La Biblioteca Pública de Nueva York

Obras de escritoras peruanas como Karina Pacheco (La Sangre, el Polvo, la Nieve), Patricia Souza (Cuando llegue la Noche) e Irma del Águila (El hombre que hablaba del cielo) son de consulta permanente

Textos y fotos: Olga Tijero
Corresponsal de la ciudad de Nueva York

En la era de la información, las bibliotecas destacan como una fuente confiable de consulta, medio educativo y de investigación. Es un ente facilitador de información y cumple un rol estratégico en impulsar el progreso y conocimiento. La Biblioteca Pública de Nueva York (NYPL), fundada en 1895, es una de las más grandes del mundo. Tiene una colección superior a los 50 millones de artículos entre libros, vídeos, mapas, fotografías y demás documentos. El edificio central de la NYPL es Stephen A. Schwarzman y alberga colecciones bibliográficas de humanidades, ciencias sociales y bellas artes. En total son cuatro los centros de investigación con colecciones especializadas. Además, de la red de bibliotecas ubicadas en el condado del Bronx, Manhattan y Staten Island.

El Stephen A. Schwarzman es uno de los edificios públicos más visitados de la ciudad, no sólo por quienes hacen uso de la biblioteca sino también por cientos de turistas. La biblioteca sirve alrededor de 18 millones de personas al año y su página web oficial recibe 32 millones de visitas anuales que provienen de más de 200 países. La historia del icónico edificio, reconocido por las esculturas de leones que resguardan la entrada, es singular. Esta construido en un área que inicialmente fue un cementerio para gente pobre y actualmente sus paredes guardan importantes documentos como manuscritos de Cristóbal Colón, la biblia de Gutenberg, borradores de Edgar Allan Poe y una copia escrita a mano por Thomas Jefferson del acta de Declaración de Independencia de Estados Unidos.

La mayor colección de literatura americana se encuentra en el Berg Collection of English and American Literature, incluye manuscritos, diarios, correspondencias y borradores de poemas y libros de diversos escritores. Cerca de 400 autores están representados en esta división. Los documentos permiten ver el proceso creativo de la obra en su totalidad a la vez de comparar la versión publicada con el manuscrito original.

El DeWitt Wallace Periodical Room, archiva las más importantes publicaciones (aproximadamente 200 títulos) entre los que figuran New York Times, Newsweek, Time Out New York, Vogue, Brides, Earth First, Ladies Home Journal, El Universal, Washington Post, Playboy, Resist, entre otras. Además de periódicos de diferentes partes del mundo. Por su parte, el Lionel Pincus and Princess Firyal Map Division cuenta con medio millón de mapas, mucho de los cuales fueron usados en los campos de batalla. Por último, aquellos usuarios interesados en conocer su árbol genealógico pueden visitar el Irma and Paul Millstein Division.

Uno de los salones más importantes es el Rose Main Reading Room. Por más de cien años este espacio ha sido utilizado por reconocidos escritores internacionales, periodistas, historiadores y estudiantes. Se dice que el escritor Mario Vargas Llosa, se encontraba en el Rose Main Reading Room cuando fue notificado que era ganador del Premio Nobel de Literatura en el año 2010. Llosa ha trabajado en este recinto en al menos dos de sus novelas: El hablador y El sueño del celta.

De acuerdo a la NYPL los libros de escritores latinoamericanos más solicitados en el último año fueron Cien años de soledad (Gabriel García Márquez) y El amante japonés (Isabel Allende). Por supuesto, durante nuestra visita consultamos sobre obras de escritores peruanos disponibles en la sede principal, de la amplia lista podemos destacar a las escritoras peruanas Karina Pacheco Medrano (La Sangre, el Polvo, la Nieve), Patricia de Souza (Cuando llegue la noche) e Irma del Águila (El hombre que hablaba del cielo). Figuran además Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce Echenique, Ciro Alegría, Santiago Roncagliolo (La noche de los alfileres) y Óscar Malca (Al final de la calle).

Futuro de las bibliotecas

Existe la inclinación a suponer que el uso del internet, como primera fuente de consulta, pone a las bibliotecas en un lugar secundario como medio para obtener información. Consultamos al American Library Association (ALA) sobre cuál es el futuro de las bibliotecas y su proceso de adaptación. Al respecto Miguel Figueroa, representante del Center for the Future of Libraries del ALA explicó que es indispensable analizar los cambios sociales, explorar las tendencias actuales y su aplicación a las bibliotecas para determinar el futuro que enfrentan y el rol a desempeñar.

El estudio hecho por aludida institución señala que los niños y jóvenes nacidos y criados en el mundo digital (post 1980) estudian, trabajan e interactúan de manera diferente a la generación anterior. Estas diferencias se acentúan en la manera en que ambas partes conducen negocios, colectan información e interactúan socialmente. La velocidad con que se obtiene información es el aspecto más importante para ellos. Las bibliotecas deberán adaptar programas que respondan a las necesidades y expectativas de este segmento.

Otro concepto analizado es el denominado aprendizaje conectado. El uso del internet ofrece a estudiantes la posibilidad de conectarse con otras personas que comparten los mismos intereses, lo que promueve el aprendizaje. Estudios demuestran que los jóvenes aprenden más cuando el trabajo se enfoca en temas que son relevantes para ellos. Además, a diferencia del esquema tradicional, la persona aprende a su propio ritmo. El rol de las bibliotecas será facilitar el acceso de nuevas tecnologías y propiciar entornos de aprendizaje.

Finalmente, indica que pese a los beneficios que la tecnología brinda, la oportunidad para «desconectarse» se ha vuelto también una necesidad. Las bibliotecas deben destinar áreas para ello y renombrar ciertos «espacios de lectura» por «zonas unplug». Conforme al estudio, programas que enfaticen en la concentración y limitado uso de tecnología serán cada vez más populares al ofrecer algo diferente al día a día, en contraste a la constante conectividad que las personas experimentan.