Descubriendo a la autora del original libro Fábulas distópicas (La Nave,2023). Fotos: Archivo de la autora
Empezó a escribir cuentos a la edad de seis años. Durante esa etapa de su corta vida, el género del suspenso era lo suyo. Participaba también en los concursos literarios de la escuela primaria. Su vocación por escribir ficción y poesía definitivamente iba en serio. Pasaron los años, siguió escribiendo y guardando celosamente sus textos hasta que nos asaltó la pandemia global producida por el COVID 19. Fueron justamente los años de emergencia sanitaria los que la motivaron a sentarse y escribir. El resultado: Fábulas distópicas (La Nave,2023). “Varios de los microrrelatos que componen Fábulas distópicas tienen mi propia interpretación de la pandemia”, nos cuenta la joven escritora Angela Padilla en la presente entrevista.
-Angela, permítenos empezar por lo más básico. ¿Eres de las autoras que empezaron a escribir desde temprana edad?
-Sí. Fui precoz para la lectura y con seis años escribí un cuentito que me celebraron mucho en casa. Más adelante, inventaba historias de suspenso para contarle a mi hermana. Tengo algunos recuerdos de la ansiedad que me producían los concursos de creación literaria en la primaria. Apresuraba el final de mi cuento para entregarlo a tiempo. Nunca borraba, escribía con prisa muchas hojas. Ahora es al revés.
– ¿En qué momento o etapa decides asumir la escritura como una actividad formal en la que puedas ficcionar tus inquietudes personales, emocionales…?
-Soy una escritora pandémica. Para gestionar mis emociones frente al coronavirus tuve que volver a lo que tanto me gusta: escribir. Revisé textos antiguos, reuní nuevas ideas que daban cuenta de aprendizajes personales de la última década. Asumo el oficio de la escritura con ligera seriedad: tengo algo parecido a un horario y un método de trabajo. Eso fue un pequeño milagro para mí porque mi naturaleza es principalmente hedonista y volátil, lo que me hace una persona con dificultades para organizarse. Varios de los microrrelatos que componen Fábulas distópicas tienen mi propia interpretación de la pandemia, por ejemplo, el que dice: “Cuarentena obligatoria. Por fin hay excusa para la contagiosa soledad”. Gracias a la cuarentena por fin pude sentarme a escribir.
– ¿Cómo empieza esta necesidad de escribir microrrelato?
– ¿Honestamente? Del aburrimiento. Y de la insatisfacción que sentía por mis cuentos de los últimos años. Estaban plagados de un realismo cursi, por exceso de palabras. Algunos poemas también se transformaron en microrrelatos, como uno que es una vuelta de tuerca al mito de la gorgona Medusa. Se titula: “A Perseo” y dice así: “Cortaste mi cabeza, pero de la cabeza mía nació mi legado”. Escribir microrrelato se volvió un excelente ejercicio estético e intelectual, que me garantiza horas de entretenimiento.
– Fábulas distópicas surgió durante la pandemia, un período en el que globalmente estuvimos literalmente conviviendo con la muerte. Sí, la muerte, un tema que recreas con ironía, humor negro y en donde convergen la cultura universal con la popular. Ana Bolena, por ejemplo. ¿Cómo recrear una tragedia, el dolor desde el sarcasmo?
– “¡Baila, Ana Bolena!” proviene del reto de contar una escena perturbadora de mi infancia, sin adjetivos. No hay sarcasmo, tampoco moralismos. La voz narrativa presenta una absoluta inocencia o, en todo caso, un completo pasmo ante el evento traumático. El único adjetivo del cuento, que tiene cinco líneas, es la palabra “limpio” (“de un tajo limpio la cabeza volaba”).
El coronavirus nos sumergió en la máxima banalización de la muerte, equiparable a los tiempos de guerra. Un escenario distópico. Entonces, sentí que desde la escritura debía respetar el dolor que me rodeaba siendo cuidadosa con mis palabras. Por eso adopté para mis fábulas pandémicas un punto de vista amoral, objetivo, cínico y, muchas veces, fantástico. Como dice el primer cuento de mi libro: “Es un virus que provoca exceso de realidad, saturando de pragmatismo las vías respiratorias. Se combate ancestralmente con jugo de limón y una breve historia”.
-Nuestras ancestralidades se reflejan en Choclo… Lo atractivo del relato es este paneo rápido de los hechos. ¿Cómo fue el proceso de llegar a dominar el relato corto, la escritura breve?
-Hago hablar al choclo para que nos cuente su verdad. Considero que el tipo de microrrelato que escribo se caracteriza por la voz narrativa atípica. Al igual que la hiperbrevedad, el narrador atípico o fantástico es un recurso para captar la atención del lector de estos tiempos, quien es un voraz consumidor de streaming y tik tok y por ello requiere adrenalina en dosis concentrada.
Hay maestras del microrrelato como Ana María Shua. Yo estoy en los inicios del proceso de aprendizaje. Fábulas distópicas tuvo un lector de lujo: Iván Thays, quien además hizo el prólogo. Le gustó el libro, de lo contrario no hubiera tenido el coraje de publicarlo.
-Finalmente. El tema de la maternidad y todo lo que implica se plantea en Serendipia una especie de diario relámpago. Háblanos sobre esta experiencia. Sobre la construcción de este relato.
– “Serendipia” pertenece a la tercera y última parte del libro, que escribí el 2022, cuando intentábamos acostumbrarnos al mundo pospandemia. Es un relato sobre la ternura por el hallazgo del amor entre una pareja que espera a su primera hija. Quien narra es la mujer embarazada consciente de que se ha convertido en un inmenso cuerpo que llora, orina a cada hora y come espinacas con limón. Lo escribí siendo un cuerpo con incontinencia emocional y urinaria, lleno de amor a mi bebé Andrea Sofía y a mi esposo Augusto. En el futuro continuaré explorando las narrativas de la maternidad y la vida cotidiana. Veremos qué sale.
Sobre la autora
Angela Padilla (Lima, 1994). Es abogada y conciliadora extrajudicial. Escribe poesía y narrativa. Algunos de sus relatos fueron seleccionados para la edición 2023 de la Revista NN de la Maestría en Escritura Creativa de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Fábulas distópicas es su primer libro.