“Han surgido nuevos cineastas con mucho talento, hombres y mujeres, en diversas regiones y se han explorado nuevos formatos como las series web -documentales y de ficción- o las correspondencias fílmicas”, nos informa Emilio Bustamante
Desde hace más de una década charlamos sobre cine peruano producido en las diversas regiones del país con el crítico de cine y docente universitario Emilio Bustamante, quien como uno de los pocos expertos sobre este tema nos ofrece un detallado panorama sobre las películas producidas en ciudades como Arequipa, Ayacucho, Cusco, Juliaca, La Libertad, Puno, Huancayo, Cajamarca, entre otras. Para Lima en Escena siempre será un honor entrevistar a Emilio.
-Emilio, años que venimos hablando, reflexionando sobre la situación del cine peruano hecho en las diversas regiones del país. Para actualizar a nuestros jóvenes lectores, ¿podrías precisarnos los orígenes de este trabajo cinematográfico más allá de Lima?
-Aunque el término es discutible, llamamos cine regional al cine peruano hecho en las regiones (con excepción de Lima Metropolitana y Callao) por cineastas que viven y trabajan en esas regiones. Históricamente la actividad cinematográfica durante el siglo XX se concentró en Lima, con algunas excepciones, siendo las más destacadas la de Antonio Wong Rengifo en Loreto en las décadas de 1930 y 1940 y la de la Escuela del Cusco en las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, a partir de 1996, año en que se estrena el filme ayacuchano “Lágrimas de fuego” dirigido por José Gabriel Huertas y Mélinton Eusebio, lo que observamos es una actividad cinematográfica simultánea y continua en varios departamentos del país. Al comienzo esta actividad estuvo concentrada mayoritariamente en la producción de largometrajes de género de bajo presupuesto, pero alta creatividad, a través de los cuales se expresaban vivencias muy sentidas en las regiones donde eran realizados. Posteriormente, la actividad se diversificó y los estándares técnicos de los filmes mejoraron notablemente. Las primeras ciudades donde se manifestó este nuevo cine peruano fueron Ayacucho, Juliaca, Puno, Huancayo y Cajamarca, y algunas de la películas iniciales, además de la citada “Lágrimas de fuego”, fueron: “Dios tarda pero no olvida” (Ayacucho, 1997), “Dios tarda pero no olvida 2” (Ayacucho, 1999) y “Sangre inocente” (Ayacucho, 2000) de Palito Ortega Matute; “El abigeo” (Juliaca, 2001) y “El huerfanito” (Juliaca, 2004) de Flaviano Quispe; “Qarqacha, el demonio del incesto” (Ayacucho, 2002) de Mélinton Eusebio; “Incesto en los Andes: la maldición de los jarjachas” (Ayacucho, 2002) de Palito Ortega Matute; “Pishtaco” (Ayacucho, 2003) de José Antonio Martínez Gamboa, “El misterio del Kharisiri” (Puno, 2004) de Henry Vallejo; “Los rebeldes” (Cajamarca, 2004) de Héctor Marreros; y “Sangre y tradición” (Huancayo, 2005) de Nilo Inga.
-Más allá de las limitaciones económicas, de difusión y exhibición, ¿cómo se ha desarrollado este nuevo cine peruano, particularmente en esta última década?
-En la última década la producción del cine llamado regional no se ha detenido y sigue siendo bastante variada; sin embargo, se ha desarrollado más en su vertiente de cine de autor o cine moderno que en la de cine de géneros. Esto se debe, en parte al apoyo del Estado a través del premio otorgado a proyectos exclusivos para regiones con excepción de Lima Metropolitana y Callao. Ese premio ha sido entregado regularmente a proyectos de películas de autor orientadas a ser presentadas en festivales de cine. Varios de los filmes que recibieron esos estímulos del Estado han logrado con poco presupuesto un elevado nivel artístico y técnico que les ha permito competir y ganar premios en festivales nacionales e internacionales. Me refiero a películas como “Wiñaypacha”, “Pakucha” o “Kinra”, entre otras. En cambio, la producción de cine de géneros, que fue la más notoria y que mayor afluencia del público tuvo en la primera década del siglo con películas como “Qarqacha, el demonio del incesto” y “El huerfanito”, ha decaído; en parte, también, por el escaso apoyo del Estado a esta vertiente. De otro lado, han surgido nuevos cineastas con mucho talento, hombres y mujeres, en diversas regiones, y se han explorado nuevos formatos como las series web (documentales y de ficción) o las correspondencias fílmicas.
-Los óptimos resultados del crecimiento de este nuevo cine peruano en tanto número de producciones anualmente, la diversificación de géneros, la calidad en cuanto a sus estéticas, temáticas incluido, abre la posibilidad de una consolidación o por lo menos sostenerse en el tiempo…
-No es exagerado decir que las mejores películas peruanas de la última década han sido realizadas en regiones fuera de Lima por cineastas que viven y trabajan en esas regiones. Estamos hablando de películas que han sido elogiadas por la crítica y que han ganado importantes premios en festivales, dándole prestigio a nuestro país. Su aporte ha enriquecido nuestro cine y el conocimiento de nosotros mismos como peruanos. A partir de eso y de la cantidad y diversidad de la producción se podría decir que se encuentra abierta la posibilidad de una consolidación del llamado cine regional; pero lo que existe ahora, en verdad, es dinamismo e incertidumbre, como reza el subtítulo del libro de Cynthia Vich y Sarah Barrow sobre el cine peruano del siglo XXI. Pese al prestigio creciente del cine hecho en las regiones han emergido amenazas al aún insuficiente respaldo que le da el Estado, cuando en realidad lo que se necesita es un mayor apoyo del Estado. Si no se profundiza y amplía este apoyo, no sólo a la producción sino también a la distribución, exhibición y preservación, el llamado cine regional corre el riesgo de estancarse. Sin ese respaldo se frustrarán las posibilidades de que podamos seguir enriqueciéndonos culturalmente con sus películas, y que estas puedan ser conocidas y apreciadas dentro y fuera de nuestras fronteras.
-Desde tu mirada de crítico, ¿cuáles serían las películas que te permiten aseverar que las mejores producciones cinematográficas son de regiones?
-Sólo mencionaré algunas de las realizadas en los últimos años, pero hay más: “Kinra” (Cusco, 2023), de Marco Panatonic, premio al mejor largometraje de la competencia internacional del Festival de Mar del Plata, y premio FEISAL al mejor director joven en el mismo festival; “Yana-Wara” (Puno, 2023) de Óscar Catacora y Tito Catacora, premio a mejor largometraje peruano en la Semana del Cine de la Universidad de Lima y mención honrosa del jurado del Ministerio de Cultura en el Festival de Cine de Lima de este año; “Historia de shipibos” (La Libertad, 2023), de Omar Forero, mención honrosa del jurado principal y mención honrosa del jurado de la crítica internacional en el Festival de Cine de Lima de este año; “Pakucha” (Puno, 2021) de Tito Catacora, mejor documental de la competencia internacional en el Festival de Cine de Lima de 2022; “Manco Cápac” (Puno, 2020) de Henry Vallejo, premio a mejor actor (Jesús Luque Colque) en la competencia internacional del Festival de Cine de Lima de 2020, y mejor película peruana de 2020 según Apreci (Asociación de la Prensa Cinematográfica del Perú), “En medio del laberinto” (La Libertad, 2019) de Salomón Pérez, seleccionada en los festivales de Rotterdam y Mar del Plata; “Casos complejos” (La Libertad, 2018) de Omar Forero, premio al mejor largometraje peruano en la Semana del Cine de la Universidad de Lima de 2018; “Wiñaypacha” (Puno, 2017), mejor ópera prima, mejor fotografía y premio FEISAL al mejor director joven en el Festival de Cine de Guadalajara del 2018, mejor película peruana de 2017 según Apreci, y mejor película peruana en la Semana del Cine de la Universidad de Lima de 2017.
Sobre Emilio Bustamante Quiroz
Comunicador social especializado en lenguaje, narrativa y guión audiovisual. Crítico de cine. Docente universitario de cursos de lenguaje y narrativa audiovisual.