que había escrito me dijo: “Mamá para que te metes con la familia”. Después de revelarle la historia del libro me apoyó y me comentó que era un “libro necesario”.
Sobre la autora
Maki Miró Quesada nació en Lima. Dejó el Perú cuando niña y pasó parte de su infancia y adolescencia en Panamá. Estudió luego en Suiza y se recibió como profesora de francés en la Universidad de Nancy (Francia). Vivió y trabajó en Ginebra, Nueva York y París. Desde hace dieciocho años es columnista de Luces y Mundo del diario El Comercio de Lima. Actualmente vive con su esposo entre la Patagonia argentina y Lima. En 2011 publicó De París a la Patagonia (Planeta).
Muy lindo libro. Escrito desde el alma. Me parece que su escritura ha sido como dejar la piel, una purificación para poder seguir adelante.