La muda de Ethel Barja

En “Poesía y Transmedia” el escritor mexicano Alejandro Ortiz González afirma lo siguiente: “Reconozco varios territorios como parte de mi patrimonio, que me pertenecen y a los que pertenezco: la lengua, el conocimiento y la cultura en general, el cuerpo, la cocina, además de la tierra y sus recursos. Reconozco también que la defensa de estos territorios me es indispensable para seguir viviendo. La renuncia a esta defensa es el desarraigo, físico, conceptual, emocional y espiritual.”

Por: Carmen Ollé

Estas líneas sirven de ilustración a la propuesta de la poeta Ethel Barja, ya que es en los muchos territorios existentes -que podemos poseer o apoderarnos- como el del lenguaje, donde se desarrolla la muda. La opinión del profesor Julio Ortega, a propósito del poemario, se orienta en esa dirección cuando anota en el breve comentario de la contratapa que su poesía ocurre en un “espacio propicio del lenguaje”. Incluso se lee en la nota sobre la autora, al final del volumen: la muda es la primera obra transmedia de Barja.

De acuerdo con información obtenida en Internet: “la narrativa transmedia se comunica a través de diversos medios y plataformas de comunicación con el objetivo de transformar a los espectadores en participantes activos de esa interacción”.[i]

La trama de La muda tiene varios registros: poesía, pintura, relato, diagramas. En sentido estricto no se trata de plataformas de comunicación, pero sí de diferentes medios para crear poesía, como citas científicas, filosóficas, poéticas, de diversos autores. Encontramos, asimismo, referencias al cine de Bergman, por ejemplo, cuyo carácter reflexivo y simbólico constituye también una guía para la lectura de este complejísimo libro.

Y como ya es tendencia en el siglo XXI, no está ausente la metapoesía, aunque asociada esta vez a la genética y el origen de las especies; a ello se suma la interesante alusión a la geometría fractal. Estos valiosos territorios no solo amplían el campo semántico de los textos, sino que dotan de fuerza el lenguaje y de otras posibilidades estilísticas.

En La muda encontramos tres significados. Uno relacionado con la imposibilidad física de hablar; otro con la acción de mudar (cambio, metamorfosis) y un tercero, con el silencio deliberado de alguien. Por extensión, podemos añadir la mudez de los objetos.

Barja logra también con acierto proyectar en un espacio geográfico, o de otra índole, cualidades humanas: “de pronto/la sola certeza/de que la mano rompe/de golpe un paisaje atónito”.

Hay una sutil presencia del erotismo, pero despojado de su sensualidad mundana; el deseo se desfigura y va en busca de su segunda vida. Los lectores encontramos el camino en el sugerente poema “¿a dónde va el deseo?”.

La muda nos sorprende gratamente gracias al acertijo cubista, ya que la boca de esa cabeza, de ese cuerpo, se va armando como un puzzle.  Estas piezas se rastrean a lo largo de gran parte de los textos: la dentadura, un pico, en la metáfora “el cielo de la boca”, o en el beso a cuentagotas; seguimos hallando partes del misterio en la lengua del trapecio que es necesario apresar; en la caries en el hueso quebrado o los maxilares astillados, para arribar a un rostro borroso y a la disociación de los cuerpos. No obstante, el poema quiere abrir la boca, pero ¿dónde se ubica el poema para Barja? El poema está “en la orilla de los dientes”.

Los significados del título se multiplican porque hay otra mudez, la de la letra h en el español, que no es una letra fonética. La pregunta de por qué existe la h si no suena es una interrogante que puede ayudarnos a explicar la función de la poesía en términos de su utilidad en este mundo.

Sobre el tema, escribe Barja en un bellísimo poema: “h intermedia y mutismo/una cosa que deja de ser/ es una casa en pausa/de ventanas dormidas/ un hiato que navega//al otro lado sin sobresalto/es el zumo del ocaso/que no calma la sed”.

El hábil uso de los contrarios se presenta como un homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz cuando Barja recoge en su libro parte del “Romance 6” de la monja jerónima, maestra en el uso de los contrarios.

En una inteligente y sensible aproximación al silencio se resume la muda de Ethel Barja: “no hay un orden inmutable/ de la mudez a la sílaba/no hay progresión/o adelanto de la genética/a callarse se aprende/ a callarse se obliga/la mudez no cae de facto/ (…) y hay quien no sabrá nunca/ que la mudez es una ciudad perdida”.

[i] alekostransmedia.com
http://alekostransmedia.com

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Prolífica escritora peruana. Marcó un antes y un después en la historia de la literatura local a propósito de la publicación de su primer libro Noches de Adrenalina. Tiene publicado más de 10 libros de narrativa. Actualmente conduce un Taller de Escritura Creativa.