El libro “Género y conflicto armado en el Perú” reúne a una serie de investigadores que hablan en torno al papel de las mujeres que integraron los grupos alzados en armas contra el Estado peruano en la década de los ochentas
Las voces y vivencias de las peruanas que decidieron incorporarse a los movimientos insurgentes PCP-SL y MRTA han sido estigmatizadas, silenciadas o instrumentalizadas. El libro “Género y conflicto armado en el Perú”, publicado por La Plaza Editores en coedición con el Groupe de Recherche Identités et Cultures (GRIC) de la Universidad Le Havre, Francia, reúne a nueve autoras y autores que, desde la memoria de las luchas sociales por los derechos ciudadanos, recogieron los valiosos testimonios de las y los militantes -encarcelados o no- sin moralizar su participación en la guerra contra el Estado peruano. Esta iniciativa editorial ofrece una selección de trabajos de las investigaciones de Luisa Dietrich (Austria-Perú), Anouk Guiné (Francia), Antonio Zapata (Perú), Marta Romero (España), Camille Boutron (Francia), Pilar Meneses (Perú), Oscar Gilbonio (Perú), Pablo Malek (Francia), Maritza-Felices Luna (Canadá-Perú).
Al respecto Lima en Escena charló con la académica Anouk Guiné.
-Anouk, el conflicto armado en el Perú nos dejó un saldo de 69.280 víctimas. ¿Por qué hablar desde lo académico de las mujeres que integraron los grupos alzados en armas contra el Estado peruano durante este período?
-Al igual que en otras partes del mundo, la guerra que vivió el Perú se debe a un tipo de violencia de Estado que se basa en la explotación económica, racial y patriarcal. A eso, nos guste o no, hay grupos humanos que responden por la violencia llamada revolucionaria. Uno de los primeros países en empezar una guerra contra el Estado desde el maoísmo fue la India, con el grupo de los Naxalitas, desde 1967 hasta la actualidad, o sea desde hace 51 años, ganando la simpatía del campesinado más pobre. En Perú, el PCP-SL libró esa batalla por 12 años, perdiendo a todo nivel, así como lo hizo el MRTA a partir de 1984. Desde los años 1980, la literatura académica dominante sobre la participación de las mujeres en un grupo alzado en armas considera el fenómeno como marginal, anómalo, y como secundario dentro de los estudios sobre violencia política.
Lo mismo puede ocurrir desde estudios que se presentan como feministas o de género, pero que básicamente analizan a las militantes desde la “femineidad”, lo cual acaba biologizando y criminalizándolas, porque se quiere ver a toda costa las mujeres como no violentas, hacedoras de paz y con buenas curvas. Es una manera de despolitizar el concepto de género y las luchas (armadas o no) de las mujeres más golpeadas por la violencia de Estado. Estudios feministas hegemónicos nos quieren convencer, generalizando, de que las mujeres que tomaron las armas han sido manipuladas o forzadas, además de buscar explicaciones en factores culturales y experiencias personales, desconectándolas del camino político que decidieron seguir. Esa literatura se empeña también en decirnos que las mujeres fueron instrumentalizadas y utilizadas por el grupo subversivo, y claro, sexualmente abusadas dentro de sus filas, forzadas a abortar o a unirse en pareja. ¡Es decir que esa participación habría sido un constante drama para las mujeres involucradas!
Desde lo académico, algunas feministas están también obsesionadas con saber si el grupo subversivo era realmente feminista o no, cuál era su grado de opresión patriarcal, hasta qué punto logró emancipar a las mujeres, por qué no alcanzaron la famosa igualdad de género, como si eso fuera alcanzable en una década. Estos estudios reducen la participación en la guerrilla a un mero asunto de relaciones de género, declarando que las mujeres insurgentes no se identificaban con los problemas de otras mujeres, y olvidando que estos mismos grupos trabajaron paralelamente contra la opresión patriarcal y capitalista. Todo está hecho para deslegitimizar la guerrilla, sus razones y sus objetivos. Por eso es necesario hablar de las mujeres que integraron el PCP-SL y el MRTA desde otras perspectivas, sin dejar de ser crítico.
-Todo intento por visibilizar a las mujeres del PCP-SL o el MRTA recogiendo sus testimonios, aunque sea de manera crítica, es visto como sospechoso. ¿A qué le atribuyes esta manifestación?
-Es sospechoso desde el momento en que entras a la cárcel de mujeres. En mi caso fue Chorrillos entre 2011 y 2013. El INPE puede llegar a maltratarte de varias maneras, a parte que tus visitas quedan registradas para el Ministerio del Interior. Quieren desanimarte para seguir con tu investigación, ya que nos atrevemos a “hablar con el diablo”, con la “lacra terruca”. Eso no se perdona. Lo mismo puede ocurrir con tus propias colegas reaccionarias cuando les cuentas que vas a entrevistar a gente del MOVADEF fuera de la prisión, por ejemplo. ¡Te quieren parametrar la manera en que harás tu entrevista, los lugares donde la harás, como debes pensar y escribir, además de pedirte que no aceptes ninguna invitación a una fiesta privada a la cual te podría convidar tu entrevistada! Si transgredes esos límites – como siempre lo hice al almorzar o tomar cafés y vinos con mis entrevistados, en sus casas o en la mía, charlando horas, días, meses, años – ya no te aceptan en sus argollas académicas. ¡Y si encima hablas de las reclusas como prisioneras políticas, peor!
Obviamente no se entiende aquí la expresión tal como la define el Consejo de Europa desde 2012, declarando que “las personas que utilizan la violencia o incitan a la violencia, no pueden atribuirse el mérito de ser ‘presos políticos’, aunque afirman haber actuado por razones ‘políticas’”. Se debería complejizar un poco más esa definición. Además, estoy a favor del abolicionismo penal. Cuando Maritza Garrido Lecca salió de la cárcel en 2017, escribí que había sido la primera presa política con la cual había hablado, y que su libertad era la nuestra. De la misma manera, Antonio Zapata dijo que Maritza “es una persona que no integraba la cúpula ni los comandos de aniquilamiento, y ni siquiera militaba en Sendero Luminoso. Era la guardiana del jefe y por ello ha pagado 25 años de cárcel. Más bien, imagino que se reintegrará al mundo de la danza, que es lo suyo”.
Estoy en desacuerdo con los actos terroristas cometidos por el PCP-SL, pero también con los juicios injustos. Imagínate como reaccionaron algunas personas con mis palabras sobre Maritza. De ahí, se alejan de ti, solo te buscan para sacarte información, ya no te invitan a hablar en eventos académicos, te sacan de su lista Facebook, te señalan, te difaman, te ven como “terruca”, miran con quien andas, te vigilan (a estos los llamo la policía académico-política), te censuran, ponen trabas en tu carrera (gané un concurso de proyectos de investigación en Manuela Ramos sobre las mujeres violadas por militares en Accomarca, pero otra ONG muy conocida, por obra y gracia de una investigadora del Norte global, impidió que se llevara a cabo el proyecto). Están atados a argollas muy cerradas (pero con tamaño intracontinental y transatlántico). Polarizan. Ellos tienen un recorrido impecable en DDHH, tú no. ¿Qué más se puede esperar del Establishment? Además, toda perspectiva materialista sobre el tema es vista como sospechosa. Pero en mi experiencia, se abren más puertas de las que se cierran. Entre julio y agosto 2018, hemos hecho 7 presentaciones del libro, varias por invitación de grupos de estudiantes de historia y letras, en Lima y provincia. Jóvenes colectivos feministas peruanos también apoyaron el libro queriendo organizar su presentación.
– ¿Cuál es la importancia de que un sector académico nacional e internacional se interese en estudiar y visibilizar el papel que jugaron las mujeres que integraron los grupos alzados en armas contra el Estado peruano en la década de 1980 o antes?
-Depende de las intenciones de ese sector. Puede ser visibilizar para condenar o para rescatar algún aporte al conocimiento de las luchas populares. Ninguna investigación científica es neutra. Cada investigador.a tiene un posicionamiento político. Los conocimientos producidos hasta la fecha son conservadores. Y cuando hay conocimientos alternativos, no se los visibiliza. Por ejemplo, uno de los mejores estudios que se ha escrito sobre el PCP-SL es obra de la investigadora mexicana Fabiola Escárzaga en La comunidad indígena insurgente. Bolivia, Perú, México (1980-2000), publicado el año pasado. ¡Algunas personas deben haber tenido un ataque cardíaco solo con ese título! Hay otras investigadoras, sobre todo extranjeras o peruanas del extranjero (donde hay mayor libertad de expresión cuando no tienes que pasar por un comité de ética), que hacen un trabajo de investigación excelente. Es el caso de la lingüista brasileña Monica Cruvinel, de la socióloga española Marta Romero-Delgado, de la politóloga peruano-austríaca María Luisa Dietrich, y de la ya difunta Carol Andreas, investigadora norteamericana. Pero sus trabajos son poco conocidos porque hay gente que tiene interés en invisibilizarlas. Y al final son siempre las mismas personas que escuchas en los coloquios. Han creado un monopolio del conocimiento sobre la memoria del conflicto. Pero creo que desde Perú ya se está abriendo el camino y cada vez más jóvenes sacan tesis sobre esta guerra. Lo hemos visto con los trabajos de Dynnik Asencios y Esteban Valle-Riestra. Sin embargo, aún muchxs peruanxs se autocensuran.
¿Ahora, porqué estudiar el papel que jugaron las mujeres del PCP-SL y MRTA? Bueno, enseño en una maestría sobre América Latina en mi universidad, y cuando mis estudiantes franceses preguntan por qué hay aún tanques militares en las ciudades de Brasil o Perú, tengo que hablarles de las dictaduras latinoamericanas y del rol de Estados Unidos en esa historia de la región. Como anglicista especializada en estudios de género desde la sociología, trabajé por unos 20 años sobre género y multiculturalismo en grupos étnicos de origen africano en Gran Bretaña, con una tesis sobre los debates alrededor de la mutilación genital femenina en contexto postcolonial. De ahí pasé a trabajar sobre género en grupos armados para atender la articulación clase, género y raza. Inicialmente me quería centrar sobre matrimonios forzados y violencia de género en grupos subversivos porque había terminado un postdoctorado en sociología sobre uniones forzadas en poblaciones migrantes en Francia, y la CVR plantea ese tema en el caso peruano. Pero al entrevistar a mujeres del MRTA y PCP-SL, tomé otro camino. Se trata de recuperar la memoria histórica de lo que las llevó a escoger un camino político-militar. No significa hacer apología del terrorismo o negacionismo de los crímenes de guerra.
-El libro nos ofrece un itinerario de las militantes desde la memoria de los movimientos sociales y la comprensión de su agencia política. ¿Es una forma de romper con la invisibilización, con lo canónico?
-Empecé mi investigación desde la perspectiva materialista y descolonial, y al escuchar a las reclusas, volví, como en el caso de las mujeres africanas y asiáticas que ya había estudiado, a centrarme en las modalidades de resistencia y lucha política para acabar con las condiciones de opresión patriarcal y económica. Llegué al Perú en 1991, fui parte del Diploma de Estudios de Género de la PUCP y pude trabajar a inicios de los 90s en la Federación de Clubes de Madres de Ayacucho, entrevistando a lideresas sobre el impacto de la guerra en sus vidas. Los relatos que escuché en aquel entonces se contraponían con los de las militantes del PCP-SL que entrevisté a partir de 2011. Y es que, al finalizar la guerra, se escribió la historia desde los vencedores. Las personas que fueron visibilizadas y dignificadas por la academia, siguiendo el marco de los DDHH, son principalmente las víctimas directas e indirectas de crímenes de guerra por parte de las FFAA y de los grupos subversivos. Es esencial que siga ese combate por reparación y justicia.
Pero aún falta mucho por denunciar oficialmente, como en el caso de violaciones sexuales, así como los asesinatos de la población LGBTQ. Quien tiene impunidad son las FFAA. Hay falta de voluntad política. En cambio, las personas enjuiciadas por delito de terrorismo fueron no solo sometidas a veces a varios juicios y décadas de sentencia, sino que los medios de comunicación dominantes y el Estado se encargaron también de condenarlas a la muerte civil. A eso se suman los retratos estigmatizantes de la academia hegemónica y el hecho de que las feministas peruanas no quieran investigar por ejemplo el Movimiento Femenino Popular (MFP), organismo del PCP-SL creado a inicio de los 70s por Augusta La Torre. Son ya numerosas las investigaciones sobre las organizaciones populares de mujeres peruanas durante el conflicto. Pero no basta con mencionar únicamente a los Clubes de Madres. En toda la historia del Perú, campesinas, obreras, maestras, autóctonas, indígenas, afrodescendientes y mestizas de clases pobres, fueron siempre parte de las luchas por los derechos ciudadanos más elementales, a veces armadas. No es algo reciente.
El libro se ubica desde la memoria de lo vivo, no de lo muerto. Rescata la memoria de las luchas. Éstas aún siguen, en un contexto actual neoliberal y de corrupción que implica altísimos niveles de violencia de Estado contra campesinxs, como podemos ver en el sector de la minería. Las mujeres andinas siempre estuvieron al frente de luchas ciudadanas, teniendo que recibir las balas de la represión de Estado. El MFP es parte de esa historia. Trabajaron en los Clubes de Madres durante la guerra. Hubo intercambios, choques y trabajo conjunto, pero se invisibiliza esa parte de la historia de las mujeres ayacuchanas. El MFP no fue un simple “cascarón” como piensan algunas. Se debería considerar las acciones de mujeres insurgentes como parte de los movimientos de mujeres. Ese movimiento basa sus reivindicaciones en el “feminismo proletario” pregonado por Mariátegui. Estamos lejos del feminismo pequebú de Lima. Desde la “lucha de clases”, se trata de un movimiento de mujeres andinas rurales y urbanas.
– Desde la mirada histórica/académica, desde la memoria, ¿cómo visualizan a Edith Lagos?
-En el libro, se analiza a Edith Lagos desde la no valorización del frente cultural por el PCP-SL durante la guerra. Se hace una crítica a esa organización por no haber sabido valorar el aporte de militantes artistas que querían trabajar políticamente desde el arte. Solo se ha hecho arte en las cárceles. Fuera de eso, se decía que había otras prioridades y se postergaba esta “tarea”. Por la calidad de su poesía, los textos de Edith Lagos han sido declamados por actorxs ajenxs y opuestos al PCP-SL. De la misma manera, jóvenes peruanxs que hoy están en las luchas sociales del país, evocan a E. Lagos como «mujer luchadora que simboliza luchas que aún siguen vivas, más allá del punto en que su historia se distancie de la nuestra», como lo plantea en 2014 el Colectivo Hazlo Pirata. Su memoria sigue viva, como en 2018, con ese poema anónimo que compara a E. Lagos con otras luchadoras latinoamericanas:
importa que se reafirme
el nombre de Edith Lagos
importa que se reafirme
el nombre de Micaela Bastidas
importa que se reafirme
el nombre de Bartolina Sisa
importa que se reafirme
el nombre de Rita Puma
l a s l e g e n d a r i a s
l a s l e g e n d a r i a s
l a s l e g e n d a r i a s
las que cambiaron
la historia de las mujeres
en las montañas
En Huamanga, el poema “Hierba Silvestre” está grabado en la tumba de piedra que acoge la sepultura de E. Lagos cerca de la entrada del cementerio. Nunca le faltan flores y mensajes. Su vida de revolucionaria y su multitudinario funeral en 1982 son hasta ahora condenados por la derecha peruana, como pudimos verlo cuando por error el Frente Amplio publicó la foto de ese evento en 2017 en un video sobre el Operativo Chavín de Huántar, confundiendo la imagen con el funeral de María Elena Moyano. Edith Lagos volvió a ser tema de actualidad, la bancada parlamentaria inculpada tuvo que pedir perdón por el error cometido y deslindar de los dos grupos subversivos.
-Finalmente, ¿cuáles consideras son los alcances de mayor envergadura del libro Género y conflicto armado en el Perú?
Una primera versión de la mayoría de los textos del libro salió en 2016 en la revista online Epistemological Others, Languages, Literature, Exchanges and Societies (EOLLES) publicada desde el Groupe de Recherche Identités et Cultures (GRIC) en la Universidad Le Havre Normandie, bajo el título Género y Conflicto Armado en el Perú, que codirigí con Maritza Felices-Luna, de la facultad de criminología de la Universidad de Ottawa. Fue el primer acontecimiento académico que se dio en Francia sobre esta guerra. Se presentó no sin dificultades en Lima y Ayacucho en 2017. De ahí sale el libro en julio 2018 por iniciativa del joven historiador sanmarquino Lorenzo Huamaní Ángeles, director de La Plaza Editores en Lima.
Es la primera vez también que se publica un libro enfocado solamente en las mujeres de grupos peruanos alzados en armas. Son ocho capítulos, con un prólogo de José Luis Renique y epílogo de Milena Justo y Jimmy Flores. Las malas lenguas dijeron que había sido un error dejar el prólogo en manos de una persona que no se define como feminista o no se especializó en estudios de género, pero nuestro criterio fue otro. Se trabajó desde las ciencias políticas, la sociología, la historia, la psicología, el derecho, el cine y la literatura. La mayoría de lxs autorxs no moraliza la participación de mujeres y hombres en los grupos alzados en armas.
Son textos escritos desde posicionamientos diferentes, pero queriendo rescatar las voces de lxs insurgentxs que son fuente de conocimiento. Casi todxs hemos ido a las cárceles limeñas para entrevistarlxs. La novedad es que el libro no se centra en los Andes, sino en Lima. Hay autorxs que fueron militantes también. ¿Por qué no incluirlxs si también investigan? El texto de María Luisa Dietrich tiene un gran aporte desde los estudios sobre masculinidades – un campo de estudio desatendido en relación con el conflicto armado – y desde lo comparativo, ya que nos habla de relaciones de género en organizaciones insurgentes de El Salvador, Colombia y Perú, en tiempo de conflicto y postconflicto. Otro alcance importante del libro es el hecho de profundizar nuestros conocimientos sobre el proceso mismo de la guerra, a través de las dos mujeres que dirigieron el PCP-SL, primero Augusta La Torre con mi texto, y Elena Yparraguirre con el capítulo de Antonio Zapata. Un mérito del libro reside en haber analizado las experiencias de ex militantes desde las relaciones patriarcales presentes a lo largo de la vida, tanto política y pública, como privada, fuera y dentro de las cárceles, viendo al Estado como fundamentalmente patriarcal en el modo en que desatiende los derechos de las mujeres, las reprime y tortura cuando son transgresoras del orden social establecido, y las castiga con sentencias y represión política de manera crónica. Esos análisis están presentes en los textos de Marta Romero-Delgado, Camille Boutron y Pilar Meneses.
Otro aporte del libro es el hecho de interesarse en las mujeres del MRTA, porque son muy pocos los estudios que trabajan sobre ese movimiento. Y finalmente desde las artes, un capítulo de Pablo Malek está dedicado a las mujeres insurgentes en los documentales de no ficción, y otro, de Oscar Gilbonio, a las relaciones de género y a los personajes femeninos retratados en poesía y cuentos de tres autorxs que fueron integrantes del PCP-SL. Esperemos que más ex militantes se animen a contar su historia, y que la nueva generación de investigadores peruanxs exploren temas que hemos tocado, así como nuevos también, porque recién ahora, en el Perú, se empieza a poder hablar del tema con más libertad. Esperemos también que el libro contribuya a que lxs peruanxs se conozcan mejor y dialoguen entre sí. Pero la superación de los conflictos violentos dependerá de la voluntad política del Estado para erradicar las desigualdades socioeconómicas, y no de la reconciliación artificial que este mismo Estado propone de manera abstracta y poco creíble. Lo positivo es que si bien el Lugar de la Memoria (LUM) no nos dejó presentar el libro en agosto pasado, recibimos invitaciones para presentarlo en otros países de América Latina y en Europa, lo cual muestra que hay un gran interés sobre el tema fuera de las fronteras peruanas.