El microcuento, también llamado relato liliputiense o microficción, se caracteriza por su brevedad; para algunos, más de quinientas palabras puede ser demasiado. En este género narrativo, bastante joven, nacido en Latinoamérica, destacan autores colombianos, mexicanos, argentinos, entre otros. Su vinculación con la cultura de masas y/o la cultura clásica para “darle la vuelta” es fundamental, así como el humor, pues es este un instrumento apropiado para los lectores de hoy, en especial cuando el ingenio se relaciona con personajes populares, como “El hombre de acero”: “Se me pasó el día volando. Att., Supermán”.[1]
Por: Carmen Ollé
Cuán poderoso es el lenguaje popular que nos presenta un mundo complejo al que todos le temen, sobre todo los llamados guardianes de la lengua y las autoridades represivas que quieren controlar la libertad con la que el pueblo se expresa, canta, despotrica contra el poder establecido. Aunque sin llegar a la transgresión política o subversión, sus improperios, su rebeldía es una manera de hacer política desde los espacios marginales o al borde de la ley, como los fumaderos, los burdeles clandestinos. Es el caso de Con un hacha en la mano, integrado por 19 microcuentos y 8 cuentos breves; algunos pueden ser considerados relatos.
En el libro de Álvaro Ique Ramírez es significativo el relato que da título al libro, “Con un hacha en la mano”, por tratarse de una estupenda invectiva contra los concursos literarios -de los que todo el mundo duda debido a su falta de objetividad. Por ello, el autor recomienda alos escritores noveles algunos tips muy singulares y lúdicos: “Rebusca, pero sin perjudicar tus páncreas, la palabra perfecta como un erizo, venenosa como una medusa.”
Violencia de género hay de parte de los personajes cuando las mujeres son maltratadas por sus parejas o abortan por múltiples razones. En “Rojo carmesí” se instala el humor negro y el morbo en una escalofriante escena: “Nunca pude ver a mi madre vestida de rojo. Salvo cuando mi padre le apuñaló 47 veces, le vi cubierta de rojo sangre. Desde entonces odio el color rojo y sus mil tonos”.
Pero no solo morbo o ironía, también sarcasmo. Lo apreciamos en “Mary Shelley”, donde la crueldad y el horror están dirigidos a una criatura recién nacida de sexo femenino considerada fea por su propia madre, quien la rechaza con espanto. En otro texto liliputiense “De esperanzas vive el desesperado”, el autor apunta con sus letales dardos al corazón de las frases triviales y los estereotipos, para avalar lo que considera superior: el lenguaje científico que ofrece evidencias en vez de supercherías.
En Con un hacha en la mano, la jerga utilizada es brutal, las metáforas o los símiles representan los genitales humanos. Además, no echamos en falta un importante ingrediente que define muy bien ciertos ambientes lumpenescos: lo abyecto, presente en “Gallo sucio”, por ejemplo. Las letras de canciones y la música de cantautores famosos sirven para hacer más aguda la percepción de lo abyecto. Sucede cuando escuchamos los boleros cantineros o algunas guarachas de Daniel Santos.
La soledad, el desarraigo e insolencia de la adolescencia están escoltados en este intenso y sugerente libro por la música rock en español o en inglés. Estos muchachos provienen de hogares disfuncionales donde el padre está ausente y las madres se han vuelto alcohólicas. Los jóvenes se muestran como son en realidad: machistas. A esa edad, la atracción por el sexo duro arrasa con todo, y se orientan hacia la diversión y el consumismo. Por otra parte, la sevicia y la violencia filo-parental están presentes en locales ilegales como el de un viejo buque de bandera panameña, luego de su desguace, convertido en burdel.
El tema de mercadeo no se deja extrañar en los microrrelatos a través de las ya desaparecidas Páginas amarillas de las antiguas guías telefónicas o en los directorios de las empresas, donde se encuentra información comercial desde el punto de vista de un personaje serial, inspirado en el dios griego del mar. Asimismo, en “Venta de garaje”, a propósito de “Forever Young”, una canción futurista de Bob Dylan, se reciclan artículos insólitos desde héroes jubilados hasta una cueva subterránea llena de murciélagos.
El toque positivo está en la flora amazónica que ocupa un espacio valioso en el libro: el árbol de la lupuna cuyas hojas, semillas y resina se usan como hierbas medicinales que dan lugar a hechizos y embrujos. La mezcla del thriller policial con las tradiciones y leyendas de los pueblos de la Amazonía peruana dan un cariz especial a la narrativa de Álvaro Ique Ramírez.
[1] Yepes, Enrique. (1996). El microcuento hispanoamericano ante el próximo milenio. Revista Interamericana de Bibliografía, 1-4, 46, 95-108.