Fietta Jarque: “Aline se relaciona con el Perú a través del arte precolombino”

¿Quién fue Aline Gauguin o Aline Chazal Tristán, su nombre de soltera?… Fietta Jarque, crítica de arte, periodista y autora de esta interesante historia de época nos da algunas luces sobre ella

La novela Madame Gauguin (FCE Perú, 2022), le demandó 20 años de investigación a la autora Fietta Jarque, labor que le permitió adentrarse en un sin número de documentos, libros, fotos, entre otros, los cuales ayudaron a profundizar sus estudios sobre las biografías de los protagonistas de esta maravillosa y reivindicativa historia sobre la vida de Aline Gauguin o Aline Chazal Tristán, madre del pintor Paul Gauguin e hija de la feminista Flora Tristán.

Un libro del cual más del 90% está basado en hechos y circunstancias reales que a través de Aline Gauguin, Jarque busca rescatar toda una época -segunda mitad del Siglo XIX-, según lo precisó en una mesa de diálogo durante su última visita a Lima.

Al respecto, Lima en Escena charló con Fietta Jarque.

-Fietta, más allá de ser la hija de Flora Tristán y de André Chazal, madre de Paul Gauguin, Aline Chazal, gozaba de una peculiar personalidad que a todas luces la hacían poseedora de un temperamento y atractivos que iban más allá de la sumisión, melancolía y belleza física…

– A lo largo de la novela vemos cómo se va transformando la personalidad de Aline. La ambigüedad de sentimientos hacia su madre y su padre, hacia su hijo y hasta sus amantes y marido. Ha sido dañada desde niña, pero lo que no vemos es una mujer vengativa, desconfiada o resentida. Quizá es dañina solo hacia sí misma, cuando se autolesiona. Rodeada en diferentes momentos de su vida por poderosos círculos de artistas o políticos, que pugnan por dejar su huella, Aline se siente más cómoda en un segundo plano. Y es en ese nivel donde se va fraguando su progresiva independización.

-Perder al padre de sus hijos en la travesía en barco de Francia al Perú, llegar a un nuevo continente y país, recibir la bienvenida de una familia, su familia que rechazaba a la madre, lejos de ponerla en jaque se puso una armadura que le permitió criar a los pequeños, tejer amistades, relaciones con la familia, y con la aristocracia limeña de su época. ¿Cómo la observas a ella en este momento?

– Aline llega a Lima con 23 años, inesperadamente viuda y con dos hijos pequeños. Confundida e insegura. Trae un pequeño capital y es acogida por su tío abuelo, que los esperaba. Lo que sabía de su familia peruana y de la vida en Lima era a través del filtro que fue el libro de Flora Tristán, Peregrinaciones de una paria. Pero ella pertenece a otra generación y es acogida con entusiasmo por los jóvenes intelectuales como Clemente de Althaus o Ricardo Palma. Viene de París y conocía a las personalidades más famosas. Es como si hubiera llegado de Hollywood. Su mirada de la Lima de mediados del XIX es de curiosidad y extrañamiento. Sabe desenvolverse, acapara las miradas –para bien y para mal- pero, en el fondo, sabe que no es su lugar.

-Ella también de dedicó al bordado, un arte, una disciplina que ahora forma parte de las artes visuales. ¿Qué le permitió a Aline bordar?

– ¿Sabes lo que es un dechado? Se suele usar la expresión, “es un dechado de virtudes”, como quien dice, un modelo intachable de conducta, sobre todo, femenina. Los dechados son labores de bordado sobre una tela, muchas veces con punto cruz. Normalmente incluye un abecedario, los números, alguna figura o escena, una frase escogida y el nombre de la autora. Fue, durante siglos, un modesto testimonio de la existencia de muchas mujeres. Una mujer bordando no parece peligrosa o rebelde. Pero Aline desfoga sus demonios interiores en sus bordados y a la vez se lacera los dedos con su aguja de plata. Es una rebeldía quieta, dolorosa, interiorizada, parte de su proceso de reconciliación consigo misma. Casi una terapia psicológica. Un “dechado de horrores” que es parte de su camino vital hacia la sanación. En ese sentido, esos bordados podrían ser encuadrados hoy dentro de expresiones de las artes visuales.

 

-Primero abrigó el bordado, luego se desarrolla como coleccionista de objetos. Cuando retorna a Francia incluso se lleva los huacos, los textiles peruanos que obtuvo durante su estancia en Lima. Esto nos da una visión de una Aline proclive al desarrollo artístico, de investigación (siempre fue proclive a saber que había detrás de estos objetos). ¿Qué nos puedes decir al respecto?

– La relación más estrecha de Aline con el Perú es a través del arte precolombino. Ahí encuentra también fabulosos monstruos bordados, como los textiles de Paracas. Y los huaco-retratos, como fascinantes esculturas clásicas. Los peruanos despreciaban esas feas antiguallas en esa época. Ella las colecciona, en la línea de las aficiones del romanticismo. Y lo que se plantea en la novela es la influencia que esos objetos tienen en el mundo visual que desarrolla más adelante Paul Gauguin en su pintura y escultura. Aline lleva arte precolombino a Francia y su relación con el coleccionista Gustave Arosa –quien, además de pintura moderna, colecciona cerámicas y porcelanas del mundo- los une en un proyecto común. Parte de su colección se destruyó en el ataque prusiano a París, lo que sobrevivió lo heredaron sus hijos, en particular Paul, y Arosa, que donó al Museo del Hombre lo suyo y algunas piezas de Aline.

-A su retorno a Francia, Aline se desarrolla con cierta autonomía. Desde su labor como madre, el hecho de enviarlos a los internados a ambos, hasta la idea de independizarse de la familia de su difundo esposo, que le legaron parte de una casa en Orleans como herencia de sus hijos y en donde pudo vivir algunos años. ¿Fue una mujer pragmática?

– La relativa estabilidad económica al llegar a Orleans y disponer de la herencia de los abuelos Gauguin para sus hijos, el no tener marido ni padres o familia cercana que la condicione y vivir en una ciudad en la que no tenía raíces, le dio a Aline una sensación de independencia que fue creciendo en ella. Era la única administradora de su vida y la de sus hijos, con el apoyo de su cuñado Zizi, soltero, homosexual, con el que compartió la amplia vivienda. Un núcleo familiar no normativo que funcionó bien para todos ellos en esos años.

-Para cerrar. Hay dos puntos sustanciales en su vida, en su historia. Por un lado, la de mudarse a París, abrir su propio negocio, y por otro, descubrir y darse al amor, un amor complicado puesto que se trataba del esposo de su amiga y benefactora. Más allá de lo trágico. ¿Qué representó en Aline estas dos experiencias?

– Gracias a las ideas feministas de Flora, Aline siempre vio la perspectiva de no depender de un hombre que rija su vida. ¡Solo estuvo casada tres años! Le apasionaba la moda, la costura. Uno de los pocos terrenos laborales donde las mujeres podían ejercer por su cuenta. Aunque las modistas –como las actrices- solían tener mala fama, ella optó por abrir su tienda de modas. La relación con Zoe y Gustave Arosa despertó en mí una de las grandes preguntas que intenta responder este libro. ¿Por qué, tras la muerte de Aline, acogen los Arosa en su familia y en su propia casa a Marie y Paul, los hijos de la amante de él? El amor y las relaciones de pareja son siempre más complejas de lo que parecen.

Sobre el libro

Madame Gauguin es una novela biográfica -basada en hechos, personajes y situaciones reales- que recrea la existencia de esta mujer herida y condicionada fatalmente por las circunstancias, entre gente de fama y poder, mientras busca el camino de su propia realización. Aline Gauguin va cerrando cuentas pendientes con su dramático pasado familiar y abona, sin saberlo, el tardío, pero fascinante nacimiento de la vocación de artista de Paul Gauguin. Vívidamente ambientada en la segunda mitad del siglo XIX, entre Francia y Perú, Madame Gauguin da el protagonismo a un personaje que existió bajo las sombras de la historia.

Sobre la autora Fietta Jarque

Es periodista y escritora. Empezó a trabajar en periodismo cultural en la revista Oiga y el diario El Observador. Reside en España desde 1984 y ese mismo año fue contratada como redactora de las páginas de Cultura en el diario El País, donde permaneció hasta 2013. Especializada en temas de arte y música, estuvo a cargo de las páginas de arte del suplemento Babelia durante más de una década. En 2013 fundó la editorial digital PLibros, especializada en escritores peruanos. Ha publicado los libros Entrevista con los ángeles (1995), en coautoría con la periodista Rosa Rivas; la novela Yo me perdono (1998); y el libro de entrevistas Cómo piensan los artistas (2015), Donde Dennis Hopper perdió el poncho (2022) y Madame Gauguin (2022).