Lees, luego escribes

Después de ejercer por dos décadas el periodismo, decidí dedicarme a la docencia en educación superior echando mano de la modesta experiencia profesional asimilada. Lo primero que llamó mi atención cuando conocí a mis discentes en las aulas fue descubrir el poco interés por la lectura de estos jóvenes.

No es una característica generalizada, es verdad, pero cada vez que aplico mi prueba de entrada y pido: “Escribe el tema de un libro que hayas leído el último año”, encuentro que solo un tercio contesta que sí ha posado sus ojos en alguna obra. Esta poca atracción acarrea un problema inmediato, pues el estudiante que lee poco tendrá limitadas posibilidades laborales ya que le será tedioso escribir sus pensamientos, teorías, propuestas, problemas y un largo etcétera.

¿Cómo lograr que los jóvenes se enamoren de las cubiertas, los lomos y las hojas encuadernadas (sin exceptuar las versiones virtuales) y que se consoliden como lectores reflexivos y activos?

Es interesante el punto de vista del profesor Moisés Ramos (catedrático en la UPC). En su investigación examinó los modelos de comprensión de textos y encontró que las experiencias personales regulan la intención de leer. Le toca a los profesores aplicar estrategias que validen las lecturas personales y que el alumno reconozca el proceso metacognitivo que se genera.

Los docentes Lis Arévalo y Percy Galindo profundizan en la relación entre lectura y redacción. Aquel que escribe necesita una fuente de información y debe comprender ese contenido, la intención del autor, el contexto, el valor del texto, entre otros. La lectura crítica obliga al lector a entender qué busca, solo así podrá sustentar sus acuerdos o desacuerdos con el autor.

Retomo mi inquietud: ¿cómo hacer de Cupido entre estudiantes y libros? Un punto de partida es conocer sus preferencias para aprender. El cuestionario Estilos de aprendizaje de Vark es una herramienta útil que permitirá a los profesores definir estrategias para cada grupo.

Cuando inicié mi experiencia docente, hace seis años, me invadía un sentimiento de preocupación el día de la prueba de entrada, la sensación se repetía cada ciclo académico. Sin embargo, la conmoción cesó con el tiempo y hoy implica un desafío que pasa por hacer arquitectura para cada grupo.

Termino con una frase del doctor Eulogio Zamalloa, mi profesor en la maestría de Docencia Superior: “En mi experiencia como educador no he encontrado otra forma mejor para aprender que no sea la lectura”.