Claudia Rosas Lauro
Lima, miércoles 25 de marzo de 2020
En los cursos que doy en la universidad, he tenido la ocasión de explicar a mis alumnos las grandes pandemias de la historia: la peste antoniniana del Imperio romano, la peste negra del siglo XIV, o las epidemias que se dieron en la conquista del Perú. Y mencionaba, entre otras cosas, la cuarentena, sin imaginar que alguna vez viviríamos una pandemia global y escribiría estas líneas, desde el encierro. En estos contextos históricos, difíciles de explicar a los estudiantes porque los perciben como lejanos, un elemento en el que me detengo es el miedo.
El temor al contagio siempre se ha dado durante las epidemias, pero en este caso se agrava porque se trata de un virus que puede incubarse hasta catorce días sin presentar síntomas, y que es extremadamente eficiente y veloz en su propagación. Sin embargo, ese temor nunca aparece solo, sino que se presenta como la locomotora de un tren de miedos, es decir, va acompañado por otros con múltiples formas. El temible enemigo invisible genera el miedo a la muerte, uno de los principales temores humanos. Junto con él advertimos el temor al hambre y a la escasez, lo que explica las compras compulsivas y hasta los saqueos; el temor a la desestructuración del orden económico y social, que va asociado a la inflación y al acaparamiento de productos, así como a la pérdida de estatus y a la quiebra del sistema económico mundial. También está ahí el temor a perder el confort al que están acostumbrados ciertos sectores sociales, que se ha manifestado en la compra exagerada de papel higiénico, por ejemplo. Es significativo que este producto de higiene, símbolo del confort burgués, del higienismo y de lo privado, haya sido preferido frente a otros. Algunos dicen que esa higiene individual nos diferencia de los animales, del mundo salvaje frente al civilizado, pero también está asociado con el capitalismo y el modo de vida que genera.
Estos temores son alimentados por la circulación de la información en los medios de comunicación y el surgimiento de rumores y fake news en las redes sociales, donde no se discrimina lo verdadero de lo falso ni de lo ficticio, como diría Carlo Ginzburg. Así, surgen los chivos expiatorios, los presuntos culpables de las calamidades y las desgracias, que deben ser castigados. La violencia hacia los asiáticos es expresión de este miedo, que revela actitudes racistas. También está el temor a la subversión ante la autoridad a través de rebeliones, revoluciones o motines, como los que están ocurriendo en las cárceles de varios países. Pero, al mismo tiempo, surge el miedo a la autoridad como agente subversivo: el Estado, el Ejército o la Policía, que deben implantar medidas drásticas en tiempos de peste.
Frente al temor, hay varias formas de reaccionar. Primero, negar o minimizar la gravedad de los hechos, para luego tomar medidas frente a ellos, como la cuarentena, la adecuada higiene, las restricciones. Con el avance de la ciencia, la medicina y la tecnología, la sociedad contemporánea tiene otros mecanismos para lograr seguridad, como vacunas, medicamentos, estructuras sanitarias, personal especializado.
En adelante no podré dejar de referirme en mis cursos a esta pandemia, que mis estudiantes y yo también habremos vivido en carne propia. Esto nos permitirá entender mejor tanto a la gente del pasado como a nosotros mismos.