El nuevo título de la destacada escritora Gloria Portugal “Canción del manicomio” (Hipatia Ediciones, 2021), nos abre a un mundo rico en imágenes con una visión desencantada de la realidad. Recorre emociones como el miedo, la ansiedad y el insomnio, secuelas de una locura lúcida propia de un sujeto que no encaja en el orden social, pero que lo sobrelleva a través de una voz irónica y crítica. A través de este nuevo poemario la autora nos ofrece un claro manejo del lenguaje fragmentado que nos conduce al clímax de esta obra. Fotos: Archivo de la Autora
Al respecto, Lima en Escena charló con la autora.
-Gloria, la ironía es el hilo conductor de Canción del manicomio y tus anteriores poemarios: Insanías (2010), Estrellas en el cielorraso (2016). ¿Es tu lupa, el lente a través del cual visualizas los avatares y vaivenes de la vida?
-Dicen que la ironía y el humor son las armas de los débiles. No creo ser una persona débil, pero me he encontrado muchas veces en situaciones de extrema vulnerabilidad. Algunas de esas circunstancias me han marcado profundamente. Sin embargo, he aprendido que el dolor no es para siempre. Pasado cierto tiempo se transforma y depende de nosotros hacer de lo que queda algo permanentemente triste o divertido. Elegí lo segundo. Reír es un placer que a veces no valoramos lo suficiente.
Por mi parte, además de gustarme reír, siempre me ha gustado hacer reír a los demás. Y si es a partir de mis propias experiencias, mejor. Por ejemplo, una vez de camino al trabajo un mototaxista me robó un celular que había renovado hacía unos pocos días. Por suerte fue un robo creativo y libre de violencia: el vehículo se detuvo de pronto por una supuesta falla. El chofer bajó a empujarlo y me pidió que maniobrara el timón desde mi asiento. Aprovechó ese momento —en que perdí de vista mi bolso (¡abierto!) con el fin de obedecerle— para extraer mi teléfono. Luego, como yo no hacía un buen trabajo con el timón, me dijo que mejor bajara a empujar. ¡Y le hice caso! Mis colegas se rieron mucho cuando les conté la historia ese mismo día. Porque me bajé, por suerte sin olvidar mi bolso, y la moto arrancó. Tardé varios minutos en darme cuenta de que me faltaba algo. Lo que más me preocupaba en ese momento era no haber pagado el servicio. Cuando noté que me faltaba el aparato, recién comprendí todo. Una hora después del robo ya la anécdota me había consolado, y luego de contar la historia a todo aquel que se cruzara en mi camino y reírme de mi “inocencia” antes de que los demás lo hicieran, ya estaba totalmente recuperada de la pérdida.
Ahora que lo pienso, es como si mi vida entera estuviera compuesta de bromas, algunas de pésimo gusto, pero bromas al fin. Quizá por ello suelen aparecer en mis escritos situaciones de este tipo, insólitas a veces, cómicas también. Pero no se trata de algo premeditado. Supongo que es el tono en el que vibra no solo mi voz poética, sino también mi voz en general.
–Asimismo, Canción del Manicomio nos abre una ventana a una serie de perturbaciones individuales y sociales que ahora, en plena pandemia, se agudizaron. ¿Es una coincidencia?
-Los problemas mentales han existido desde que el mundo es mundo. Lo que ha cambiado es la forma de percibirlos. En el pasado no se consideraba a la melancolía o a la depresión como enfermedades incapacitantes, que requerían tratamiento médico. Había demasiada, y por desgracia sigue habiendo, ignorancia e incomprensión al respecto. Un deprimido clínico solía ser tratado por sus familiares como un ser débil que solo necesitaba “poner de su parte” para no sentirse miserable. Del mismo modo, visitar a un psiquiatra no era una decisión fácil de tomar. Es cierto que a raíz de la pandemia han aumentado los problemas de salud mental, sin embargo, ya hemos estado en crisis desde hace mucho tiempo. Lo único que ha cambiado es que ahora el problema se ha vuelto visible, la gente le ha perdido el miedo a hablar de estos temas. Eso es bueno, cada vez más personas eligen no sufrir y buscan ayuda. Por desgracia, no todos la encuentran.
Ahora, si bien en mi libro hago alusión a algunos desórdenes mentales, no es a propósito de esta época. El tema de la conducta humana —tanto la llamada “normal” como la patológica— y el de los psicofármacos siempre me han fascinado. Empecé a escribir los poemas de Canción del manicomio en algún momento del año 2016, cuando experimenté una de mis más hondas “caídas”, por decirlo de algún modo. La Poesía, como siempre, vino al poco tiempo en mi auxilio y me ayudó a sublimar aquella devastación hasta convertirla en algo artístico. Con el paso de los años, se transformó en un libro muy distinto al de su primera versión, con una carga emotiva menor. Usé los jirones de una vida no tan antigua como materia prima y los convertí en literatura. Deseaba que los lectores se pudieran ver reflejados en los poemas. Ese fue mi objetivo. Espero haberlo logrado.
-Estas referencias a Marilyn Monroe, Janis Joplin, entre otras figuras, vidas llenas de penurias y muertes tempranas en una sociedad castradora, ¿es un tributo…?
-Sí y no. Si bien algunos de estos nombres son leyendas, para mí por lo menos, no los elegí a propósito para ponerlos en este libro. Sucede que todos ellos son representantes del arte —bastante pop— que suelo consumir, y que me ha fascinado por años. Pienso que disfrutamos de las obras de determinados artistas en la medida en que encontramos afinidades con ellos. Tanto Marilyn Monroe como Janis Joplin eran dueñas de un talento formidable, pero su exagerada necesidad de amor y su enorme vacío existencial terminaron por hacerlas desaparecer. Juana de Aragón también es un personaje fascinante, por el misterio que rodea su aparente locura y por su obsesión con un marido llamado injustamente —a las pruebas gráficas me remito— hermoso. Y soy una entusiasta seguidora de Banksy, aunque solo me sea posible imaginarle un rostro y una existencia más allá de sus sencillos, pero impresionantes poemas murales.
-El teatro es otro elemento presente. Un par de poemas en prosa podrían concebirse también como textos dramatúrgicos…
-No lo sé. Siendo la polisemia una de las principales características de la Poesía, todo es posible. Me gusta coleccionar diálogos interesantes o divertidos, ya que siempre espero usarlos en algún cuento o novela que quisiera escribir algún día, pero no suelo emplearlos en mis poemas. Supongo que, al encontrarse con Ofelia de Shakespeare en algunos versos de Canción del manicomio, y con elementos de la tragedia de Hamlet —la calavera, la corona de flores, la ahogada— el lector podría sentirse en una atmósfera teatral. Pero eso es todo. Eso y el poema sobre otra Ofelia, esta vez una muy moderna, que es auxiliada por fármacos que le devuelven la lucidez.
-Finalmente, si bien Canción del Manicomio tiene una dosis de la estética kitsch, nos lleva también por los caminos del delirio y aquí sí observo un diálogo entre tu poética y temas como la psiquiatría…
-El tema de la conducta humana siempre me ha resultado atractivo. Por circunstancias familiares he tenido acceso a información valiosa sobre las patologías y la oscuridad en la que se puede sumir la mente humana. Pero lo más impresionante para mí ha sido descubrir que es posible solucionar estos desórdenes a través de la química. He sido testigo —vivencial y presencial— de la magia (no encuentro otra palabra) que los medicamentos psiquiátricos producen en casos “perdidos”. Antes la gente sufría y moría víctima de los desbalances de su infortunada bioquímica cerebral. La historia de la literatura universal y del arte, en general, está poblada de hermosos seres llamados despectivamente “locos”, pero capaces de producir las más bellas y conmovedoras obras de arte. Muchos de ellos no tuvieron la fortuna de ser auxiliados a tiempo y perdieron la vida a mano propia. Quién sabe de cuánta más belleza hubieran dotado al mundo de haber sido asistidos farmacológicamente, y, por consiguiente, de haber tenido mejor calidad de vida. Pero no tuvieron la fortuna de vivir en esta época.
Si este libro pretendiera ser un homenaje a algo sería a la farmacología. A las drogas que alivian el dolor, a las que ayudan a dormir en paz, a las que convierten a los desdichados en seres capaces de apreciar la belleza de los días comunes y tal vez de sonreír. También a quienes se encargan de desentrañar los misterios de las almas perturbadas y las tratan con respeto y bondad. A quienes podamos entregarles nuestros abismos, como diría la extraordinaria Wislawa Szymborska, a cambio de la infinita piedad química.
Sobre la autora
Gloria Portugal Pinedo (Trujillo, 1976). Es licenciada en Educación, con especialidad en Lenguas Extranjeras, por la Universidad Nacional de Trujillo. Publicó los poemarios Insanías (2010), Estrellas en el cielorraso (2016). Ganadora del II Concurso de Poesía de Mujeres Scriptura. En 2014, ganó el primer premio en la VI Bienal de Cuento Infantil ICPNA por su libro Cuatrojos. Sus poemas y cuentos han aparecido en la «Antología general de la poesía en La Libertad (1918-2018)» (2019) y en la antología «Cuento liberteño. Panorama actual» (2019), respectivamente.