Melvin Ledgard: “Buñuel es un director importante para mí”

Autor del interesante libro “Incursión por la historia del cine latinoamericano” (FCE, 2018) nos ofrece algunos alcances sobre el cine de esta Región desde el período silente hasta el actual

Es un libro ameno. Una suerte de recuento memorioso que transita por la producción cinematográfica latinoamericana, tomando como punto de partida los primeros cortos filmados en México por Gabriel Veyre – emisario de los Hermanos Lumière- hasta llegar al capítulo titulado Cine latinoamericano del nuevo milenio, en el que dedica un apartado al cine peruano hecho por realizadores nacidos después de 1972, en el que menciona a figuras como Fabricio Aguilar, Claudia Llosa, Josué Méndez, Gianfranco Quattrini y Héctor Gálvez.

Para charlar al respecto Lima en Escena entrevistó al autor, investigador y académico Melvin Ledgard.

-Melvin, antes de centrarnos en algunos puntos de tu libro empecemos por otros temas. ¿Incursionaste en el dibujo y te desarrollaste como dibujante en el diario La Prensa?

-Sí, antes de leer o escribir ya dibujaba. Lo hice desde chiquito. Descubrí el vínculo del dibujo con una suerte de literatura de la imagen. Como dibujante trabajé en “La Prensa” cuando todavía estaba en el colegio y en mi época universitaria ilustré libros para Desco. Una época interesante.

– ¿Lo tuyo es el dibujo, la literatura y el cine…?

-Sí. El hilo conductor de las diversas actividades que realizo responde al gusto o el placer de contar historias. Empecé a trabajar en el cómic, la literatura, y el cine. En ese orden. Actualmente laboro en el campo académico, enseño en la Universidad Católica, la investigación y se puede decir que he dedicado alrededor de los últimos cinco años a escribir este libro.

-Tenemos entendido que tu conexión con el cine se da desde niño…

-Claro. Vengo de una familia en la que se veía mucho cine. A mis papás les gustaba mucho el cine, el de Hollywood desde fines de los años 30 a los 40, 50 y 60, que veían sus contemporáneos –las de aventuras con Errol Flynn, “Lo que el viento se llevó”, Hitchcock, “Casablanca”, “Un tranvía llamado deseo”, “Mi bella dama”, entre otras- y a mis hermanos mayores el que se veía en los cineclubs como el del Cine-Arte de la Universidad de San Marcos que funcionaba en un octavo piso del antiguo Ministerio de Trabajo cuando estaba en la avenida Salaverry, lo que era abrirse al “cine de autor” de otras partes del mundo: “Ocho y medio” de Fellini, “Jules y Jim” de Truffaut, “Rashomon” de Kurosawa y, por supuesto, “El ángel exterminador” de Buñuel.

“El ángel exterminador”

-¿Cómo se da tu incursión en el campo de la crítica?

-A partir de mi vocación de cinéfilo. De joven continúe con mi afición de ver películas y empecé a escribir crítica de cine, sobre todo en los años ochenta comenzando por el número 72 de la revista “Hablemos de cine” y algunos periódicos y revistas. Mi meta era pasar en algún momento a dirigir.

-¿Dedicarte a la dirección?

-Quería dirigir mis propias películas.

-¿Dirigiste algún corto o una cinta?

-Experimentos que nadie vio. Llegué a estar en equipos de rodaje pero lo único dirigido por mí que ha terminado por tener una difusión pública fue un video clip musical sobre una canción llamada “Tú sabes bien” de mi amigo Alejandro Susti al principio de este siglo. Hoy se puede ver en YouTube…

-¿Solo hiciste cómics o también escribiste al respecto?

-Publiqué un libro el 2004 a partir de una exposición que curé para una galería del ICPNA. Eso lo hice en mi vertiente de investigador-historiador. La exposición se centró en historietas peruanas de los años sesenta y setenta, aunque también mencionaba ejemplos de los cincuenta como antecedentes. Me dio curiosidad por saber cómo lo peruano era un tema en historietas de los cincuenta, sesenta y en los setenta, cuando, en esta última década, yo, ensimismado en mi propio mundo como cualquier solitario historietista joven, había publicado una a los diecisiete años en un diario de circulación nacional. Después me puse a investigar los trabajos referidos al cómic de los años ochenta y noventa… Al ponerlas en contexto tomé contacto con las llamadas “novelas gráficas” de Neil Gaiman, Alan Moore, Daniel Clowes y otros. Todo quedó ahí cuando sentí que, aparte de alguien con un proyecto con visión como el de Juan Acevedo, no podía encontrar muchas contrapartes peruanas a ese nivel y ya no saqué más libros sobre el tema.

-¿Cómo surgió la idea de tu libro “Una incursión por la historia del cine latinoamericano”?

-El cine como una reflexión sobre la identidad latinoamericana me parece un tema relevante. Es la idea que me invitó a trabajar este libro. Asimismo, este libro es una reacción a otros libros de cine, principalmente a los que eran como unas guías telefónicas para enumerar filmografías de los realizadores considerados importantes. Si ahora con el internet encuentras la filmografía de cualquier director y fichas técnicas de sus películas, los libros de cine tienen que ofrecer otras cosas.

-Este interesante título empieza con un paneo sobre el Cine mudo en esta parte del continente.

-Sí, en la era del cine mudo acaecieron hechos importantes en América Latina. Después de que los Hermanos Lumière hicieron la famosa proyección en el Salon indien du Grand Café, en el 1895, sus operarios ya laboraban en diferentes puntos de América Latina. Existen imágenes en movimiento de esa época, período en el que empiezan a aparecer talentos locales. Comienzan por imitar a los extranjeros que filmaban cualquier cosa que les llamara la atención y se hacen realizadores yendo más lejos. No tardan en producir películas de corte histórico, comedias y otros formatos. Como documentalista, Salvador Toscano en México es el caso más conocido porque su hija Carmen usó buena parte de sus trabajos para construir un largometraje en 1950.

-¿Cuáles son los países de la región que registran trabajos de esta época?

-México, Argentina y Brasil. Había movimientos de cine en diferentes partes de estos países. Las películas mudas que se hacían en Brasil, por ejemplo, no necesariamente eran de Sao Paulo o de Rio, sino de otras regiones de este país.

-Imagino que progresivamente se sumaron otros países.

-Hay registros de producciones de esta época pero en un número reducido en países como Chile y Colombia. Luego hay un más interesante volumen de producción constante en los tres países más grandes -Argentina, México y Brasil- en los años 30, 40 y 50.

-Cuando hablas sobre la incursión del cine sonoro, en los años 30, le dedicas un espacio a Cantinflas. Más allá de sus cantinfladas, ¿es un personaje memorable?

-Es un icono de la historia filmográfica de México. Un personaje popular exitoso. Tuve la oportunidad de conocer a Carlos Monsiváis. Él decía que “Cantinflas” era la prueba de que el pueblo mexicano tenía un gran sentido del humor porque el público y la audiencia lo encontraba gracioso. Mario Moreno, su nombre original, fue un talento al inicio de su carrera. Salió de un medio de entretenimiento popular: las carpas mexicanas. Ahí se hacían espectáculos en vivo. Eran espacios similares al circo de payasos. Esto se trasladó al cine y se logró una expresión cultural genuina. Después de hacer algunas películas a fines de los años 30, la película “Ahí está el detalle” lo populariza.

“Ahí está el detalle”

-¿Qué destacas de esta cinta?

-La película contó con un buen guion, un buen director y un reparto de actores secundarios de primera. Hay una galería de personajes en “Ahí está el detalle” y en “Ni sangre ni arena”, la cinta que viene inmediatamente después, que ya no es tan rica en sus películas subsiguientes. Tras 1956, cuando se marca el tránsito del blanco y negro al color, en el cine de Cantinflas, filmes como “El bolero de Raquel” y “La vuelta al mundo en ochenta días”, te sirve para diferenciar dos etapas puntuales en su carrera. En las de blanco y negro tiene una gracia que busca replicar en las de color pero sin la chispa de su trabajo en la primera etapa, la que reflejaba un legado más genuino para representar un personaje proveniente de un sector de pocos recursos económicos.

-En tu libro también nos hablas del cine mexicano y Buñuel

-Buñuel es sumamente importante para mí. “El Ángel exterminador”, es una de las películas más creativas e imaginativas de todos los tiempos. Cuando uno ve esta obra maestra como yo la vi en mis primeras incursiones en los circuitos de cineclub a los trece o catorce años, la imaginación vuela. Buñuel hizo el cine que quiso, notoriamente en Europa antes y después de su etapa mexicana, pero, en México, se adaptó a los recursos que le ofrecían y puede sorprender que iniciara su etapa mexicana con un largometraje con Jorge Negrete y Libertad Lamarque.

-¿Por qué?

-Después de haber hecho en Francia importantes películas de vanguardia en la transición del cine mudo al sonoro, no fue el fin del mundo si los productores le imponían actores de moda o comerciales. A todo lo que hizo le puso su sello personal.

-Crees que esto también responde a ese romance que tuvo con México, país que lo acogió.

-Fue un enamoramiento progresivo. El me mostró una de las llaves de mi libro. Esa facilidad para hacer cine latinoamericano o mexicano sin dejar de ser Buñuel. Trabajó con Pedro Armendáriz y Arturo de Córdova de manera brillante. Ninguno de los dos sacrificó su particular carisma. Es increíble como Buñuel se acopló al Star System mexicano. Y eso después de hacer “Los olvidados” con actores jóvenes desconocidos y unos cuantos que normalmente eran secundarios, no estrellas. Es una genialidad. En esta película no son importantes las estrellas sino la temática.

Luis Buñuel

-Melvin, sobre el cine latinoamericano de los sesentas permíteme charlar sobre Leonardo Favio.

-Como la mayoría de la gente, conocí a Leonardo Favio a través de su música. Mi afición por el cine me hizo llegar a él en otra faceta. Es un director cuyo registro filmográfico es radicalmente opuesto al de sus canciones. Un genio. Sabía a qué público se dirigía. Sus tres primeras películas son las mejores. En la primera se observa una clara influencia del cine de Robert Bresson y Francois Truffaut. Tenía una sensibilidad exquisita. “El Romance del Aniceto y la Francisca” o “El dependiente” poseen una brillante estética de cine de autor. Favio fue un director talentoso, sofisticado, que conocía bien a la clase trabajadora y poco interesado en cuestionar su peronismo militante.

-¿Existe diálogo entre el Leonardo Favio cantante y el realizador?

-Es un cantante donde el factor emocional es enfático. Su música recurre o apela a formas populares de la música pop. Sus dos registros de sensibilidad sí llegan a mezclarse en su cine en color que ya no es igual a su cine en blanco y negro. Películas como “Nazareno y el lobo” o “Volar, Volar” no tiene nada que ver con la primera parte de su carrera. Allí existe diálogo entre el cantante y el realizador pero prefiero su cine anterior.

Leonardo Favio

-Ahora centrémonos en Perú. ¿Qué nos puedes decir del cine de Lombardi?

-Es uno de los directores que marca un antes y un después en la historia del cine peruano. Eso es innegable. La carrera de Francisco Lombardi ha sido fecunda. Te hablo de un director prolífico que se consolida en los ochenta y noventa, que son las décadas más interesantes de su filmografía. Desde el punto de vista temático, el cine de Pancho es de un aporte grande al cine peruano.

-Pasemos al cine latinoamericano del nuevo milenio.

-Empecemos con México. “Amores perros”, “Y tu mama también”, son dos películas importantes del cine mexicano de este nuevo milenio que impulsaron las carreras de los directores González Iñárritu y Alfonso Cuarón y la de Gael García Bernal como actor. Un cine original, distinto a lo que en décadas pasadas nos tenía acostumbrado México. En Argentina no podemos olvidarnos de Ricardo Darín y el nuevo cine argentino. En el Perú Claudia Llosa y Josué Méndez marcan una suerte de relevo generacional en el cine peruano. Nos dan una idea interesante de cómo entrar al cine a través de los festivales y no necesariamente depender de la exhibición comercial. Este punto es importante porque antes se intentaba equivocadamente tener el taquillazo local que podría servir como el trampolín para incursionar en el mercado internacional.

-Para terminar. La era digital acortó presupuestos y facilitó la producción cinematográfica a nivel global. ¿Qué nos trajo a nosotros?

-El cine del nuevo soporte digital nos proporciona una nueva ola de directores. Realizadores nuevos con talento. Pienso en el director puneño Óscar Catacora. ‘Wiñaypacha’, es una bella cinta. Una historia que nos aproxima a un realizador de un inmenso talento. El cine mexicano actual tiene cosas interesantes. Las ubico en casos aislados como en la película “Cabeza de Vaca” de Nicolás Echevarría que me parece bellísima.

Francisco Lombardi