Hoy es el cumpleaños de Dora Mayer. Cumple 151 años. Razones de sobra para charlar con Andrés Paredes Luyo, quien fue su alumno y asistente personal. “Ella era una pensadora universal. Hablaba de las problemáticas globales como locales. Proponía soluciones con sentido crítico, patriótico, humanitario, solidario y consecuente…”, afirma en la presente entrevista.
Durante su niñez Andrés Paredes Luyo, activista político y educador de larga data, fue alumno del curso de inglés que impartía Dora Mayer. El estrecho vínculo que tejieron ambas personalidades afianzó la amistad que le permitió a don Andrés pasar de alumno a asistente personal de la destacada escritora, luchadora social, feminista, activista indigenista y periodista.
– Andrés, el vínculo entre usted y Dora Mayer nació en su infancia. Podría acercarnos brevemente a esta relación…
-Antes que nada gracias por permitirme charlar. ¡Me siento feliz…!
– ¿Por qué?
-Porque observo que las generaciones actuales se interesan en conocer más sobre la obra de Dora Mayer. Se publican libros sobre ella, se organizan mesas de diálogo sobre su obra, su legado. Ella llegó de Hamburgo a nuestro país a la edad de los cinco años. Vivió hasta los 91 años. Dora amó al Perú, a su gente. Defendió a los más débiles.
– ¿Qué heredó de esta importante pensadora?
-En la madurez de mi vida supe que Dora fue un ejemplo de perseverancia, rectitud, generosidad, pero sobre todo de solidaridad. Admiraba su postura solidaria con los más desamparados, en especial con los indígenas.
– ¿En qué momento exactamente la conoció?
-La conocí de pequeño. Recién había terminado el tercer año de la primaria. Mi profesora, la señorita Albornoz era amiga de Dora Mayer. Ella vivía a una cuadra de su casa y la visitaba frecuentemente. En esa época Dora pasaba por una etapa complicada económicamente. Se ayudaba dando clases de inglés a niños y jóvenes. A finales de ese período saqué buenas notas. La profesora charló con mi madre. Ella le comentó que estaba sobresaliente en la escuela y debía de aprender inglés para potencializar mis conocimientos. Mi madre buscó inmediatamente a Dora Mayer. La conoció y me inscribió en su curso de inglés.
– ¿Qué edad tenía?
-Alrededor de 10 años. Recuerdo que éramos alrededor de seis alumnos. Desde que empezamos las clases notamos su talento. Se trataba de una maestra versada, culta. Nos trataba con mucho cariño. En tres años de clases jamás escuché una llamada de atención a los alumnos. No se molestaba si alguno se distraía. No era mi caso, pero sí el de algunos compañeros.
-En retrospectiva. ¿Cómo definiría el vínculo que tejió con Dora Mayer?
-Como una relación fraterna y de simpatía mutua. Nos entendíamos perfectamente. Del grupo de alumnos que ella enseñó fui el más constante. Terminé de estudiar los cuatro tomos de inglés que en ese momento se requería. Libros básicos para todo alumno que se iniciaba en esa lengua. Observé que ella necesitaba apoyo. Requería que le ayuden en algunas tareas de oficina que por su edad no las podía realizar.
– ¿Empieza a trabajar con ella?
-Me consultó si escribía a máquina. Le comenté que no tenía máquina de escribir. Ella envió una máquina pequeña a mi casa para que empiece a practicar. Pasaron algunos meses y me preguntó si ya había aprendido a escribir. Le dije que sí. En ese momento me pidió que le ayude a tipiar sus manuscritos. Me dio dos artículos y me sugirió que lo haga con mucho cuidado. Lo mecanografié y a la semana regresé a su casa y se los entregué.
– ¿El vínculo inicia una nueva etapa?
-A partir de esta experiencia cambió la relación de profesora a alumno.
– ¿Se convirtió en su asistente?
-En su colaborador. En su asistente personal. Por su edad sentí que necesitaba una persona que colabore con ella en el manejo de sus artículos. Ella era generosa, cariñosa. Se hacía querer. Ella fue como un miembro de mi familia. No tenía recursos económicos suficientes. Sin embargo, sabía premiar. Me obsequiaba algún libro de inglés. Por fiestas me enviaba tarjetas en las cuales me expresaba su agradecimiento y cariño. Ella confiaba en mí. Deseaba que me convierta en un traductor. Yo apenas tenía 12 años.
– ¿Lo logró?
-No. Me convertí en un emprendedor. Un término moderno, actual que está de moda…
-Imagino que sus responsabilidades empiezan a crecer…
-Recuerdo que en una ocasión me envió a El Diario El Callao. Tenía que contactar con el director para entregarle su autobiografía. Hice la gestión sin obtener buenos resultados. No la publicaron. Ante esta nefasta respuesta Dora me sugirió buscar al Dr. Cásalas. Él era abogado y trabajaba como secretario de la Municipalidad del Callao. Cásalas tampoco pudo hacer nada.
-Dora Mayer lo acerca al gran pensador José Carlos Mariátegui, ¿no?
– Cuando estaba en cuarto de secundaria Dora me obsequió el libro de José Carlos Mariátegui, gran pensador e intelectual peruano, “Te entrego este libro porque él es un buen pensador y político, tiene ideas equivocadas, pero es un gran defensor de los indígenas”, me dijo en aquella ocasión. En ese momento no tenía una filiación política o ideológica, era un jovencito aún.
– ¿En sus charlas habituales polemizaban sobre la coyuntura política de aquel entonces?
-Dora y yo no hemos tenido un intercambio de opiniones con relación a cuestiones políticas. Ella era crítica de Haya de la Torre a quien lo definía como un egocentrista, un personaje que nunca definió su postura en contra del imperialismo. En esa época, en el año 1960, aún no estaba afiliado a ningún partido, sin embargo, era crítico del APRA porque tenía actitudes negativas, desde mi punto de vista. Comprendí las acciones del APRA, al margen de las opiniones de Dora Mayer, cuando cursaba el primer año de secundaria, en el colegio Dos de Mayo de Chucuito. Justamente en esa época pasó lo del 3 de octubre. El levantamiento de los marineros inducidos por el APRA, partido que sacó el cuerpo de inmediato. Eso me pareció una cobardía.
– ¿Qué más recuerda del levantamiento del 3 de octubre?
– Este incidente lo resolvió el gobierno de turno a balazos el mismo día de los hechos. Fue un día trágico. Curiosamente suspendieron las clases por previsión. Al día siguiente reiniciamos las clases. Empezamos a comentar el incidente con los alumnos. Curiosamente, en ese momento, mi compañero de carpeta era Abimael Guzmán. El, en ese momento era un jovencito que había estudiado en un colegio de Arequipa, por alguna razón que nunca averigüé se vino a estudiar al Callao. Nos sentábamos juntos porque se matriculó tardíamente.
Abimael era un chico tranquilo. Los chalacos eran cargosos y lo tenían seco. Pedía a los compañeros que no lo molestan. Lo defendí e hicimos una buena amistad. Justamente con el comentábamos los hechos del 3 de octubre. Nos trasladamos a la Biblioteca a pedir tribuna. Hasta ahí llegó nuestra curiosidad sin tomar consciencia que estas inquietudes apuntalaban a una vocación política.
-Hace unos meses se publicó el título Dora Mayer. El sol que disipa las nubes. Textos esenciales (FEC, 2018), del filósofo Joel Rojas. ¿Por qué es importante ponerla a foco nuevamente?
-Porque pese a ser una pensadora del siglo XX muchos de sus postulados renacen y se replantean. Su pensamiento sigue vigente. Dora tiene una visión de futuro. En el tema de los derechos de las mujeres, por ejemplo. Ella formó parte de los primeros grupos feministas. En ese momento, albores del siglo pasado, ella proclama la igualdad. Se sentía independiente y segura de sus propuestas. Ella no reconocía la superioridad masculina o sexual. Esa retrógrada versión que asevera que la mujer en la cocina y el hombre en el trabajo. Desde su mirada ambos tenían el mismo derecho. Si Dora estuviera viva seguiría luchando porque pese a los logros de la mujer en algunos aspectos de nuestra sociedad como el derecho al voto, el derecho laboral, se sigue discriminando, no hay igualdad de derechos ni de oportunidades.
Ahora hay una arremetida en contra de la mujer porque se les está quitando espacio a los varones. En el ámbito universitario las mujeres tienen ventaja, en el científico igualmente. Sus planteamientos sobre los derechos de las mujeres o la igualdad de género trascienden largamente a su muerte. Dora Mayer ha sido una precursora muy efectiva.
-Su pluma, es una de las más versátiles de su época. ¿Lo observa así también?
-Ella era una pensadora universal. Hablaba de las problemáticas globales como locales. Escribía artículos en defensa de la economía popular. Cuando los productos de primera necesidad se encarecían ella llamaba la atención a los gobernantes y alcaldes de turno. Ella era una mujer que buscaba justicia para los pobres. También apostaba por la la paz. Con motivo del asesinato de Gandhi ella escribió un folleto pequeño que reflexionaba al respecto.
-Su activismo indigenista es una de sus cualidades que más destaca en Dora…
– Su lucha por los indígenas fue su principal batalla. Frente a este tema asumió una posición congruente. También tuvo una posición crítica sobre la dependencia de Perú frente a los monopolios norteamericanos durante el Oncenio de Leguía. Proponía soluciones con sentido crítico, patriótico, humanitario, solidario y consecuente. Ella ponía su labor periodística al servicio de las causas nobles del pueblo peruano. Ella era una mujer independiente en su trabajo y como persona.