Ahora que vivimos esta pandemia de Covid19 muchas de las cosas de nuestro vivir habitual han cambiado. Hablamos de una nueva normalidad, desde el punto de vista social, económico, sanitario. Sin embargo, más allá de lo anti natural que puede parecer el confinamiento mi percepción es que sirvió como momento de reflexión para muchos.
Por: Romina Paredes Tello
Personalmente siento que como familia nos sucedieron cosas buenas en los 107 días que duró la cuarentena en el Perú, resultado de vivencias algunas no tan felices como la partida de un miembro de mi manada, Billy nuestro perro de 14 años. Nuestra conversación constante, gustos similares, espacios individuales cultivados desde hace mucho, hicieron que la palabra aburrimiento nunca se instalara en nuestra mesa, pero si tuvimos retos. En casa vivíamos mi esposo Daniel, quien escribe, Macarena mi adolescente hija, dos perritos: Billy de 14 años y Cocoa de 3 años. En la antigua normalidad, de lunes a viernes por 8 horas nos acompañaba Dina, nuestra asistente del hogar por 20 años.
Entre las primeras lecciones que agradezco fue que Macarena aprendiera a resolver y entender ciertas tareas de casa que considero importantes para su vida futura. Empezando por la valorización del esfuerzo que conlleva estas actividades y del valioso rol que las personas que nos ayudan en casa cumplen: Dina, nuestra asistente del hogar por 20 años y Gabriela, que se encarga de la limpieza profunda una vez a la semana hace 5 años. Macarena entendió que para que una casa esté limpia teniendo dos perros se barre, aspira, trapea, todos los días. Pasó de preparar 6 o 7 platos, a cocinar bastante bien. A consumir todo lo que hay en la despensa en orden First in – First Out para optimizar el alimento y evitar desperdiciar algo porque se malogró, hecho que cuando yo lo comentaba antes generaba una mueca de “Má porque nos obligas a esto”. A cuidar las plantas del balcón y comprobar realmente que, si nos las riega por flojera, secan y pueden morir si no intervenimos a tiempo. Que las debemos cuidar, alimentar: quitar las malezas, abonar con los restos del café que pasamos, las cáscaras de huevo, algunos residuos verdes y regarlas.
Aprendió la importancia del trabajo en equipo, no sólo para las tareas de la universidad, sino como familia. Daniel siempre trabajó en casa y remoto, así que su día a día laboral no cambiaba, en mi caso por 14 años trabajé remoto para una transnacional y si bien desde octubre dejé de laborar y estaba disfrutando mi tiempo, el 30 de marzo empecé con una consultoría que me tomaba 6 horas diarias. Cocinar, servir el almuerzo, limpiar, alimentar a los perros y sacarlos eran tareas que debíamos hacer en 90 minutos a lo mucho, de lunes a viernes los 3.
La organización para lavar la ropa, tarea que hacíamos dos veces a la semana juntas, me llenaron de orgullo. Al principio a regaña dientes, luego Macarena con maestría proponía que ropa debía ser reciclada, ordenada, cosida, en fin. Quiero aclarar que, en nuestra vida habitual, los sábados y domingos desde que tiene 11 años, Macarena ha compartido tareas domésticas como poner la mesa, ayudar a preparar la comida, lavar los platos, ordenar los dormitorios, pensando que eran cosas suficientes para una persona de su edad. Hoy me doy cuenta cuan equivocada estaba y que, si no hubiéramos pasado por esto, mucho de lo que vivimos juntas no se hubiera dado. Todo mi conocimiento de Orden en casa, heredado de mi madre con cariño tal vez se hubiera perdido. Mi mamá se dedicó siempre a ser ama de casa, a diferencia mía, entonces desde niña aprendí mucho de su orden, a la par que siempre me explicaba el porqué. Una sabiduría para organizar el hogar que Marie Kondo envidiaría para su siguiente best seller. Bueno, esto hice yo en 100 días con mi hija, hacíamos las cosas juntas y le explicaba el porqué de tal cual cosa o decisión.
La segunda lección fue aceptar el contexto, vivir viendo la positivo de la vida y que la actitud depende de uno. En el caso de Macarena, quien estudia Artes Escénicas, ir a la universidad es de las cosas más preciadas que vive hoy. Por la naturaleza de su carrera, la Facultad de la Arte de la PUCP optó por cancelar el dictado de los cursos de especialidad pues dictarlos virtualmente era algo que debía repensarse. Le quedó sólo llevar los dos cursos de letras que serían dictados en modo virtual. Este hecho le afectó muchísimo, pues “le sobraba mucho tiempo” desde su perspectiva y además se atrasaría. A lo que yo comentaba “¿Atrasarte con respecto a qué o a quién?”
¿Qué cosa es atrasarse? Y aquí me di cuenta cómo nuestros hijos viven en un mundo competitivo donde el mensaje de que avances rápido porque si no pierdes, cala hondo. Enseñarle a disfrutar el camino y que el camino también importa es lo que hoy refuerzo con Maca a cada instante. Sus miedos acerca de que va a perder oportunidades porque Juanito ya esté en RESAD, Menganita ya terminó y hace musicales, la apabullaban. También le preocupaba, me confesó luego, que yo no encuentre trabajo en esta situación mundial crítica. Lo más sorprendente es que yo estaba tranquila y este último punto era un tema que realmente no me preocupaba. Se lo había dicho en octubre cuando salí del trabajo, pero creo que no con una explicación de fondo y hablándole como a un adulto que ya es. Nos sentamos en varios momentos en marzo y abril a conversar cómo yo veía las cosas, qué había pensado y cómo me había organizado para que el tema económico no sea un tormento y que quería disfrutar el proceso de descansar, de buscar una nueva oportunidad que me haga feliz y que todo irá bien porque así lo creía y quería, y si no, pues en unos meses replantearía que hacer con lecciones aprendidas. “Lo único que no quiero hija, le dije, es correr”.
Otra conversación la cerramos con este mensaje “Maca, es lo que te ha tocado vivir en este momento de tu vida, lo que vivimos todos, el mundo en general, debemos pensar que podemos cambiar para ser mejores. Aceptemos el momento y no pensemos que perdemos tiempo porque estamos detenidos. No te compares con quien ya avanzó su carrera y está trabajando o ya está becado donde tú quieres ir. La comparación es la base del sufrimiento, y lo que vamos a hacer es construir tu propio camino con Covid al medio, que es lo que la vida te ha traído hoy”. Poco a poco Macarena dejó de llorar y lamentarse de la situación e incluso aparecieron oportunidades como encontrar el vocal coach que anhelaba con clases vía Zoom.
Siempre me he considerado una madre presente y dedicada, más allá de mi vida corporativa profesional, pero el impacto que esta situación pandémica tiene sobre los seres humanos en desarrollo de hoy, es crítico.
Finalmente agradezco también el confinamiento porque hizo que pase los últimos meses de mi amado Billy a su lado, sin salir de casa, sin la playa o campo de fin de semana que hubieran hecho que me pierda nuestra vida en familia: mirar el sol caer por el balcón, practicar yoga juntos o comer un mango viendo la tele. Me sorprendió mucho que se llenara de vitalidad en abril. Comentábamos con Daniel que los perros adoraban la cuarentena porque éramos los 5 juntos absolutamente todo el tiempo. Pero llegó el frío limeño de junio y Billy no pudo superar otra crisis renal, y después de que su médico lo vea y me dijera que se estaba despidiendo, me quedó acompañarlo en sus últimos momentos. Cerré un ciclo, pues Billy partió la semana que empezaba además un nuevo reto profesional, diferente a lo que he hecho los últimos 18 años. Un nuevo camino se dibuja hoy, y siento que como ser humano y como familia crecimos.
Bello testimonio de lo vivido en este encierro, en esta cuarentena. Natural y profundo. Me conmovió. Lo compartiré para que llegue a muchas personas. Siempre se aprende de otro. Es bueno saber sobre otras experiencias. Algo bueno sale de ello. Lecciones que nos permiten crecer como personas.
Gracias querida Luisa. Un honor contar con tus comentarios.