Angélica Motta: “La violencia sexual: otro problema que nos explotó en la cara”

El confinamiento ha producido «la otra pandemia”, un crudo problema que avanza a pasos agigantados y en las sombras: la violencia de género. Al respecto charlamos con Angélica Motta, autora del libro La biología del odio. Retóricas fundamentalistas y otras violencias de género. #Quédateencasa

La Biología del Odio (La SiniestraEnsayos, 2019), de la antropóloga y activista feminista Angélica Motta, es un título que en una coyuntura de pandemia como la actual cobra relevancia. Es un libro de ensayos académicos y columnas de opinión desde la postura feminista, antropológica e investigadora del género y sexualidad de la autora, quien desde su lugar de antropóloga y feminista interviene en el contexto de lucha por la igualdad y diversidad que se está produciendo en el Perú.

En el país, la violencia de género, en este período de pandemia global producido por el COVID19, recrudeció. Según información proporcionada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Perú (PNUD/PERÚ), el gobierno decretó estado de emergencia sanitaria en marzo pasado. A 23 días de que decretase, se atendió más de 8000 llamadas a través de la Línea 100, unas 360 llamadas cada día. Además, se trasladó a 36 personas a hogares de refugio temporal y atendió a 43 mujeres víctimas de violencia sexual, 27 de ellas —más de la mitad— eran niñas.

Al respecto charlamos con Angélica Motta, autora de La Biología del Odio.

-Angélica, tu libro abre con un artículo en donde en un pasaje nos hablas del sistema de género en sí mismo como un productor de violencias. Durante la cuarentena por el coronavirus y, desde que comenzó el confinamiento, se han producido alrededor o sobre los 19 feminicidios. ¿Podríamos decir que estos se enmarcan en este productor de violencias?

La violencia patriarcal es un mecanismo de control para mantener vigentes relaciones de poder de género que claramente han seguido vigentes en esta cuarentena, y no solo eso, la ministra de la mujer ha reportado que, por ejemplo, las llamadas para denunciar situaciones de violencia han ido en aumento. Un campo de desigualdad más que se agudiza en esta crisis que viene desnudando y evidenciando todas las desigualdades. Esto deja claro que muchos hogares son espacios de gran vulnerabilidad para las mujeres y las niñas; solemos creer que la familia y el hogar son lugares de protección y refugio, eso está a la base de la idea del “Quédate en casa”, se supone que ahí estaríamos todxs fuera de peligro, tal vez del Coronavirus, pero no de la violencia machista claramente no. Es importante que la política pública tenga claro esto y pueda prever otras formas de refugio que no pasen por una naturalización romantizada de la familia.

Tal como está constituida la masculinidad en nuestra sociedad, entendida como potencia, incluido algún tipo de potencia económica y rol proveedor y que además considera la casa como un espacio que emascula; un escenario de precarización de la vida como este genera mayores riesgos de violencia contra las mujeres que se convierten en el único territorio para afirmar potencia y además encerradas las cuatro paredes de la casa con quienes muchas veces son sus agresores. En ese sentido, un bono realmente universal, podría significar también un paliativo para la reducción de un estrés y frustración que podría de otro modo estar recayendo injustamente en las mujeres.

Foto: Rosana López Cubas

– Durante su gestión como congresista Indira Huilca dijo: “Perú país de violadores”, hecho del que también haces referencia en tu libro. Esta afirmación corrobora que la violencia sexual en el país es endémica, como lo señalas en tu texto…

La violencia sexual es otro problema que nos ha explotado en la cara en esta pandemia. Solo en el primer mes de la cuarentena 56 niñas habían sido violadas -en sus entornos familiares- según información reportada por el ministerio de la mujer. La violencia sexual es una modalidad más de la violencia de género que nos muestra el ejercicio desregulado de poder, la rapiña sobre el cuerpo de las mujeres.

Creo que el hashtag “Peru país de violadores” que nos habla de una “cultura de la violación” puede ser pensado de manera más amplia también en este tiempo de Covid 19. Esta pandemia es el resultado de una relación violenta y de rapiña que el capitalismo neoliberal sostiene con los territorios y los recursos naturales, estamos en un momento histórico que clama por el desmontaje de la rapiña sobre cuerpos y territorios, por el desmontaje de esa cultura de la violación capitalista, patriarcal y colonialista que nos ha traído hasta esta crisis.

Foto: Rosana López Cubas

– ¿Consideras que, frente a esta pandemia silenciosa, las medidas de protección estatal son deficientes?

En efecto, un Estado con servicios sociales desmantelados luego de décadas de políticas neoliberales, aun con buena voluntal, no logra darse abasto para atender las necesidades de la población no solo en el tema de la violencia sino en muchos otros. Que esta pandemia nos sirva para replantear el rol del Estado, la necesidad de expandir las redes de servicios públicos de calidad, asunto que pasa por reformas de diverso tipo, para comenzar mayores impuestos directos a los que más tienen para que las condiciones de vida dejen de ser tan desiguales y violentas.

– Durante este periodo de cuarentena, Vania Minaya, fue una de las mujeres transgénero que fueron maltratadas por policías de la comisaría de Bellavista (Callao). ¿Cómo calificarías este hecho?

Mi solidaridad con Vania. La violencia contra las mujeres trans es de las más despiadadas de las violencias de género y en efecto también se hizo muy visible en esta cuarentena con la desacertada medida del pico y género. Una medida que, aunque intentó formularse reconociendo la identidad de género de mujeres y hombres trans, no llegó a buen puerto porque una situación de discriminación histórica no se borra por decreto de un día para otro, menos en instituciones como la policía y las fuerzas armadas, quienes sistemáticamente perpetran violencia contra las mujeres trans como lo reportan informes de derechos humanos.

-Asimismo, Gahela Tseneg es una activista transfeminista que a punta de luchas ha sabido capear la violencia y precariedad en la que vive su comunidad. ¿Qué nos puedes decir sobre este ejemplo de resistencia?

Tuve el gran agrado de conocer a Gahela en los espacios de lucha feminista y es una mujer a la que admiro y de la que he aprendido mucho. Ella está haciendo un camino político muy importante, apelando a la organización colectiva para cuestionar permanentemente la situación de opresión que vive su comunidad y las opresiones en general. Luego de pasar por una trayectoria de vida difícil enfrentando múltiples discriminaciones ha transformado su experiencia en sabiduría y coraje para la lucha política desde una apuesta colectiva.

-Finalmente. ¿Cómo contrarrestar la campaña fundamentalista anti-igualdad de género #ConMisHijosNoTeMetas?

Creo que este momento histórico que vivimos está dejando claro el gran daño que las desigualdades le hacen al país, la realidad está dejando claro que no hay lugar para proyectos políticos de horizonte patriarcal y anti-derechos como este que mencionas.

Foto: Rosana López Cubas

Sobre Angélica Motta

Licenciada en Ciencias Sociales con mención en Antropología por la PUCP; Magíster en Estudios de Desarrollo con mención en Género, Mujer y Desarrollo del Institute of Social Studies – The Hague de la Erasmus University of Rotterdam y Doctora en Salud Colectiva del Instituto de Medicina Social de la Universidade do Estado de Rio de Janeiro. Tiene vasta experiencia en investigación en temas de género, sexualidad y salud reproductiva lo mismo que en docencia universitaria (Frankfurt University of Applied, Pontificia Universidad Católica del Perú y Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Actualmente se desempeña como investigadora de la Unidad de Salud, Sexualidad y Desarrollo Humano del Centro de Investigación Interdisciplinaria en Sexualidad, Sida y Sociedad de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.