Gabriela Olivo de Alba: «El día de los muertos es la expresión colectiva de un culto doméstico”

Me entusiasma la idea de compartir, en el evento que tenemos previsto en la FIL Ricardo Palma, con el creador ayacuchano Edilberto Jiménez, con la escritora y antropóloga Karina Pacheco y con José Carlos Agüero, autor de nuestra casa editorial, sus testimonios sobre la tradición de las celebraciones dedicadas a los difuntos en el Perú y darles a conocer, la dimensión simbólica y ritual que en México mi país, tiene la Festividad de Día de Muertos, dice nuestra entrevistada en la presente interviú. Foto: Rafael Carmona

El Fondo de Cultura Económica, ofrecerá la mesa redonda Día de muertos: rituales en México y Perú, evento en el que se dialogará sobre las expresiones literarias, plásticas, musicales y rituales relacionadas con la muerte en México y Perú, y puntualmente acerca de la celebración de Día de Muertos. La dimensión ritual, festiva, política que vertebra el Día de Muertos comunica las culturas peruana y mexicana. Al respecto charlamos con Gabriela Olivo de Alba

-Gabriela, antes de charlar estrictamente sobre la celebración del Día de los muertos permíteme empezar con un punto relevante referido a la literatura y la plástica mexicana y su vínculo con esta festividad, una de las más importantes de México…

-Como bien señalas esta festividad ha dado pauta a expresiones plásticas y literarias muy relevantes. Basta recordar las calaveras de José Guadalupe Posada, con esqueletos cantando, bailando y corriendo en bicicleta, lo mismo en escenas de batalla que en el cementerio. Ni que decir de su famosísima “Catrina”, figura que después retomaría Diego Rivera en su mural “Sueño de una tarde dominical en la alameda”.

Los creadores contemporáneos mexicanos no hemos sido ajenos a esto, Felipe Ehrenberg, artista visual con quien sostuve una estrecha relación amical y creativa llegó incluso a tatuarse la imagen de sus propios huesos para una instalación. En mí caso, tal vez como una forma de conjurarla, la muerte ha sido un tema recurrente. Así llevé a cabo las performance tituladas Ay mis hijos, a los niños no nacidos, No me llores más- Autofuneral duelo celebratorio, y otros ejercicios visuales y escriturales. En Caracas, en los jardines de la Quinta México, con el apoyo de jóvenes creadoras y sus compañeros de estudios, dedicamos una de las ofrendas a las Muertas por violencia de género, otros mexicanos – desde la distancia- Recordaban a los suyos.

La proclividad estética y creativa del mexicano común, parece surgir repotenciado en situaciones que afectan a todos. Todavía me siento conmovida al recordar la ofrenda que de manera espontánea fueron armando vecinos al Hospital General y el Multifamiliar Benito Juárez dedicada a las personas fallecidas durante los sismos de 1985. El afecto solidario fue la guía para que cada quien colocara directamente en el piso de una explanada, una veladora y flores sueltas acompañaban la fotografía o el nombre escrito en un papel de cada persona fallecida en la catástrofe que nos cimbró.

José Gorostiza, será siempre recordado por su poema Muerte sin fin, Xavier Villaurrutia por su Nostalgia de la muerte. Jaime Sabines, a la muerte de su padre, escribió Algo sobre la muerte del Mayor Sabines. Jaime Reyes, por cuya obra siento un especial apego, publicó con FCE el libro Isla de Raíz amarga, que contiene un poema: Sin memoria ni olvido, a manera de elegía que rompe el canon métrico, expresa el acendrado dolor de Reyes ante la partida de Rubén Salazar Mayen.

Hay, además, otras formas de raigambre popular, con sentido humorístico e incisivo sarcasmo: las versificaciones conocidas como «calaveras». En los dos períodos en que fui diplomática en Venezuela, Consejera cultural de la Embajada de México, procuré preservar la tradición, realizando ofrendas escénicas, musicales y literarias. Entre ellas, dejó una huella profunda Del Mictlán precolombino a la Tragedia de Vargas, aquella en la que armamos un Tzompanli con calaveras realizadas por Carlos Zerpa, a quien pedí colocar mi nombre en una de ellas. En otra oportunidad dedicamos una de las ofrendas a pintoras y literatas, en la misma mesa: Sor Juana, Frida Kalho, Elena Garro.

Sí, en México se la considera una de las manifestaciones más importantes de la vida comunitaria porque se ponen en práctica formas de organización comunal, se transmiten y comparten saberes que involucran un universo muy amplio: la creatividad artística y los saberes de cada oficio artesanal, y la tradición alimentaria. La festividad coincide con la cosecha del maíz, y conmemora el regreso transitorio de las ánimas de los familiares fallecidos, de los amigos y vecinos difuntos. Es una festividad que conjunta la tradición católica y la indígena mesoamericana. En una acción que parecería orquestada, en las iglesias, cementerios y en las casas se colocan ofrendas y altares coloridos para recibirlos. La ofrenda del cementerio representa el punto de salida de las ánimas y el altar doméstico el sitio de convivencia familiar y afectiva. Como verás, aunque hay un origen común al surgir de una tradición católica, está festividad tiene un sentido diferente a la celebración de Halloween de origen celta, en la que parece prevalecer el divertimento de ahuyentar a los “espíritus malévolos”.

-El tema de las almas de los difuntos constituyen un elemento importante dentro de la cosmovisión mexicana, en especial, en esta celebración. Podrías ahondarnos al respecto.

-En la cosmovisión de las culturas mesoamericanas, a diferencia de la noción cristiana, el destino de las almas de los difuntos no estaba determinado por su comportamiento en vida. Era la forma en que había acontecido la muerte, la que marcaba el sitio al que correspondía ir a morar. Las mujeres muertas en parto y los guerreros fallecidos heroicamente en combate, tendrían el privilegio de acompañar al Sol en su recorrido, convertidos en aves de hermosos plumajes. Los bebes irían al Tonacacuauhtitlan, lugar de los “mantenimientos”, donde eran amamantados por un árbol con frutos de los que manaba leche. A las ánimas de las personas que morían ahogados o por efecto de un rayo, les correspondía como morada el hogar de Tláloc, dios del agua. Los que partían por “enfermedad común” o «muerte natural» eran guiados por un perro sin pelo – xoloitzcuintle- que orientaba su camino al inframundo del Mictlán. En algunos entierros u ofrendas mortuorias de sitios arqueológicos se han encontrado restos óseos de estos animales o piezas de cerámica en forma de perro en alusión a ello. Ese recorrido tardaba aproximadamente 7 años.

-El sentido colectivo que incorpora también una serie de objetos como las ofrendas destaca durante la celebración del Día de los muertos, ¿no?

-La celebración es la expresión colectiva de un culto doméstico. Recoge las herencias hispana e indígena propias de nuestro mestizaje cultural. Las flores, las velas y el copal empleado en las ofrendas son elementos semejantes a los que se otorgan a los santos católicos, conviven con la bebida y los alimentos, elementos similares a los ofrecidos a las divinidades vernáculas.

-Este día tiene un tejido especial con lo agrícola… ¿Por qué?

-La celebración de esta fiesta entre las comunidades indígenas y campesinas está asociada a la actividad agrícola porque marca el final del ciclo anual del maíz el cultivo predominante en el país. Del mismo modo en que la muerte marca el fin del ciclo de vida.

-Esta celebración, una de las más importantes de México suele ser acompañada de una especial escenografía también.

-Claro. De acuerdo con la costumbre, a partir de la noche del 31 de octubre y al concluir la noche del 2 de noviembre, las ánimas de amigos y parientes queridos que han fallecido vienen a visitarnos. Cada miembro de la familia se esmera en la construcción del altar doméstico. La fotografía del abuelo, de la tía, del sobrino, del amigo o de la novia fallecida presidirá la ofrenda. Se habrán preparado con antelación los tamales, los panes de muerto, el mole, elegido las frutas y los dulces que más disfrutaban en vida. No faltará un vaso de agua para aplacar la sed por el recorrido, y las bebidas preferidas para los pequeños y viejos atole y chocolate. Para los mayores, tequila y mezcal. El tono amarillo naranja de flores de cempazúchitl contrastará con los tonos púrpura y morado del papel picado. Velas encendidas, calaveras de azúcar, esqueletos de cartonería, artesanías en barro y cestería, estarán colocados sobre un mantel de tela blanco o de papel picado con figuras alusivas a la festividad, se alegrará su llegada con canciones y música. Las ofrendas se estructuran en niveles, por lo menos tres, que representan el cielo, el plano terrenal y el inframundo. Esto encuentra su correspondencia con la visión mesoamericana pues la celebración es resultado, de proceso de sincretismo que fusiona lo indígena y lo hispano. La celebración cumple además una función de cohesión en la que todos los miembros de la familia y de las comunidades participan tanto de los preparativos, como de la fiesta. Un ritual de convivencia que refrenda la afinidad identitaria.

Día de muertos: rituales en México y Perú
Feria del Libro Ricardo Palma – Parque Kennedy
Día: viernes, 2 de noviembre
Hora: 5:00 p.m.
Sala: Antonio Cisneros