El “PowerWord”…

Hace pocos meses mi profesora de Didáctica en Educación Superior sorprendió a mis compañeros maestristas y a mí con la acuñación de una curiosa palabra: el PowerWord. No, no es un error de tipeo, es así, tal como lo leen… se trata de una hilarante modificación del nombre del famoso programa de Microsoft para hacer presentaciones PowerPoint.

En el ámbito académico, el uso de esta herramienta está generalizado. Aunque han surgido otras propuestas bastante lúdicas, divertidas, capaces de hasta generar vértigo en la audiencia por el movimiento ondulante–hablamos de Prezi y Genially, entre otros–, Power Point es como una vaca sagrada, sobria, respetada y a la cual todos regresamos siempre.

La razón de ser de estas benditas aplicaciones es transmitir un mensaje de manera, clara, potente y, lo más importante, esquematizada, resumida, fácil de leer y agradable a la vista. Por eso, levanté una ceja cuando mi maestra llegó a la clase con esta tergiversación atrevida. ¿Cómo es posible que un Power Point pueda convertirse en un PowerWord?

Según el profesor español Fernando García, la competencia comunicativa “involucra una serie de conocimientos normalmente inconscientes y necesarios de las reglas lingüísticas, psicológicas, culturales y sociales de un individuo para utilizar un idioma adecuadamente en cada situación”. Conlleva varias competencias, entre ellas la discursiva que es la capacidad para combinar las estructuras y los significados en el desarrollo de construcción o de interpretación de un texto oral o escrito.

Y es precisamente esa habilidad la que, por añadidura, debe dominar un profesional del siglo XXI. Destreza que se adquiere, fundamentalmente, leyendo. Posando los ojos sobre cuanto libro caiga en sus manos. Cuando estamos frente a un expositor que presenta un PowerWord evidenciando una lamentable abstracción de ideas, una penosa síntesis, una lastimosa construcción de enunciados y un luctuoso uso del idioma, podemos tener la certeza de que necesita ayuda urgente (lo positivo sería que lo reconozca).

Un PowerWord es, entonces, el aniquilamiento fulminante de una presentación. La regla, dice mi profesora, es la denominada 7×7, es decir, no más de 7 líneas de texto por diapositiva y no más de 7 diapositivas (al menos para una clase en el aula). ¿Y usted, se atreve a preparar un PowerPoint que no caiga en la deformación de un PowerWord?