José Miguel Vásquez: “Debemos dejar de idealizar a la infancia”

Nos dice el autor del libro de cuentos Érase dos veces (Pesopluma, 2021), título en donde el joven escritor nos comparte un mundo onírico inspirado en las ilustraciones de Miguel Ortiz

Entre escenario y escenario, los lectores y las lectoras descubrirán al gonzorruelo escarlata, el perro Dico, la abuela que levita y las ratas Katz y Platz, entre otros. Lector asiduo de cuentos ilustrados desde la infancia, admirador de Julio Ramón Ribeyro y Luis Hernández, e inspirado por la artista plástica Rosario Nuñez de Patrucco, José Miguel Vásquez crea personajes con inteligente ternura, y sus aventuras llenas de humor estimulan la imaginación de grandes y chicos. Al respecto, Lima en Escena charló con el escritor.

-José, un tema original en tu libro es empezar con las ilustraciones. Rompes con lo usual, con lo canónico. ¿Por qué?

-Sí, el libro tiene un lado disruptivo, pero es algo que surgió de casualidad. Mi amigo Miguel Ortiz, el ilustrador, fue un día a mi casa y me mostró una libretita llena de paisajes en acuarela. Eran apuntes hermosos que pedían a gritos una historia, o al menos eso sentí. Hablé con Miguel. Le pedí que prepare nuevos dibujos llenos de personajes y situaciones random. Yo crearía dos cuentos por cada escena, no filosofé al respecto, solo me nació plantearlo de ese modo. Sentí que esa duplicación embrujaría el proceso de escritura y, de paso, la experiencia del lector.

-Con esta creativa propuesta, imagino, asumes las imágenes desde la visión del niño o niña desde esa amplia mirada de la comunidad infantil. Es decir, te pones en sus pensamientos. ¿Son aproximaciones al imaginario del niño?

-Eso es lo que intento. Si dejamos de idealizar la infancia encontraremos información poderosa en ella. Puede contener inocencia y fantasía, y también regiones oscuras. Es importante ver el mundo con una mirada desde abajo para terminar de conocernos. Volver al tiempo de los porqué. Los niños, tal vez, piensan con más metáforas que nosotros, inventan sus propios mitos para explicar las cosas que nadie les quiere explicar porque son temas tabú. Entonces los adultos no los incluimos en esa supuesta realidad tóxica, les tapamos los ojos o los tratamos como tontitos, pero los convertimos en “fumadores pasivos” de nuestra más irreconocida toxicidad. Es absurdo. Mirar el mundo desde abajo, otra vez, ayuda a romper ese círculo vicioso.

-La idea del díptico en los relatos igualmente nos parece original. Ese tejido entre las ilustraciones y las historias. Una mezcla poética entre la imagen y el texto. Lo lúdico destaca en este diálogo creativo. ¿Lo observas así también?

-Me gusta que veas un lado poético al libro. Yo antes usé la palabra “embrujar” y creo que tiene relación con la poesía. Aquí hay un giro en la relación entre imagen y texto, no es una construcción filosófica muy compleja, es más un juego. Se ha cambiado ligeramente algo que damos por sentado, que la imagen debe adaptarse a la historia, y este libro quiebra esa expectativa. Sí, es un proceso lúdico, desde la simpleza. Es el espíritu que he querido homenajear. En el Ángel exterminador, Buñuel muestra algunas escenas dos veces, es decir, muestra una situación y de inmediato la repite, pero con ligerísimos cambios. No sé por qué, pero siento que así abre un tercer ojo en el espectador, lo vuelve vulnerable a los detalles.

-Destaca también el universo animal. Desde un perro, gato, entre otros. ¿Es una forma de hurgar en nuestra relación con ellos?

-Resulta que sí, tuve que hurgar en ese vínculo. Cuando tienes la página en blanco debes lidiar con muchas decisiones. En este caso, yo recibía a los personajes ya representados en las ilustraciones. Por decirlo de algún modo, ya estaba “resuelta” buena parte de la chamba. No tenía que crear de cero a los protagonistas, pero debía fabricarles una historia o, mejor dicho, dos historias. Allí empezaba mi compromiso con ellos, intentaba entender qué cosas podían dolerles o alegrarles. En el caso de los animales me costó un poco, ya que nunca había tenido mascotas o mucha cercanía con animales. Fue un reto imaginar e investigar, sobre ellos, ponerme en “sus patas”. Este año adopté a una gatita y, ¿sabes?, veo que le chunté a varias cosas sobre su “gatidad”. Además, encuentro algunos aspectos de nuestro bonito vínculo plasmados en ese libro, aunque lo haya escrito hace cuatro años.

-La oralidad: la historia de la abuela, la ciencia ficción: el relato de los extraterrestres vs intraterretres nos lleva por estos géneros. ¿Estos géneros forman parte de tus intereses escriturales?

-Soy el tipo de escritor que intenta usar todos los registros posibles, es parte del juego y de encontrar un estilo. Luego de jugar me pongo a pulir. Estos experimentos, para mí, deben ir acompañados de una economía del lenguaje. Lo mismo ocurre con los géneros, si pudiera escribiría volúmenes de ciencia ficción, ensayos, ficción histórica, testimoniales, lo haría, créeme. Pero pocos escritores se llaman Isaac Asimov. A mí, humildemente, me gusta contar historias, eso es todo. En este libro hay 20 relatos y cada uno tiene alrededor de 300 palabras. Ese formato se prestaba para sacarme el clavo y zambullirme en muchos géneros, creando esas novelas que quisiera escribir “a escala”. De otra forma no hubiera osado crear textos de ciencia ficción, un género que me encanta, pero dudo que lo cultive. En el caso de la oralidad, es un tipo de registro que sí está en mi ADN. Pienso explorarlo profundamente en mis siguientes libros.

-Si bien se aduce que los libros de LIJ (Literatura Infantil y Juvenil) están dirigidos a público de 1 a 100 años. ¿Por qué empezar con un libro para niños?

-Me nació simplemente. Me pasaba lo mismo que a la niña del cuento Vacaciones inútiles. A los 8 años, leía cuando, aparentemente, no había nada que hacer. El cobijo que me daban esos pequeños universos de papel, es algo que quisiera dar a otros que pasen por esta situación. Ahora, como género en sí, la LIJ me sienta bien, te permite hablar desde la metáfora, igual que una parábola zen o una leyenda chamánica, y te ayuda a tratar temas complejos con un lenguaje muy sencillo. El otro día una amiga me preguntó si era más fácil cumplir plazos o deadlines al escribir literatura infantil. Yo creo que sí, se escribe más rápido porque que el autor no pierde tiempo dándoselas de intelectual. Igual el proceso de poda y edición es tan riguroso como cualquier otro género. De todos modos, tengo cuentos de “literatura no infantil” y un par de ideas para novelas. Se irán concretando con mucho trabajo y paciencia. Por el momento, es curioso que mi literatura empiece vistiendo ropa de niño. Es como si mi obra y yo empezáramos desde lo más pequeño, mirando el mundo desde abajo. Para mí no es coincidencia. Tiene mucho sentido.

Sobre el autor

José Miguel Vázquez (Lima, 1983) escribió sus primeros poemas y cuentos a los nueve años. Mucho tiempo después, estudió Literatura en la Universidad San Marcos. Escribió una tesis titulada «Experiencia cinemática en 5 metros de poemas, de Carlos Oquendo de Amat». Hoy en día intercala temporadas de vagancia con otras de verdadera disciplina literaria y trabaja en dos libros: Un bar en el bosque y la novela Jugo de fresa en la bañera.

¡Celebramos el Día del Niño en Lupas!

Volvemos a encontrarnos de a pocos, esta vez con el lanzamiento de Érase dos veces. El autor José Miguel Vásquez y el ilustrador invitado Eduardo Yaguas visitarán la librería Lupas para narrar varias historias del libro e improvisar ilustraciones y más historias a partir de las intervenciones de los pequeños asistentes.
Sábado 14 de agosto, 4 p.m.
Dirección: Lord Cochrane 298 San Isidro.