La escritora, editora y antropóloga cusqueña Karina Pacheco Medrano, es una de las autoras peruanas más prolíficas y destacadas de la literatura peruana contemporánea. Hasta el momento tiene más de 10 títulos publicados entre novelas y cuentarios. En estos días estrenó la reedición de la potente novela La sangre, el polvo, la nieve…
Cusco, 1945. Después de muchos años, la ciudad amanece blanca, helada y trae consigo un rumor ominoso. En las alturas de Sacsayhuamán, un pastor ha encontrado los cadáveres de cuatro muchachos; su sangre ha teñido la nieve. Cusco, 1950. El terremoto ha devastado la ciudad. Por detrás de la polvareda, emergen las huellas de aquel y otros crímenes, en una sucesión que se remonta a tres generaciones, hasta la simiente de una poderosa familia. La sangre, el polvo, la nieve es un drama a la vez intimista y totalizador que revela, con trazos descarnados, los mecanismos de opresión y exclusión sobre los que se asentaron nuestros tradicionales sistemas sociales. Al respeto Lima en Escena charló con la autora Karina Pacheco Medrano. Fotos: Lima en Escena
-Karina, personajes significativos como Giralda -principal en esta novela- me llevan a Coralia (El bosque de tu nombre), las hermanas Elena y Elisa (La voluntad del molle). ¿Qué rol juegan las mujeres en tus historias?
-Las mujeres somos una proporción gigante de la humanidad y hemos estado muy poco representadas como personajes principales y/o complejos en la literatura. Si la ficción literaria debe pintar las honduras de la realidad para calar en las y los lectores; es tiempo de sobrepasar aquellas tramas que, en su mayoría, trazaban personajes femeninos muy tenues o marcados por los estereotipos o por las fantasías sexuales de sus autores.
Los personajes que mencionas tienen el denominador común de hacer(se) preguntas difíciles, de confrontar el mundo donde podrían quedar cómodamente instaladas. De manera natural o traumática se deciden a buscar respuestas, a desafiar los moldes, las hipocresías o las mentiras que han rodeado sus vidas.
– El maestro, músico y defensor de las comunidades indígenas Rafael -otro de los personajes de la novela- es asediado por las fuerzas del orden. Aún ahora el establishment observa estas luchas o propuestas de cambio como el “cuco”. ¿Por qué?
-Porque vivimos en una sociedad tremendamente conservadora y acostumbrada a las injusticias, a la opresión y a la desigualdad. Por tanto, cuestionar ese estado de cosas obsceno, en lugar de ser visto como algo necesario o impostergable, pasa a ser considerado peligroso, malo, subversivo. Estamos sumidos en una locura por la cual, la gente que tiene pequeños o exorbitantes privilegios se cree moderna porque su nivel de consumo, de viajes y acceso a las tecnologías de información es elevado; pero cuando rascas un poco, te das cuenta de que sigue anquilosada en una estructura de pensamiento colonial.
En pleno siglo XXI, para muchos sigue siendo normal que las poblaciones indígenas sean discriminadas y explotadas de múltiples maneras; les resulta igualmente un horror hablar de respetar la diversidad sexual o promover la igualdad de género; mantienen una idea donde el poder se entiende como abuso de poder; y donde el “orden natural de las cosas” es que haya gente pisoteada. Ese anquilosamiento en un modelo social y económico brutal hace que fácilmente se vea como a “cuco” a quien plantee fórmulas de desarrollo más democráticas, menos inhumanas.
– El Perú es un país absolutamente patriarcal. El padre de Giralda forma parte de esta cultura de poder vigente en pleno Siglo XXI. ¿Por qué nos cuesta tanto evolucionar en materia de género?
-Porque sacar a la mujer del rol secundario o de sumisión que durante miles de años se le ha asignado supone poner el mundo de cabeza, y supone quitar no pocos, sino muchos pequeños y grandes privilegios a la otra mitad de la humanidad. No olvidemos que el enorme peso del cuidado de las familias ha recaído en las espaldas y las mentes de las mujeres. Es algo tan evidente e injusto a la vez, que para que no lo veamos, desde niñas se nos ataranta sublimizando y elogiando nuestro rol de “cuidadoras”, de “ángeles del hogar”. Se nos impide ver ese enorme peso que se nos ha asignado como “peso”. A ese sacrificio desigual tantas veces lo llamamos “amor”. Por ese “amor” las mujeres nos vemos alentadas a incrustarnos al interior de las casas; a no ser mujeres “públicas”; a ellos se les enseña que su deber es “buscar el pan” afuera, y claro, a cambio, tienen el poder sobre sus casas y la posibilidad de desarrollar una vida pública, profesional y social más amplia. La autoestima de millones de hombres en el Perú y en el mundo está demasiado medida por el dinero que gana y por la cantidad de mujeres que domina, por ello muchos sienten que es imperativo demostrar que al menos tiene dominada a la mujer de su casa. De ahí que cuando una mujer cuestiona, se rebela, o se cansa de esta situación las respuestas son tremendamente violentas.
-Giralda y la educación. Una mujer del Siglo XX que apuesta por estudiar en la universidad. Me recuerda a una Miguelina Acosta en formación, en ciernes…
-Su perfil bebe de las pioneras universitarias y mujeres rebeldes de su tiempo. No olvidemos que el Cusco ha tenido grandes referentes en ese campo desde el siglo XIX. En 1875, Trinidad Enríquez se convirtió en la primera mujer en cursar una carrera universitaria, no solo en el Perú, sino en todo el continente. Ella fue maestra de Clorinda Matto de Turner en el colegio de Educandas, y bueno, ya sabemos la inmensa labor de Clorinda como escritora, periodista y activista por los derechos de las mujeres.
A inicios del siglo XX, la universidad del Cusco comenzó a dar cabida a unas pocas estudiantes de manera formal (no excepcional, como fue el caso de Trinidad Enríquez). Esto, al principio, generó un gran revuelo. Me contaban algunos tíos abuelos que la gente iba a ver cómo entraban a clases, porque era un suceso. Aunque Giralda es un personaje de ficción, para los años en los que ella habría entrado en la universidad (1917-1921), ver a mujeres en la universidad del Cusco ya no era un hecho tan excepcional. Sin embargo, en la vida real como en la ficción, cumplir con el anhelo de cursar una carrera universitaria en ese tiempo, para muchas mujeres podía suponer una serie de requiebros familiares.
– Asimismo, ella es amante de la música, de las artes visuales, alberga a los artistas en su casa, teje una relación con ellos. Estamos ante un guiño a Clorinda Matto quien fomentaba las tertulias y este tejido con autoras, activistas de su época.
-Pensaba en Clorinda, pero esa parte de la trama se nutre más de algo que fue relativamente común en los años 20 y 30 del siglo pasado, la confluencia en el Cusco y otras ciudades del sur andino de numerosos intelectuales, artistas y políticos locales, nacionales y extranjeros procedentes sobre todo de Bolivia y Argentina. En el Cusco, uno de los puntos de reunión más conocidos fue la casa de Rafael Tupayachi Ferro, a quien está dedicada la novela. El personaje de Rafael, aunque tiene una parte de ficción, está muy inspirado en ese otro de la vida real. Conocí bien a su esposa, una mujer extraordinaria. En la casa de ellos se sucedían numerosas reuniones, acompasadas por chocolate caliente, en las que se se hablaba de política, arte, vanguardias, nuevas maneras de configurar la vida peruana que asumieran por fin la raíz indígena.
-Finalmente y disculpa reincidir en el tema. El terror al cambio político, cultural que también observo en la novela me remonta a la actual coyuntura política. Los miedos al cambio. Justamente los “cucos” que evitaron que Verónika Mendoza pase a la segunda vuelta…
-El sistema económico que actualmente nos rige se ha instalado como un espejismo. En realidad, son pocos los que obtienen grandes beneficios, exorbitantes. Hubo una clase media que empezó a gozar de mayores posibilidades y considera que no se puede hacer nada mejor, aún a costa de que grandes sectores del país se mantengan en niveles de mera sobrevivencia, sin acceso a servicios médicos educativos básicos, de calidad.
En cualquier país civilizado este sistema brutal sería un escándalo, pero acá, en los últimos treinta años se nos ha alienado para que veamos ese “sálvese quien pueda (pagar)” como lo natural. Entonces, cuando después de muchos años parece una izquierda democrática con grandes equipos que en efecto pueden llevar adelante esos cambios, se la “terruquea”, y los que muchísimo exprimen al país convencen a las clases medias, muy arribistas, hay que decirlo, de que viene el cuco y que le van a quitar lo conseguido. También les hacen creer que ese modelo brutal es lo moderno, que defenderlo les eleva de estatus social -ay, es triste y cómico-, y así vemos el espectáculo de los recién arribados a la esfera clasemediera defendiendo con garras y dientes un sistema cavernario.
Ahora bien, creo que la opción de Verónika, entre otras cosas, también se vio afectada porque el machismo, el conservadurismo y el autoritarismo están igualmente extendidos en sectores populares. Por ello, pudo más la aparición de otro candidato, hombre, con un discurso más radical, que comparte con la extrema derecha el desdén a las demandas de la comunidad LGTB y el rechazo a la igualdad de género. Bueno, ya ves, hemos terminado hablando más de política que de literatura. Pero me anima que los temas de mis novelas y cuentos puedan dialogar con las desafiantes cuestiones de la actualidad.
Sobre la autora
Karina Pacheco Medrano (Cusco, Perú) es doctora en Antropología de América y experta en Desigualdad, Cooperación y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado numerosos libros y artículos especializados en temas de cultura, desarrollo, racismo y discriminación. Como escritora, en 2006 publicó su primera novela, La voluntad del molle, que ha sido reeditada este 2016 por el Fondo de Cultura Económica en Perú; el año 2008 ganó el Premio Regional de Novela del Instituto Nacional de Cultura de Cusco con No olvides nuestros nombres; en 2010 publicó la novela La sangre, el polvo, la nieve, así como su primer libro de cuentos, Alma alga. En 2012 publicó Cabeza y orquídeas, obra ganadora del Premio Nacional de Novela Federico Villarreal 2010. Es autora de los cuentos El sendero de los rayos (2013), Lluvia (2018), la antología Miradas (2015) y las novelas El bosque de tu nombre (2013) y Las orillas del aire (2017). Dirige Ceques Editores, editorial independiente especializada en narrativa, antropología e historia andina.